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daniel bajo / word
Domingo, 28 de octubre 2018, 12:30
Hoy juegan el Barcelona y el Madrid. Millones de personas se pondrán frente al televisor y se encomendarán a su santo favorito para que su equipo gane. Otros tantos lo harán para que marque un jugador en concreto, para que se saque cierta cantidad de ... corner o para que en el descanso se hayan anotado determinado número de goles porque, literalmente, se jugarán mucho.
El sector de las apuestas y los juegos de azar mueve miles de millones de euros sólo en España (solo el juego 'online' se fue a los 13.673 millones en 2017, según la Dirección General de Ordenación del Juego) y aporta cuantiosos réditos a las arcas públicas. Sin embargo, no faltan las voces, cada vez más numerosas, que se preguntan si no sería necesario regular más estrictamente la publicidad y la creciente presencia pública de las casas de apuestas.
Un ejemplo. La Junta de Castilla y León aprobó hace cuatro años el decreto 53/2014, de 23 de octubre, por el que se aprobaba el Reglamento Regulador de las Apuestas de la Comunidad de Castilla y León y se modificaba el Decreto 44/2001, de 22 de febrero, que aprobaba a su vez el Catálogo de Juegos y Apuestas de la Comunidad. Desde entonces y hasta la actualidad, Salamanca ha duplicado sus locales de apuestas. Si en 2014 había 10 (7 salones de juego, un casino y dos bingos), ahora hay 23 (16 salones de juego, 4 casas de apuestas, un casino y dos bingos).
La directora técnica y psicóloga de la Asociación Salmantina de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Asaljar) Luisa Ventola, opina que la existencia de 23 locales de esta naturaleza en Salamanca «es la punta del iceberg».
Luisa Ventola trabaja en Asaljar desde hace 14 años y afirma que «tanto el perfil del jugador como el de juego han variado con el tiempo». Hace años era un varón de 35 años, aproximadamente «y adicto a las tragaperras. En los últimos años ha variado mucho» desde el auge del juego 'online'. Éste llega a más gente y cada vez de menor edad. «La media de edad ha bajado mucho. Tenemos algunos chicos de 18 años que llevan apostando varios años. Es un nuevo perfil, de apuestas 'online' y ruleta electrónica. Casi todas las adicciones llevan ese doble juego».
Luisa Ventola incide en dos detalles concretos y preocupantes: la edad de los nuevos adictos y la accesibilidad.
Los adolescentes y veinteañeros no saben lo que es crecer sin un móvil en las manos y con todas las tentaciones digitales al alcance de los dedos. Ventola explica que los jóvenes ludópatas «tienen menos conciencia del riesgo» de acabar 'enganchados'.
«El inicio del juego casi siempre puede ser social pero al final se acaba instalando en la soledad. Estos chicos empiezan a jugar en grupo, como diversión, y sin percibir el riesgo. Y no hay esa alerta social como sucede con las drogas, el alcohol y el tabaco» pese a que es «una adicción sin sustancia, pero que destroza la vida de las personas y de los que están a su alrededor y eso es algo que la gente desconoce. Parece algo exagerado porque tiene esa connotación a priori lúdica y cuesta asociarlo con algo tan destructivo, pero destruye desde el minuto uno», explica.
Las apuestas «se venden como algo lúdico» y con un halo de sofisticación. «Hay una parte importantísima que es la publicidad, que es absolutamente fantasiosa. A un chaval sin formar se le manda el mensaje de que es el más guay, que pasa a otro nivel, que apostar es la solución para el poco dinero que tiene en el bolsillo, que es dinero fácil... Y no hay conciencia de riesgo social, que es importantísimo, y no se educa, porque mientras los mensajes de alcohol y tabaco son de que es algo malo, lo del juego son de que es guay». Y este aspecto «es muy negativo. Si como adicto ya niego que tengo un problema, cuando me lo venden desde la televisión como la panacea... es uno de los mayores problemas». Además «no hay horarios. Antes se emitía a partir de medianoche y ahora a cualquier hora. Y al final es mucho dinero para las cadenas de televisión».
Así pues tenemos chavales demasiado jóvenes y mensajes demasiado llamativos. El tercer ingrediente es la accesibilidad absoluta. «Son 24 horas y 365 días en los que puedes jugar en la más estricta intimidad. Te vas a tu casa y quien sabe qué. Ahora ves a niños con el móvil y eso son los prolegómenos. Las tecnologías pueden ser buenas y malísimas y hay que tener control sobre esas cosas porque tienen muchos riesgos».
La adicción al juego 'online' tiene otro matiz pernicioso: «es más fácil engancharse en menos tiempo. Hay más disponibilidad de eventos. No hay ningún control. Antes con las máquinas había que ir al sitio en cuestión, y sigue habiendo adictos a estas máquinas, pero todo lo 'online' es más accesible y eso genera una adicción más corta en el tiempo». Los daños «son los mismos» pero el 'online' tarda menos en 'enganchar' porque se puede jugar casi sin restricciones.
Asaljar atiende a unas 150 personas cada semana. Si se cumplen los temores de Luisa Ventola, la cifra podría incrementarse dentro de unos años. Advierte de que existe «una bolsa de jugadores jóvenes problemáticos» que aún no han llegado a «patológicos. Están en un punto clave. Y es una bolsa enorme, facilitada por ese descontrol de que todo vale para ganar dinero». Comenta que ha impartido charlas en institutos de la ciudad, que ha presentado cuestionarios a los asistentes y que ha detectado casos de «jugadores problema, y de ahí a jugador patológico hay un paso muy pequeño». Lo más alarmante, insiste, es que «ninguno tenía la sensación de riesgo» de otras adicciones.
Luisa Ventola cita un ejemplo del tipo de problema que genera el juego. En Asaljar trabajan con un joven treintañero y con empleo fijo que sufre adicción desde la adolescencia y que confiesa durante las charlas que «a la vez que pensaba que iba a perder lo que iba a jugar, pensaba que podía ganar». Padece «una distorsión cognitiva. Por eso la gente no sale sola y sin más. Tiene que ser alguien cercano el que se dé cuenta del deterioro, aunque es más difícil de detectar que otras adicciones. También hay deterioro físico, pero no se achaca a la ludopatía».
La cuestión del dinero «es la parte más visible, pero hay autodestrucción y daño familiar, social, laboral... tenemos chicos en edad de estudiar. Sus padres creen que están estudiando y están apostando y tardan años en darse cuenta. No saben en qué emplean sus hijos el dinero» y éstos «dejan de comer, malcomen, malduermen y malviven» y acaban completamente aislados y «en un mundo paralelo».
Asaljar lleva más de 25 años ayudando en la rehabilitación de jugadores de azar. Luisa Ventola y Alejandra Melero son las psicólogas de la asociación. Ventola explica que trabajan con jugadores de Salamanca, Zamora y Ávila con los que se reúnen en terapias de grupos de autoayuda cuatro días a la semana. Además de los adictos, también trabajan con sus familias. En total, unas 150 personas. El Ayuntamiento de Salamanca les cede el local y les facilita una cuantía económica para su labor, igual que la Diputación.
En Asaljar apuntan que «echan de menos» que las administraciones «se impliquen más a todos los niveles» con las asociaciones y que endurezcan su mensaje sobre el juego. Lo «lógico y normal» sería adoptar medidas como con el tabaco, afirman. «No se puede decir que es peligroso y que puede crear adicción y después dejarlo bajo tu responsabilidad. El estado y los poderes públicos deben tener alguna responsabilidad sobre este tipo de cuestiones y no la hay actualmente. El mensaje actual y nada, es nada».
La norma dice que los menores no pueden apostar «pero a la hora de la verdad los controles son mucho menores y son muy fáciles de saltarse. Usan carnets que no son suyos, tarjetas que no son suyas,... no contamos con que en un momento dado se saltan todas las normas. La adicción puede sobre todas las normas».
En Asaljar también advierten a los padres. A veces han tratado con progenitores que cerraban con llave las habitaciones de las casas pero que no tomaban conciencia de que la ludopatía «es una adicción» sin sustancias, pero una adicción. «Los padres son fácilmente manejables. No se dan cuenta de que la mejor manera de evitar que sus hijos tengan problemas de por vida es afrontarlos en un momento dado».
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