Controles policiales por doquier en los accesos a la ciudad, calles totalmente vacías en las primeras horas de la mañana, que con el paso de las horas comenzaron a ser testigos del habitual trasiego ciudadano en terrazas y comercios, todo ello favorecido por una climatología ... especialmente generosa para un fin de semana de mediados de octubre y una riada de dudas y preguntas sobre lo que está permitido o está penalizado. Así vivió ayer Salamanca la primera jornada de su nuevo confinamiento, dictado por la Junta de Castilla y León, para intentar frenar la vertiginosa y alarmante propagación de la mortífera e imparable covid-19.
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Los más de 144.000 salmantinos se tomaron con paciencia y ajustando su día a día el esperado y anunciado confinamiento perimetral de la ciudad, que comenzó a regir desde la madrugada del pasado viernes y que se prolongará hasta el 30 de octubre, con el fin de doblegar la curva del coronavirus y combatir una incidencia realmente preocupante, que se resume en los actuales más de 500 casos de contagios por cada 100.000 personas.
Eso sí, este primer día del confinamiento estuvo marcado por la incertidumbre y el desconcierto, dado que muchos conductores de la capital seguían interrogándose sobre si podían salir de la urbe y acceder a los municipios del alfoz para realizar compras en las grandes superficies y en los supermercados situados en las localidades limítrofes. En este sentido, los agentes de la autoridad se encargaron de desbaratar sus pretensiones recordándoles que la alegación de estos motivos no se contemplaban en los criterios marcados por la Junta, dado que ni obedecían a razones laborales ni estaban recogidos tampoco en los desplazamientos autorizados por motivos educativos o sanitarios.
A simple vista no parecía que algo hubiera cambiado en la mañana de ayer, hasta dar con la escena que se pudo ver a lo largo de toda la mañana en las principales vías de acceso a la ciudad, con importantes controles por parte de las policías Local y Nacional, además de la Guardia Civil, para controlar la movilidad ciudadana, según destacó Efe.
Durante la noche del viernes no se vieron los tumultos de hace una semana, con un jueves inicio de las noches festivas para miles de jóvenes universitarios.De hecho, el ejemplo más evidente se vislumbró en la céntrica, plaza de San Julián, donde el pasado día 10 las terrazas no cumplían las distancias de seguridad y sobre las 23 horas de este pasado viernes ya estaban prácticamente vacías.
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Fuentes de la Policía Nacional confirmaron que en la noche del viernes se tramitaron una treintena de actas de propuesta de sanción, para establecimientos y para personas particulares, mientras que por parte de la Policía Local se desalojaron, pasadas las cero horas, ocho pisos con más de seis personas no convivientes y se multó a 21 personas por ir sin mascarilla.
A lo largo de la mañana de ayer la actividad diaria de la ciudad comenzó a notarse en las calles, aunque con menos afluencia de la habitual para un sábado otoñal de octubre.
En la Plaza Mayor, apenas se vio a jóvenes en las primeras horas de la mañana, mientras que los mayores que paseaban, una imagen típica de Salamanca, lo hicieron con normalidad, según refirió un salmantino de 78 años para quien «todo esto se veía venir», y además era «muy esperado», añadió otro compañero de paseo de 79 años.
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El tercero de la cuadrilla de amigos, ataviados con sus gorras ya de invierno y sus abrigos por el frío que se percibía a las 10:30 horas de la mañana, fue más allá a la hora de buscar responsables del aumento de casos de coronavirus: «Estaba claro lo que iba a ocurrir a partir del 1 de octubre, con el inicio de las clases en las universidades de Salamanca», señaló visiblemente molesto.
Desde primera hora de la mañana, un control de la Policía Local, a la entrada de Salamanca por la carretera de Valladolid, trató de persuadir a los que trataban de acceder a la capital salmantina.
Algunos desconocían bien las medidas alegando que habían ido al polígono «de Los Villares a hacer unas compras», cuando se trata de una zona fuera de la capital, por lo que hubo que salir, y otros conductores mostraron los certificados de que estaban trabajando y una mayoría cumplía con todas las normas.
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En torno a las 11:30 horas, un dispositivo de la Policía Nacional controlaba la salida de Salamanca, hacia la carretera de Madrid o de municipios cercanos como Santa Marta de Tormes, Terradillos o Alba de Tormes.
En este control, una mujer tuvo que darse la vuelta al ser advertida de que no podía salir de Salamanca aunque fuera «a comprar una lavadora»; otro señor, de más de 70 años, también tuvo que regresar cuando los agentes le dijeron que no debía salir de la capital «para ir a comprar a una tienda de deportes», como argumentó. Y a última hora de la mañana, la Guardia Civil controló las salidas de Salamanca, hacia Valladolid, con muchas advertencias a los conductores de que «no podrán regresar porque la residencia la tienen fuera de la capital».
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Mientras tanto, la vida continuó por las calles de Salamanca, aunque a la mayoría de sus vecinos tuvieron que hacer «algún cambio de costumbres», como fue el caso de Antonio Diego, de 82 años, que todos los sábados acostumbra a trasladarse cuatro kilómetros, desde el barrio de los Pizarrales al municipio de Villamayor, para echar la partida de cartas con los amigos. «Hoy tocará jugar a las cartas en otro bar de Salamanca y con otros compañeros. Qué le vamos a hacer», se lamentó.
Alo largo de la mañana y ya llegado el mediodía, la fisonomía urbana fue transformándose, dado que el buen tiempo y el sol reinante fueron animando a los ciudadanos a disfrutar en las terrazas situadas en el centro de la ciudad, especialmente en los bares y restaurantes de la Rúa, la plaza delCorrillo y la Plaza Mayor. Algunos de los camareros consultados por este diario coincidieron en resaltar en que, a pesar de que la hostelería sigue siendo una de las principales víctimas de las consecuencias económicas y sociales de la pandemia del coronavirus, no habían apreciado grandes diferencias en este primer día del confinamiento en comparación con lo que se estaba viviendo en el sector hostelero en fechas precedentes, cuando no había entrado aún en vigor el decreto del confinamiento perimetral dictado por el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León para la capital.s.
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Las cuatro sillas que, de forma escrupulosa, escoltaban a cada mesa comenzaron a contabilizar sus primeros usuarios en torno al mediodía, generándose una falsa sensación de que la Salamanca que encandila a los turistas durante las cuatro estaciones del año volvía a aflorar, cuando realmente esta impresión era ficticia dado que el confinamiento ya era plenamente real y se encontraba operativo.De esta forma, la desoladora y madrugadora estampa de soledad que pinceló la Rúa y la Plaza Mayor fue evaporándose, siendo reemplazada por despreocupados y minoritarios grupos de consumidores en las terrazas.
Mientras la ciudadanía disfrutaba del vermú en los oasis de las terrazas, de forma paralela, los agentes de la Policía Nacional y Local, así como numerosos efectivos de la Guardia Civil, se apostaron desde la primera hora de la mañana en 19 puntos de las afueras del término municipal. En fila india, por el carril izquierdo de la Vía Helmántica, junto al puente del Pradillos, todos y cada uno de los conductores debían detenerse para responder a las cuestiones de los agentes. «¿A dónde va?», «¿De dónde viene?», con el fin de indagar en los 'porqués' y reclamar la pertinente y obligatoria documentación, en la que debía figurar el lugar de residencia, o en su defecto, algún papel que lo acreditara. Si esas cuentas no cuadraban, los vehículos debían tomar la rotonda y hacer un cambio de sentido tocando la bocina bajo amenaza de propuesta de sanción. Y alguno no volvió, según relata Ical.
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Con un flujo reducido, sobrepasado el mediodía, el violinista de la calle Toro interpretaba 'Chiquitita', compuesta por los músicos más eurovisivos e internacionales –Abba–, eso sí con un tono lúgubre y con un tempo lento que acompasaba el danzar de máscaras, más bien mascarillas. Al llegar a la plaza de la Libertad, aún en la calle Concejo, Víctor Rodríguez atendía una pequeña tienda de alimentación en horas bajas. «Estamos notando mucho los últimos meses y estas dos semanas va a empeorar. Ya no es solo el turismo de fuera que ha dejado de venir, es la gente que venía los sábados desde los pueblos a darse un paseo por Salamanca», destacó, apuntando además que no veía una solución a medio plazo que no pase por una vacuna.
La población estudiantil de Salamanca, una bendición para comerciantes y hosteleros, fue objeto de crítica en las últimas semanas y se vio señalada como culpable en cierta manera del aumento de casos en la capital del Tormes por no velar con el suficiente celo por el cumplimiento de las medidas anti-covid. Rodríguez no es en exceso beligerante contra este colectivo, al que justifica por su edad. «Sí que les he visto por aquí sin mascarilla y en grupos, pero no creo que sea solo culpa suya».
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Más crítica se mostró Mamen Rodríguez, que regenta una conocida cafetería en la plaza Mayor. Lamentó, en sus declaraciones, la alta inversión que ha tenido que realizar en cumplir con la normativa, incluyendo productos antivirales para desinfectar el local. «A las autoridades se les está yendo un poco de las manos. Si con los policías no llega, tendrían que utilizar al Ejército para vigilar las conductas peligrosas», comentó, y explicó que comparaba la situación con un «laberinto de difícil salida» advirtiendo del «miedo» y la «incertidumbre» dentro del sector. Además relata cómo ella misma se vio obligada a denunciar fiestas universitarias en su edificio. «Se escondió la gente, mi vecina habló muy bien con los agentes, y a los cinco minutos volvieron a cantar sin música y a dar palmas».
Más allá del ágora salmantina, en un veterano comercio de recuerdos para turistas, Jorge Buitrago decidió no cargar las tintas contra los estudiantes. «Todos hemos tenido 20 años». Confesó que se aferra al día a día para «cubrir gastos» y que esperaba que pase la tormenta intentando fomentar la venta online. «Esta medida es 'una más'. Cada vez se ve más lejano el final de todo esto y único que podemos hacer es esperar a que pase el mal trago y tirar como se pueda», añadió.
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