javier a. muñiz / ical
Miércoles, 31 de marzo 2021, 11:16
De Hobbiton al Monte del Destino. El universo de Tolkien, tan vasto e intrincado, reducido a una ráfaga de vistazos para el sempiterno deleite de 'los más cafeteros'. Una minuciosa labor forjada a lo largo de los años por las precisas manos de un artista.
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Ricardo Nuñez es profesor de Escenografía y Geometría Descriptiva en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca. Tendría 19 años cuando un viaje en tren cambió su vida. Había comprado una edición de 'El Señor de los Anillos'. Al apearse en el País Vasco, mientras caminaba por sus calles, encontró en un escaparate cualquiera unas figuras en miniatura que, casualmente, aparecían en la obra que acababa de leer. Aquella serendipia supuso para sí un antes y un después, ya que se dedicó durante las décadas posteriores a pintar e integrar esas figuras en escenarios en miniatura.
Acumula casi un centenar de escenas albergando un indeterminado número de figuras que se cuentan por miles. «Es una manera de ilustrar el libro. La única diferencia con los dibujos es que tiene una dimensión más. En vez de dos, son tres», comenta Ricardo Núñez. Para él, incluso tiene el aliciente de poder contemplarla de una manera «más real», habida cuenta de que no se permite la libre interpretación de la obra. «Tolkien era un autor lo suficientemente descriptivo como para no tener que inventarte nada. En cualquier caso, si hay algo que no está explicado, intento que mi visión no tergiverse el resto del libro. Si no, no tengo más que seguir el guion», comenta señalando al libro.
En esencia, el profesor agradece «la suerte» de haber podido combinar sus dos pasiones: «la enseñanza y las maquetas». Se había dedicado al modelismo en arquitectura y urbanismo durante los años de la expansión inmobiliaria, hasta la crisis del ladrillo. Tal y como cuenta, en realidad, en ese ámbito no tenía espacio para expandir su creatividad, pero sí aprendió técnicas para maquetas comerciales que le sirvieron más tarde con sus creaciones artísticas. «Aquí las disfruto. Puedo tirarme un año con una y no me canso», reconoce.
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Si bien es cierto que no se dedica profesionalmente a la elaboración de estas maquetas, precisamente por el tiempo que requieren para su elaboración, sí acepta encargos esporádicos. «Al final esto es un museo, y bienvenidos a mi casa», invita sonriente. Allí, en su hogar, tiene expuesta la mayoría de su obra distribuida en preciosas vitrinas con una cuidada iluminación. Las más grandes, algunas con más de un metro de largo, permanecen en la Facultad de Bellas Artes de la Usal.
Cuenta que rodó con algunas de sus maquetas por distintos lugares de la geografía española, coincidiendo con el estreno de la trilogía de Peter Jackson. Recuerda las complicaciones que conllevaba exponerlas, entre otras cosas, por la dificultad de su embalaje y las condiciones tan específicas que requería cada sala para su muestra. «Entre 2001 y 2007 expuse una vez tras otra. Me dedicaba a viajar con baúles por ahí. Recuerdo que la gente me decía que eran como las escenas de la película, aunque en realidad algunas tienen veinte años más», ironiza.
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Aquella similitud entre su propuesta y la de Hollywood demuestra, para el profesor, que Jackson fue «muy fiel» a las escrituras de Tolkien. Al menos en 'El Señor de los Anillos', otra cosa resultó 'El Hobbit', «un despropósito absoluto», en su opinión. «Defiendo la adaptación al cine, aunque con algunos matices. Desde luego, contando las dos trilogías, están muy por encima del cinco», valora, aceptando ampliamente el acabado de los metrajes. Las películas pusieron en el imaginario colectivo unos estándares que él ya había extraído por sí mismo.
Por otro lado, la influencia de Hollywood en su quehacer llegó al punto de permitirle incluso trabajar con materiales nuevos. Y es que hasta el año 2001 existían figuras de Frodo, Gandalf o Gollum, pero no de Orlando Bloom, Viggo Mortenssen o Ian MacKellen. Fue entonces cuando editaron otra colección de figuras a la misma escala, ya inspirada en las películas, que no dudó en incorporar a sus creaciones. Así, a la marca irlandesa Mithril, fabricante que trabajaba desde sus inicios en los 'ochenta', sumó las nuevas miniaturas de Games Workshop, que ya pueblan sus viñetas.
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Entre sus fuentes de inspiración más destacadas Ricardo sitúa las propias ilustraciones del escritor. «Es una cosa muy desconocida, pero Tolkien era un gran dibujante», comenta, mientras desempolva una edición exclusiva de 'El Señor de los Anillos'. «Como ésta no hay dos en el mundo. La encuadernación en piel es un encargo diseñado por mí en plata y oro con dos dibujos originales de Tolkien impresos en los lomos del libro», explica señalando dos 'silmarils' grabados sobre la superposición del libro. Por si fuera poco, muestra una edición «de lujo», casualmente editada en Salamanca, con dibujos, mapas y manuscritos del propio Tolkien.
Núñez llegó a estar tan inmerso en el universo creado por el escritor que asumió la presidencia del 'smial', o sede local, de la Sociedad Tolkien Española en Salamanca. «Existen secciones en todo el mundo, empezando por la Tolkien Society británica, que cuenta con el aval de sus descendientes. Hoy en día se diría que es un club de frikis», lamenta. Y reivindica el valor de la gente con aficiones como la suya, y más, tras el vasto trabajo artístico que lega.
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Ya sin cargos de responsabilidad, el profesor sigue inmerso durante su día a día en el imaginario de Tolkien.
El profesor explica, a pie de estudio, que siempre elabora varios bocetos antes de afrontar la ejecución de cada viñeta, ya que, según reconoce, es un elemento «técnicamente complejo», sobre todo por el hecho de ser tridimensional. «Influye la iluminación, desde qué lado la miras, y a qué altura o a qué distancia. No es lo mismo que una ilustración en papel», matiza. A partir de ahí, parte de una yerma estructura que va dando forma hasta conseguir la superficie exacta que busca. Ahí descansarán sus personajes, pintados con mimo a mano, representando las escenas más pintorescas de la literatura de Tolkien.
Núñez reconoce que, a día de hoy, no sabe dónde acabarán sus maquetas. «Sé que no las voy a vender. ¿Cuánto valen? Hay maquetas que tienen más de mil horas de trabajo», recuerda. En este sentido, si alguien le quisiera comprar alguna, el profesor asegura que le diría «empieza a poner ahí hasta que te diga basta», y aún así, tal vez al final no habría trato.
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Y que el profesor no se dedica a esto por dinero. Lo hace por una vehemente pasión que mueve su turbina artística y que, a la vez, destila por los cuatro costados al articular su encendido discurso. Pensando en el futuro, reconoce que le están «tirando los tejos» para montar, por ejemplo, una fundación. «No tengo descendientes, así que tendría que buscar alguna manera de dejar las maquetas. De momento, con que no se perdieran me valdría».
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