![El pequeño Alberto se despide del hospital tras ocho meses de incertidumbre](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/13/media/cortadas/alberto%20(2)-kvFH-U190619807429kfD-1248x770@SalamancaHoy.jpeg)
![El pequeño Alberto se despide del hospital tras ocho meses de incertidumbre](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/13/media/cortadas/alberto%20(2)-kvFH-U190619807429kfD-1248x770@SalamancaHoy.jpeg)
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Ocho meses de desesperación, de incertidumbre y de impotencia. La esperanza, siempre latente, se enfrentaba a algunos momentos de pesimismo pero lo que se mantuvo siempre fue la seguridad de que el pequeño Alberto saldría adelante y hoy, al fin, duerme en casa, según informa SalamancaHoy. El menor de cuatro años fue diagnosticado el pasado junio de linfoma de Burkkit, y aunque el tratamiento parecía dar buenos resultados, en noviembre la pesadilla volvió a sus vidas. Un segundo golpe que atizó con fuerza a los padres del pequeño: metástasis en varias zonas del cuerpo, una de ellas la médula.
La solución más eficiente era conseguir un donante de médula compatible para asegurar el éxito de la intervención. Por ello, los esfuerzos de los padres se centraron en hacer el caso del pequeño viral, impulsar las donaciones y dar por fin con un donante perfecto. Sin embargo, pasaban las semanas y los meses y el tiempo se agotaba. Una carrera contrarreloj que parecía no tener meta. Según se alejaba más del plan A, se acercaba más al plan B: intentarlo con sus propias células madre para hacerle autotrasplante.
Después de un proceso incansable, parece que finalmente esa segunda opción ha tenido resultados. Tras un arduo camino, el pequeño al fin ha sido dado de alta. Se despide de la cama del hospital y cambia las cuatro paredes blancas que durante meses se han convertido en su casa por el hogar que tanto anhelaba con sus padres y su hermano. «Está a tope», acierta a decir el padre del menor que al fin puede disfrutar del pequeño lejos del complejo asistencial.
No obstante, la felicidad sigue condicionada por un parpadeo de temor por que se vuelva a repetir. Tras casi medio año de un sufrimiento continuo, Luis solo espera que «no se repita nunca más y que se haya acabado con el linfoma». Las revisiones son ahora una prueba de fuego y, aunque cada día entrarán en la consulta con los dedos cruzados, esperan no volver a salir nunca más con una mala noticia.
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