María Jesús Gutiérrez
SALAMANCA
Domingo, 16 de mayo 2021, 11:10
La mesa redonda 'Vida de los pastores españoles, bereberes e inmigrantes. Aprovechando oportunidades de inclusión', moderada por Jesús Garrote, presidente de la Fundación Mil Caminos, abría ayer en la Hospedería Fonseca la segunda jornada del Curso de Innovación en Pastoreo e Inclusión Social, con la ... participación de pastores españoles (principalmente de Cantabria y Castilla y León) y marroquíes.
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Esa mesa redonda sirvió para dar visibilidad a un antiguo oficio y a las diferencias que existen. Así Jesús Garrote explicaba ayer a este periódico como desde la fundación llevan 15 años trabajando con los pastores bereberes y cuando alguna niña pastora viene aquí de intercambio lo que más les llama la atención es la hierba de los jardines, que les vendría muy bien para sus ovejas o cabras. Los pastores bereberes son nómadas y recorren diversos terrenos con sus haimas para conseguir zonas con hierba, aunque también siembran trigo al sur de Marruecos, pero éste tiene pocos nutrientes.
Por su parte, los inmigrantes que están en las casas de acogida de la Fundación Mil Caminos, procedentes de Nigeria, Marruecos... cuando llegan aquí lo que les llama la atención es la tecnología existente, pero echan mucho de menos a sus familias.
Familias que se convierten en muy importantes para los chicos que van allí en los veranos a trabajar, que comentan que «el cariño que les dan allí no lo han sentido aquí en toda la vida».
Junto a inmigrantes y bereberes también participaron en la charla una pastora de Cantabria, otra de Hinojosa de Duero que también tiene una quesería y varios de Castilla y León con rebaños de oveja, que contaron sus propias experiencias y la situación que viven en la actualidad. Durante esta primera charla se dejó constancia de que en España, hay trabajos esenciales que los de aquí no quieren hacer y son asumidos por los inmigrantes.
Por otro lado, sobre la jornada de ayer, desarrollada en Salamanca y Gomecello, Jesús Garrote quiso poner el acento y destacar el trabajo de los jóvenes de la fundación, «chicos expulsados de la escuela y a veces de sus familias» que se habían encargado de todo, puesto que «no hemos contado con ninguna empresa externa que los ayudara».
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