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¡Venga, vamos, encontrármelo ya, encontrármelo ya!» El capitán Blázquez, del GREIM de la Guardia Civil de Navacerrada (Madrid), un asturiano de Oviedo enérgico y experimentado, motiva a los suyos antes de que se suban al helicóptero que les soltará en mitad de la montaña ... helada para que busquen a José Antonio Martínez López, el montañero catalán desaparecido en la sierra de Béjar y Candelario (Salamanca) desde el pasado 29 de diciembre. Ese día, Martínez, 45 años, celador y auxiliar de Enfermería en el hospital de Mollet del Vallés (Barcelona), aficionado al montañismo, el buceo y la astronomía, se levantó temprano y sobre las siete de la mañana salió de casa de sus suegros en Ceclavín (Cáceres), donde pasaba la Navidad. 148 kilómetros y unas dos horas después, aparcó su coche en la plataforma El Travieso de Candelario (Salamanca), donde acaba la carretera y la montaña se vuelve más arisca. Poco después le envió a Merche, su pareja extremeña, un audio de WhatsApp avisándole de que empezaba esa ruta que ella no quería que hiciera. Sobre las dos y media, la mujer le escribió preguntándole qué tal le iba, pero José Antonio no contestó. A las seis de la tarde, le mandó otro mensaje, esta vez solo unas interrogaciones. Ese ya no le llegó. 15 días después, se le sigue buscando, informa el diario Hoy.
Intentar encontrarle es lo que ha reunido hoy aquí a ocho vehículos de la Guardia Civil, tres del 112 de Castilla y León y varios de particulares. Es jueves 12 de enero y estamos en 'La plataforma' de Candelario (874 vecinos), una explanada de asfalto –en rigor, el aparcamiento de un hotel de montaña cerrado– situada siete kilómetros por encima del pueblo y tres por debajo del Travieso. Aquí han roto pantalones deslizándose nieve abajo sobre sacos de plástico muchos niños del norte extremeño, hoy cuarentones o más. Lo normal de cualquier enero en este punto del sur salmantino es que la nieve domine el paisaje, pero este año no se ven más que algunas manchas blancas aisladas en las crestas más altas. Cuando el responsable del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña de la Benemérita pronuncia su arenga son las 11.34.
«Esta misión es técnicamente mucho más difícil que aquella», sitúa el capitán Blázquez, que en agosto del año 2019 tuvo en sus manos el cadáver de Blanca Fernández Ochoa, encontrado tras once días rastreando la sierra de Madrid. Fue el primero en llegar al lugar donde apareció el cuerpo tras el aviso del guía canino que lo localizó. «Allí –compara– buscábamos a una senderista en un lugar repleto de pistas forestales transitables; aquí buscamos a un montañero en un espacio mucho más pequeño pero más complicado, lleno de piedras muy grandes con caídas de varios metros, con cuevas y grietas, y con mucho granito, un material muy resbaladizo si está mojado».
Ese lugar en el que se perdió la señal del móvil del montañero y donde se centra la búsqueda es el Torreón, un paraje que José Antonio tenía entre ceja y ceja desde hacía tiempo, tras haber alcanzado cimas importantes en Cataluña y País Vasco. «Cuando le abrí la maleta en Ceclavín y le vi la ropa, pensé 'Esta vez no me salvo de que suba al Calvitero'. Llevaba como mínimo dos años hablándome de esa ruta», recuerda Merche Gasco, la mujer del desaparecido. Ella es de Ceclavín (1.801 habitantes), estudió Enfermería en Plasencia y trabaja también en el hospital de Mollet. Es enfermera de quirófano y del dolor, y profesora en un grado de FP. La pareja tiene una hija.
capitán blázquez
GREIM de la Guardia Civil de Navacerrada (Madrid)
«A las siete y media de la tarde, después de que no contestara los wasaps –reconstruye la mujer con orden y serenidad–, ya no aguanté y llamé a Jorge (González), el guía de la empresa (Turismo Activa) con la que José Antonio me dijo que iba a hacer la ruta. Porque como él sabe que a mí no me gusta que vaya a a la montaña solo, me dijo que había contactado con un grupo, y yo le pedí que me dijera qué grupo era y desde dónde iban a salir. Pero cuando hablo con Jorge, que se está portando muy bien, me dice que ellos no saben nada de José Antonio. Entonces llamé al 112, que mandó a la Guarda Civil de Béjar hasta El Travieso».
Esa patrulla constata que allí se encuentra el vehículo del montañero –ya no está, ha sido retirado–. Al poco llega al lugar una dotación del GREIM. Pese a ser de noche y hacer mal tiempo, dos miembros de esta unidad de la Guardia Civil inician la ruta hacia el Calvitero, siguiendo los pasos de José Antonio. «Esos dos agentes estuvieron toda esa primera noche buscándole en la montaña, hacía mucho viento y frío, y llovía», detalla el teniente Enrique Miguel, responsable de prensa de la Comandancia de la Guardia Civil de Salamanca.
«Ese primer día me quedé en Ceclavín porque me dijeron que no tenía sentido que subiera, por el mal tiempo que hacía –cuenta Merche Gasco–. Subí al día siguiente para encontrarme con Valeriano, un hombre de Burgos, de la asociación de voluntarios Ucas de Arrate, que hacía contactado conmigo para ofrecerme ir a buscar a José Antonio con un perro adiestrado en el rastreo de personas. Me dijo que era mejor hacerlo por la noche, cuando no hubiera gente, para no distorsionar el rastro. Hacía una noche infernal. Nos teníamos que agarrar al coche para que no nos tirara el aire. Valeriano me pidió que llevara ropa de José Antonio, que la cogiera con guantes. Lo hice, se la subí y fuimos hasta El Travieso. El perro siguió perfectamente el rastro de la ruta que él había iniciado y llegó hasta la cresta, pero eran sobre las tres de la mañana y la Guardia Civil nos dijo que nos bajáramos, que era una temeridad estar ahí. Esa noche dormí en el coche, en un aparcamiento de Candelario, con mi cuñado y un amigo que me acompañaban».
Al día siguiente, la Benemérita le buscó a la enfermera extremeña una casa rural en la que hospedarse mientras se busca a su pareja. Ella duerme los días que hay batidas, que no han sido todos desde que se activó la alerta. «No quiero polémicas, solo me preocupa que mi marido aparezca –deja claro–, pero sí creo también que es necesario contar lo que ha ocurrido. El día 31 hizo un viento horrible, y 1 de enero igual. No necesito que nadie me lo diga porque lo vi yo. Pero después ha habido otros días en los que se le podía haber buscado y no se hizo. En la primera semana de enero, me bajé a Ceclavín porque se me dijo que no le iban a buscar. El 7 de enero vinieron a verme la Subdelegada del Gobierno en Salamanca y el comandante de la Guardia Civil, y me dijeron que por razones técnicas y climatológicas, la búsqueda se suspendía hasta febrero. Ellos dicen que no me dijeron eso, pero yo sé perfectamente lo que me dijeron. En un momento así sabes bien lo que te dicen. A partir de ahí, iniciamos una petición en change.org para que no se le dejara de buscar. La han firmado más de cinco mil personas. Y contactamos con Subdelegación del Gobierno en Cáceres y con la Generalitat. Y luego me llamó Eloy Ruiz, delegado de la Junta de Castilla y León en Salamanca, para preguntarme qué pasaba y se lo expliqué. Esa misma noche me llamaron del 112 para informarme de que se reanudaba la búsqueda».
«A día de hoy, yo solo tengo palabras de agradecimiento, que quede claro», zanja Merche Gasco, que está particularmente agradecida a los voluntarios, a Jorge González y a la Guardia Civil. El teniente adjunto de la compañía de Béjar la informa cada mañana. «Y es impresionante –añade ella– lo profesionales que son la gente del GREIM».
Doce agentes de esta unidad participaron en el operativo del jueves -hoy viernes son 26-, divididos en cuatro grupos de tres componentes cada uno, que fueron montando en los helicópteros por turnos. Más el capitán Blázquez, que fue el último en subir a la aeronave. Su equipamiento incluía un dron.
teniente enrique miguel
Responsable de prensa de la Comandancia de Salamanca
«La búsqueda se hace ya sin perros, porque 15 días después de la desaparición no queda rastro fresco –explica el teniente Enrique Miguel–. Lo que hacemos es revisar sobre lo ya revisado, ir piedra por piedra. Y a distintas horas, porque la visión cambia al cambiar la luz. Donde por la mañana no has visto nada, igual por la tarde ves el reflejo de un mosquetón». El portavoz detalla también que por Candelario han pasado ya miembros del GREIM llegados desde Barco de Ávila, Arenas de san Pedro (en Ávila los dos), Navacerrada (Madrid) y Riaza (Segovia). También dos guías de la unidad cinológica desde Sierra Nevada (Granada) y helicópteros de León y Torrejón de Ardoz (Madrid), además de patrullas de Seguridad Ciudadana y del Seprona de la zona más próxima al suceso.
La tarea de todos ellos habría sido más sencilla si la triangulación de la señal del móvil se hubiera podido hacer como es habitual, o sea, recopilando la información de tres repetidores. Pero en la zona solo hay dos.
La ruta que inició José Antonio Martínez discurre por la cuerda del Calvitero, en un área próxima a los límites entre las provincias de Salamanca, Ávila y Cáceres. En esta última está el paraje del Torreón, la zona cero de la esperanza en torno al montañero catalán. Se cree que está en ese área porque es ahí donde se pierde la señal de su móvil y porque en una situación como la que él debió vivir, lo normal es que hubiera caminado a favor del viento, y eso le dirigía a la vertiente cacereña de la sierra. Los expertos asumen que está ahí, en la zona de piedras enormes, y no en cotas más bajas oculto entre los piornos.
La noche del día 29, en la ruta que él hacía llovió –se cree que lloviznaba cuando él se echó la mochila a la espalda–, granizó y el viento alcanzó los 80 kilómetros por hora.
«La principal hipótesis con la que se trabajó al principio –apunta Merche Gasco– es que hubiera sufrido un accidente, por el mal tiempo que hacía. Ahora pensamos más que se puede haber refugiado, porque entre las piedras grandes hay muchas pequeñas cuevas en las que protegerse. Yo no pierdo la esperanza de encontrarme con él. Porque él es un hombre fuerte, prudente, metódico, que sabe lo que hace. Espero verle y darle un abrazo lo primero. Bueno, me abrazará más él a mí, que es mucho más grande que yo. Y luego le daré una buena 'repasata' y le diré '¿Ves la montaña? Pues mírala bien porque no la vas a volver a ver'. Sabiendo lo que yo sé sobre salud, asumo que todo apunta a que él no ha podido sobrevivir dos semanas. Pero mi corazón me dice que José Antonio está vivo».
La ruta del Travieso al Calvitero «es fácil con buen tiempo y difícil con malo», dice Alejandro Lorente, senderista aficionado de Béjar que el pasado jueves batió la dehesa de Candelario junto a Sergio De la Peña, novio de la hija del montañero desaparecido. «Somos conscientes de la situación pero no perdemos la esperanza», dice este último.
Otro que el jueves buscó a José Antonio Martínez fue Jorge González, de la empresa Turismo Activa, que junto a un grupo de voluntarios salió de la Laguna del Duque (Ávila) y peinó esa zona. «Yo hago la ruta que empezó José Antonio unas 15 veces al año y aún hay veces que me desoriento –sitúa el guía–. Es una ruta fácil con buen tiempo, pero con niebla, mal tiempo o nubes bajas, al ser un paisaje plano, se pierden las referencias».
González ha organizado también una batida para este sábado, a la que están llamado solo aquellos voluntarios con experiencia en rutas de alta montaña y equipamiento para hacerla (esto incluye piolets, crampones o casco, entre otros elementos). También han organizado grupos para salir a buscar a José Antonio Martínez, o han ayudado a hacerlo, las federaciones de deportes de montaña y escala de Extremadura, Madrid y Caataluña. La Subdelegación del Gobierno en Castilla y León ha pedido que en estas salidas solo participen voluntarios acostumbrados a la alta montaña, dada la dificultad del terreno en el que se busca al montañero desaparecido. Las autoridades justifican esta prevención en el temor a que se produzcan más accidentes y el escenario empeore al tener que buscar a más de una persona.
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