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fEl presidente de la Diputación de Salamanca, Javier Iglesias.
Memorias que huelen a lumbre

Memorias que huelen a lumbre

ESPECIAL MUNICIPALISMO. EL PATRIMONIO INMATERIAL DE CASTILLA Y LEÓN ·

«Nuestro patrimonio inmaterial son olores, sabores, recuerdos que nos han quedado grabados»

FRANCISCO JAVIER IGLESIAS GARCÍA. PRESIDENTE DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SALAMANCA

Sábado, 1 de mayo 2021, 14:04

Existen cientos de pequeñas celebraciones, singulares muestras de folclore que son motivo de orgullo por su pervivencia a lo largo de los siglos.

Olvidar esas raíces profundas nos empequeñece, nos desubica y cuando se va borrando una parte de las intrahistorias de las que nos componemos, perdemos también la esencia que da significado a lo que somos.

Por eso las tradiciones forman parte de nuestro ser. Por eso se repiten generación tras generación, se preservan y se comparten. Son parte inalterable de lo que todos nosotros somos como sociedad.

La provincia de Salamanca ha sabido mantener su esencia y cada uno de los 362 municipios atesora, de un modo u otro, tradiciones que le son propias, algunas de ellas realmente ancestrales.

«Cada uno de los 362 municipios de Salamanca atesora, de un modo u otro, tradiciones que le son propias, algunas de ellas realmente ancestrales»

jAVIER iGLESIAS

Mientras perduren esas celebraciones, de excepcional valor etnográfico y cultural, pervivirán los municipios y el interés por regresar a ellos. De ahí la necesidad de mantener vivas aquellas celebraciones que nos son tan propias, tan queridas y que, además, nos diferencian.

Cuando regresas a tu pueblo para celebrar la matanza tradicional, ya casi de forma inmediata tu mente evoca los recuerdos asociados a la casa de los abuelos. Al trajín de las mañanas frías donde todos tenían una tarea específica, incluso los niños, porque ese día, era día de fiesta.

Carnaval del Toro mirobrigense.

Ese olor a lumbre y el sonido de los cánticos que acompañaban esta jornada, ha quedado grabado inalterado en la mente de muchas generaciones. Hoy, la celebración de la matanza tradicional se ha convertido en una fiesta abierta a todos, especialmente, a quienes no tuvieron la ocasión de vivirla en primera persona.

Con este ejemplo tan vívido en mi memoria, quiero defender el valor y la importancia de esas tradiciones que, desde la Diputación de Salamanca, hemos sabido potenciar para su preservación y divulgación, incluso como un recurso turístico más. Pero ejemplos, como éste, hay muchos en nuestra tierra.

«No podemos privar a las próximas generaciones de esos sentimientos que un día marcaron al niño que fuimos y que se han mantenido inalterables con el paso de los años y a lo largo de la historia, como parte de una identidad común»

jAVIER iGLESIAS

Así, en enero arrancan las matanzas tradicionales. Continúa el mes de febrero con la celebración de uno de los festejos más antiguos de España y de carácter único: el Carnaval del Toro mirobrigense. Es sin duda, merecedor de la declaración de Fiesta de Interés Internacional, porque, de hecho, su foco de atracción trasciende nuestras fronteras.

A lo largo de la provincia y en el transcurrir de los siguientes meses, continúan las tradiciones con el Noveno de San Felices de los Gallegos; los singulares Hombres de Musgo de Béjar y sus tintes históricos; la representación del triunfo del bien sobre el mal en La Alberca, con La Loa; o las fiestas en honor a Santa Teresa que se celebran en Alba de Tormes.

Jornadas de la matanza de Guijuelo.

Son nuestro Patrimonio Inmaterial municipal, al igual que lo son las almendras garrapiñadas que nos daban las abuelas o las floretas fritas al fuego que se hacían los domingos en Semana Santa; las nanas que nos cantaban al lado de la cuna para acompañar las noches en vela; los botijos que hacían los artesanos para conservar el agua fría todo el año.

Porque al final, nuestro patrimonio inmaterial son olores, sabores, sentimientos, recuerdos que nos han quedado grabados gracias a nuestros bisabuelos, abuelos, padres y madres. Y nosotros debemos seguir trasmitiendo ese legado.

No podemos privar a las próximas generaciones de esos sentimientos que un día marcaron al niño que fuimos y que se han mantenido inalterables con el paso de los años y a lo largo de la historia, como parte de una identidad común.

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