María Walias viaja al interior de sus personajes

Ayer abrió su año expositivo la sala de La Salina de la Diputación de Salamanca con la muestra de María Walias, una artista para mi desconocida, natural de Macotera y que lógicamente encaja con la vocación de la corporación provincial de defensa y promoción de los valores salmantinos. Otro detalle, de nuevo en La Salina se vuelve a apostar por el género femenino, circunstancia a tener en cuenta en el mundo expresivo en el que las mujeres han tenido que romper tatúes y abrirse paso a golpe de constancia y perseverancia.

El diputado de cultura, David Mingo, acompañado de la pintora, presento la exposición y el catalogo en la Sala de las Comarcas de la Casa Palacio, realizando a continuación un recorrido por la muestra.

La alumna de Concha Pérez Daza y de Adolfo Marqués, que inicio su formación pictórica en la Escuela de Artes y oficios de Avilés, presenta una exposición variada tanto en los temas como en sus diferentes épocas.

A destacar en la muestra retratos, bodegones y algunas obras de carácter religioso entre las que hay que destacar el Cristo de la lágrima –de emotiva expresividad- y una 'Soledad' que encantara al hermano mayor de esa cofradía en Salamanca, mi amigo Miguel Hernández.

En varios de los retratos, sin necesidad de conocer a los modelos, se observa que la logrado captar algo más que una coincidencia física, que ha ahondado en el estudio profundo de la personalidad de los retratados en busca de ese interior que individualiza a cada ser humano. Alguno de ellos demuestra una especial sensibilidad de la pintora para el tratamiento del género, aunque es cierto que no todos tienen el mismo nivel.

A pesar de que no han faltado los críticos que han considerado el bodegón una segunda división de la pintura, los legados de los Van der Hamen, Meléndez, Zurbarán, Sánchez Cotán, Eugenio Lucas o Sánchez Coello, se encargaron de colocar las naturalezas muertas en su justo lugar del ranking pictórico.

Los bodegones de María Walias, a través de su diseño, cromatismo e iluminación, logran efectos de serenidad, bienestar y armonía, con lo que se acerca sus objetivos de alcanzar la libertad compositiva que pretende todo artista.

Su realismo figurativo hace un guiño al surrealismo cuando deja volar su imaginación en forma de una mariposa, en ocasiones apenas sugerida, cuando aletea en el fondo de varios de sus cuadros. Es una mariposa que podría estar trasladándonos a ese filón inagotable y siempre mágico del simbolismo y que conduce a los parajes más sutiles de la creatividad.

Y hablando de simbolismo no debemos olvidar ese gato que se repite en varias de las obras, animal de carácter sagrado y que dado su tono dorado hay que interpretarlo como un presagio de prosperidad, la misma que deseamos a la exposición abierta hasta el domingo 31 de enero.