Isabel Villar: «Dicen que mis cuadros dan paz y para mí es suficiente»
La pintora salmantina, protagonista del vigésimo aniversario de la capitalidad europea de la cultura, repasa su trayectoria artística con motivo de la exposición antológica 'Leones en el jardín', que permanecerá en el Da2 hasta el próximo 2 de mayo
Javier A. Muñiz / ICAL
Salamanca
Domingo, 30 de enero 2022, 12:12
Isabel Villar (Salamanca, 1934) comenzó a dibujar a los siete años. De San Eloy dio el salto a la Real Academia de Bellas Artes de ... San Fernando, en Madrid. Después formó parte de varios grupos artísticos, antes de contraer matrimonio, en 1963, con el también pintor Eduardo Sanz. Sobre aquellos comienzos en la capital del Tormes y sus relaciones en la metrópoli reflexiona durante una entrevista con la Agencia Ical. Habla de sus motivaciones y de lo que inspira sus trazos. Su obra bascula entre el feminismo y el naturalismo con impulsos pioneros de mujer adelantada a su tiempo. En 2018 recibió la Medalla de Oro de Salamanca, donde regresa para protagonizar la apertura de los actos organizados para celebrar el vigésimo aniversario de la capitalidad europea de la cultura. Su exposición retrospectiva 'Leones en el jardín', permanecerá hasta el próximo 2 de mayo en el Museo Da2 Dommus Atrium 2002.
Vuelve por todo lo alto con una exposición retrospectiva a Salamanca, su patria chica.
¿Qué supone este regreso?
Me ha gustado muchísimo que me lo hayan propuesto porque, efectivamente, va a ser, como yo digo, tal vez mi última exposición. Bueno, eso tampoco lo sé. Pero sí sé que han hecho una gran selección con cantidad de cuadros de todas mis épocas desde que acabé la carrera en San Fernando. Estoy muy contenta y muy agradecida a mi ciudad, qué duda cabe.
¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la pintura en Salamanca?
Desde muy pequeña tuve mucha afición a dibujar, primero, y más tarde a pintar. Me estuve preparando en la Escuela San Eloy de Salamanca con unos magníficos profesores porque ingresar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, en aquella época era muy difícil. En mi año nos presentamos más de un centenar y aprobamos a la primera solo unos 40. Tuve la suerte de ingresar junto a otras tres salmantinas que vinieron conmigo. Me preparé allí con Manolo García y Zacarías González, que fueron también estupendos profesores. Una vez acabé la carrera seguí pintando y dibujando porque fue mi vocación desde que nací. Después de los cinco años de la carrera de Bellas Artes empecé a hacer exposiciones. Siempre tuve claro que yo lo que quería era ser pintora, no profesora de arte, que me parece muy importante, pero te ocupa todo el tiempo, y no pintas. Tomé la decisión de solo ser pintora. Además, me casé con un compañero de curso, con lo cual, nos dedicamos a pintar los dos toda la vida. Mi marido, Eduardo Sanz, murió hace ocho años. Y a pesar de que dentro de nada hago 88 años, sigo pintando porque es lo que más me gusta.
¿Cuál fue el poso que le dejó su paso por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando?
Tuvo mucha importancia para mí porque tuve la gran suerte de que en mi curso, casi lo que más, los compañeros aprendíamos unos de otros. Muchos nos dedicamos luego a pintar y a hacer exposiciones. Algunos otros cursos se dedicaban sobre todo a la enseñanza y apenas guardaban relación entre ellos. Sin embargo, yo tuve unos compañeros estupendos. Sería difícil decir todos, pero estaban Alfredo Alcain, Vicente Vela, el propio Eduardo Sanz… Muchos. Entre las pintoras, por ejemplo, una que ya falleció y después dejó de pintar, Teresa Gaite, que era prima de Carmen Martín Gaite, de Salamanca, también se había preparado en San Eloy y fue una magnífica pintora. Fueron cinco años de los mejores de mi vida porque vivimos todo el tiempo entre galerías y exposiciones. Raro el día que no íbamos al Museo del Prado un ratito. Fue una preparación intensa. Luego ya me casé y me fui a Santander unos años. Allí seguimos pintando y, después, nos volvimos a Madrid. A Salamanca ahora vengo menos porque estoy mayor y me cuesta más, pero he seguido viniendo a menudo, porque toda mi familia es de aquí. Mis padres y mis hermanos mayores fallecieron, pero sigo conservando un piso, que era de mi abuela, en la Plaza Mayor, nada menos. Y hace tres años me dieron la Medalla de Oro de la ciudad, así que siempre he tenido un contacto muy grande con Salamanca. Y además, Salamanca es Salamanca...
¿Fue difícil abrirse paso en el mundo artístico para una mujer en esa época?
Sí, porque en la primera época de nuestro curso, solo éramos diez mujeres entre unos 40 alumnos. Además, la mujeres siempre hemos estado detrás, o siempre nos han puesto detrás. Por eso, en la época en que yo empecé a pintar, al acabar la Escuela, hice una pintura que se viera que era femenina. Era cuando llegó el furor del abstracto, que a mí me gustó mucho, pero no para hacerlo yo. Me apetecía más una pintura que fuera mía, que se notara que era yo. Eso siempre me ha pasado. Enseguida se conocía si eran cuadros míos.
¿Es feminista su pintura?
Bueno, sí. Feminista, pero no de eliminar a los hombres porque tampoco es eso. Pero sí he intentado siempre que nuestro trabajo, como ya se está consiguiendo un poco, aunque difícilmente, fuera a la par que el de los hombres.
¿Y naturalista? Porque otros de sus elementos predilectos son la fauna y la flora...
Verdaderamente, yo he llegado a la conclusión de que una las peores especies que hay en el universo es el ser humano. Nos estamos pegando unos con otros, mientras los animales salvajes son amigos entre ellos y si matan es para comer. Yo creo que no son tan bestias como somos lo seres humanos ,que la mayoría estamos odiándonos unos a otros.
Creyendo como cree en el poder reivindicativo del arte. ¿Cuál es el mensaje que envía?
Mi mensaje es un poco utópico, claro. Es de paz y de convivencia, de respetar más a la naturaleza… En fin, todas esas cosas que no hacemos. Pero por lo menos yo tengo la suerte de que, como lo puedo pintar, me divierto y me lo paso bien. También hay personas que tienen mis cuadros y me dicen que cuando llegan agobiadas de la oficina, se ponen a mirarlos y les da paz. A mí me parece suficiente.
¿Dónde busca cada mañana sus fuentes de inspiración?
Quitando los animales, que quiero que sean muy realistas y me apoyo en los libros, el resto de figuras, que suelen ser mujeres, y los paisajes, me los invento. Eso es lo que más me divierte. Más que copiar, ir improvisando casi sobre la marcha. Reconozco que todavía con la edad que tengo sigo disfrutando mucho con la pintura. Y no me pasa a mí sola. Lo comento con otros compañeros y concluimos que tenemos esa gran suerte. También le puede pasar a un pianista o a un escritor.
Entonces, ¿queda cuerda para rato?
Eso ya no lo sé. Este mes, por ejemplo, me operan de cataratas y de glaucoma. Ya voy teniendo bastantes cosas. Y hace dos años me operaron de una pierna, pero sigo pintando. La pandemia me la pasé pintando para una exposición que hice el año pasado con cuadros del confinamiento. Yo creo que, con la edad que tengo, voy a pintar ya hasta que… Eso es lo que he hecho toda la vida, pintar.
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