La huella de Salamanca en Las Edades del Hombre a través de 400 obras
Tres de sus veinticincoediciones de diálogo entre fe y arte se celebraron en la provincia
PAULA HERNÁNDEZ
Jueves, 10 de mayo 2018, 11:38
La contribución de Salamanca a Las Edades del Hombre, a través de sus veinticinco ediciones de diálogo entre fe y arte –también aparecen, ahí, la revalorización del legado patrimonial y el signo de identidad–, se cifra en 400 obras. Son datos oficiales, que se constatan con la revisión y consulta de las fichas técnicas de las muestras, avaladas por la Fundación. No es poca cosa. La aportación de la diócesis salmanticense es la más elevada, y alcanza el 70 % de la suma total de las piezas; la participación de la sede mirobrigense se sitúa en el 16 %. La cooperación de la zona charra adscrita pastoralmente al obispado de Plasencia resulta testimonial. Además, han colaborado varias instituciones civiles en esa larga historia. Las principales prestatarias son la antigua Caja Salamanca y Soria, las Universidades Civil (a través del Archivo y de las Bibliotecas Antigua y General) y Pontificia, el Museo de Bellas Artes. Asimismo, distintos artistas originarios de la capital y de la provincia (Venancio Blanco y Luis de Horna, entre otros) han participado con sus trabajos, provenientes de sus colecciones particulares o de diferentes entidades, en esta propuesta cultural, que se puso en marcha en 1988, según la idea del escritor José Jiménez Lozano y del cura José Velicia, con «El Arte en la Iglesia de Castilla y León», en Valladolid. La decidida implicación provincial reúne una singularidad: ha sido sede en tres ediciones: Salamanca (1993-94), Ciudad Rodrigo (2006) y Alba de Tormes (2015).
A veces hay que mirar hacia atrás, para hacer recuento y memoria (lejos de la nostalgia que edulcora o desvirtúa) y, así, contemplar con mayor nitidez los perfiles de aquella realidad: el camino hecho, bien empedrado o encharcado y con barrizales. En las tres primeras ediciones, la aportación de Salamanca a la muestra no fue reducida. La ya citada de Valladolid contó con 16 piezas de la diócesis salmanticense y 3 de la mirobrigense. En Burgos ('Libros y documentos en la Iglesia de Castilla y León', 1990), se contabilizaron 64 obras, de las que 59 pertenecían al primer Obispado. Entre ellas, cartas de donaciones (del Cid, el conde Raimundo de Borgoña, doña Jimena), decretos, provisiones y privilegios reales, bulas y breves pontificios, memoriales a los monarcas, decretos episcopales (uno: prohibición por parte del prelado diocesano de los toros en el Cueto, zona donde se criaban reses bravas y se hallaba un santuario mariano), contratos artísticos, un diccionario de la Lengua Castellana de la RAE de 1726, o volúmenes en hebreo y árabe. El Colegio-Noviciado de los PP Jesuitas, los archivos de la Catedral y Diocesano cooperaron con las cifras más copiosas... Y en la capital del Viejo Reino ('La música en la Iglesia de Castilla y León', 1991-92), fueron expuestas 25 piezas, donde se incluye el único ejemplar mirobrigense (una composición de Diego Llorente, organista navarro). Entre globos terráqueos y esferas celestes o armilares, trompas y chirimías, oboes y orlos, motetes y sonatas. Y, además, como en Valladolid y después en Amberes, el órgano del XVI «del maestro Salinas», catedrático que tan bien veía el ritmo de las cosas.
'El contrapunto y su morada', en las Catedrales
Ni comparación con lo que vino después: 'El contrapunto y su morada', en las Catedrales Nueva y Vieja de Salamanca, del 3 de diciembre de 1993 al 30 de octubre de 1994, con 215 piezas distribuidas en ocho capítulos expositivos y, sí, 1.303.000 visitantes. «Intentamos asomarnos al arte actual y su futuro», aseveró José Velicia. Los obispos de la región escribieron: «La aspiración más profunda», que palpitaba en Las Edades del Hombre, «se halla en perfecta sintonía con cuanto Salamanca es y con lo que ha significado en las diversas etapas de su larga historia». Esa edición pretendía mostrar que «el orgullo por nuestro pasado nos abra a un futuro distinto, no porque olvida, sino porque asume». El relato se ilustró con obras de creadores antiguos y modernos, como Jacobo Duck, Joos de Momper, Justus von Huysum, Jan Miense… y Zuloaga, Saura, Miró, Vela Zanetti, Millares, Benjamín Palencia o Juan Manuel Díaz Caneja. En esa amplia nómina artística deben incluirse la toresana Delhy Tejero, de exquisita sensibilidad, y el benaventano José Luis Coomonte, así como los salmantinos Zacarías González, Agustín Casillas o Severiano Grande. Se fusionaban tiempos y se contraponían estéticas. La participación de la sede salmantina resultó mayoritaria: cedió 58 piezas para la muestra. Por el contrario, la presencia civitatense resultó muy reducida (1). La representación institucional no fue pequeña: Catedrales, Palacio Episcopal, fondos de la antigua Caja Salamanca y Soria, Museos de Salamanca, Historia de la Ciudad y Municipal de Béjar, Casino y fondos artísticos de la Diputación Provincial, sin desdeñar a las colecciones particulares.
El primer ciclo, que se prolongó hasta 2010, incluyó otras once exposiciones, nacionales e internacionales. Y el aporte artístico salmantino, global, se mantuvo en sus antiguos cauces en Amberes (Bélgica, 1995, 'Flandes y Castilla y León'), con 27 obras. Después se adelgazaron los guarismos: El Burgo de Osma (Soria, 1997, 'La ciudad de seis pisos'), 2; Palencia (1999, 'Memorias y esplendores'), 3; Astorga (2000, 'Encrucijadas'), 9; Zamora (2001, 'Remembranza'), 10; Nueva York (Estados Unidos, 2002, 'Time to Hope'), 5; Segovia (2003, 'El Árbol de la Vida'), 6; Ávila (2004, 'Testigos'), 10; Madrid (2005, 'Inmaculada'), 5; Ponferrada (León, 2007, 'Yo Camino'), 11, y Soria (2009-10, 'Paisaje interior'), 5.
Ciudad Rodrigo, en el ciclo primero
En ese ciclo inicial se incluye la muestra de Ciudad Rodrigo, con el lema de 'Kyrios' (Señor, en griego) y 201 piezas, en el año 2006. Permaneció abierta del 9 de junio al 9 de diciembre, y al acto inaugural asistieron los entonces Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, con el sacerdote José Ángel Rivera como comisario. En la Catedral de Santa María, a través de cinco capítulos, la historia de la salvación y el misterio de Cristo. Pudieron contemplarse tallas, capiteles, relieves, códices, biblias, cálices, custodias, cruces de altar y procesionales, pilas bautismales, sacras, tapices, dalmáticas y otros elementos artísticos y litúrgicos. Obras de Diego de Siloé, Luis de Morales, Lucas Jordán, Fernando Gallego, Esteban de Rueda o Rodrigo Alemán. Y más allá, estos nombres: Felipe Bigarny, el boloñés Guido Reni, el orfebre Enrique de Arfe… De nuevo, la contribución de las dos diócesis, salmantina y civitatense, debe calificarse como alta. La sede organizadora aportó 24 piezas y la restaurada por el obispo-guerrero Jerónimo estuvo representada por 35.
La exposición de Las Edades del Hombre cambió la vida cultural y económica –algunos llaman a eso «dinamización»–, durante unos meses, de la ciudad. El interés quedó registrado en el número de visitas: 550.253 personas (no faltaron las procedentes de Portugal) cruzaron la puerta de la Seo de Santa María para conocer o admirar la muestra. Echado el cierre, el desmontaje dio lugar a un importante hallazgo: la imagen de san Blas, colocada en el ático del retablo de la capilla del Sagrario, disponía de un báculo –de la escuela de Limoges y en buen estado de conservación– que los expertos dataron de principios del XIII. Fue expuesto en la posterior edición (Ponferrada, 2007), lo que confirmaba su importancia artística.
El proyecto cultural, religioso y sociológico se renovó en Ciudad Rodrigo. En Madrid (2005) concluía una etapa, «quizá excesivamente personalizada», con planteamientos correctos, «metódicos», que dejaban «poco margen para la reinvención o la novedad», según Rivera de las Heras. La exposición podía clausurar el proyecto, «la aventura», con Kyrios. Podía ser, también, lo contrario: un «nuevo impulso» para continuar en el esfuerzo, aunque de distinta manera, en el estilo de imaginar, entender, expresar y presentar las muestras temporales «de arte cristiano con calidad, éxito y aceptación». No lo tuvo fácil el comisario. Hubo de resistir presiones (reparos al título con latinajo, al cartel anunciador, a la música ambiental diferenciada en cada capítulo…) con habilidad y fortaleza. Y corrigió olvidos, como la paupérrima participación de la Iglesia portuguesa, pese a que había patentizado su predisposición con anterioridad. «El comisariado de aquella exposición fue en determinados momentos un paseo triunfal, y en otros una verdadera carrera de obstáculos». Al final, eso: finis coronat opus. Éxito de público y crítica. Y signo de renovación, con el reconocimiento de quienes pusieron en marcha la iniciativa, con un criterio cultural y evangelizador.
Alba de Tormes, con Santa Teresa, en el segundo
El segundo ciclo se inauguró en 2011, con 'Passio', en las dos Medinas (del Campo y de Rioseco, en Valladolid: 13 piezas procedían de Salamanca. Y llega hasta hoy, con 'Mons Dei', en la palentina Aguilar de Campoo, con 2 (o 5, según se mire, si también cuenta el paisanaje de los autores). Son ocho ediciones. Entre una y otra, 'Monacatus' (Oña, Burgos, 2012): con la aportación de 2 obras; 'Credo' (Arévalo, Ávila, 2013): 6; 'Eucharistia' (Aranda de Duero, Burgos, 2014): 6; 'Teresa de Jesús, maestra de oración' (Ávila y Alba de Tormes, 2015): 16: 'Aqua' (Toro, Zamora, 2016): 10, y 'Reconciliare' (Cuéllar, Segovia, 2017): 4. Aguilar de Campoo, ahora: ya está dicho. (La menor 'concurrencia' se concreta en Burgo de Osma y Oña, con dos piezas en cada caso). La impronta salmantina se encuentra en la vigésima edición y su memoria de la santa andariega, de bien escribir y llano sentir, que ejerció magisterio perdurable. La sede de Alba de Tormes (la basílica dedicada a la bienaventurada) acogió el quinto capítulo, con 61 piezas. El territorio provincial aportó 16. Llamativa fue, para el visitante, la matrícula de San Juan de la Cruz, que se conserva en el Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca. Zurbarán, Salzillo, Ribera, Lucas Jordán, Goya, que se las pintaban bien, no le hicieron sombra… La Reina Sofía presidió, el 23 de marzo, el acto inaugural, cuando se cumplía el quinto centenario del nacimiento de la fundadora abulense. Las dos sedes alcanzaron 402.352 visitas. Como en las ediciones anteriores, madrileños, andaluces y castellanoleoneses sumaron las mayores cantidades de afluencia.
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