Entusiasmo y gran expectación por Morante de la Puebla con toros del Niño de la Capea
VALERO ·
Sin tener una gran tarde, deja retazos de mucha torería y arte ante un público entregado que llenó la plaza en la primera cita taurina del añoFAUSTINO ANDRÉS MARTÍN
SALAMANCA
Domingo, 30 de enero 2022, 11:56
A yer los accesos a Valero eran una construcción figurativa de una línea incontable de coches aparcados. Quimérico parece, pero las personas actúan y la amabilidad está casi siempre inspirada en la belleza del paisaje. ¿ Quién viene a Valero y no conversa con su gente. Ellos no ocultan su vida, desvelan su historia como vecinos tratables con voluntad de agradar. Por esto conoces las muestras de muestras prerromanas, el origen de la plaza de toros, situada a la orilla de río Chico, un espejo en el corazón de la Sierra de Las Quilamas, con un graderío natural en acusada pendiente recubierta de encinas y olivos. Esta claro que la civilización ha crecido en función de la abundancia de agua dulce
Contentos nos damos con tener un sitio en la plaza, bien cuidada y adornada por doquier con emblemas nacionales. Entre el alborozo se presenta Morante con su cuadrilla, traje campero y zajones con detalle de moda, gusto y el ideario de la elegancia.
Los toros del Niño de la Capea, en general, nobles, pero de poco recorrido. Con el primer novillo un utrero, bien conformado, el torero realiza un trabajo perseverante dado que muestra nobleza pero no mucho recorrido. Se luce con verónicas y chicuelinas, seguidamente, solvencia de la cuadrilla con las banderillas y Morante se prepara para brindar al público. La faena tiene calidad, pero el novillo no transmite lo necesario. Sin embargo, el personal está gusto con lo que ve, deja una estocada casi entera y aunque el animal tarda en morir se le concede una oreja.
El segundo es un toro ancho, bonito por hechuras, el maestro lo prueba por ambos pitones, aprieta en algunos lances y lo deja para que entre al caballo. El encuentro es emotivo dado que el toro se viene arriba y está con la quietud del publico por el derribo de la cabalgadura. A partir de aquí recibe al astado cerca del burladero con unos ayudados de torero clásico para seguir la faena con naturales y derechazos que nos evoca el momento que atraviesa de temple y dominio.
El toro colabora más, y el diestro emprende sin titubeos unos trincherazos de rodilla en tierra que hace que surja la modalidad emocional artística pura en la resonancia de los espectadores. No acierta a la primera en la suerte suprema y aparecen algunos pañuelos sin consistencia para cortar la oreja.
Al final, eran muchos lo que querían posar junto al torero, con el entusiasmo y el plan tonificador de Valero por los grandes toreros que pasan por su coso, se le saca en hombros ante el recuerdo fotográfico del acto
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