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Chema sánchez
Salamanca
Miércoles, 22 de diciembre 2021, 10:37
La Torre de los Anaya (o de Abrantes ) ha sido uno de los monumentos salmantinos más debatidos durante el último medio siglo. Una serie de intervenciones, algunas de ellas carentes de criterios arquitectónicos y otras, simplemente, de buen gusto, convirtieron el edificio de la calle San Pablo en objeto de la polémica.
Ahora, tras la restauración y rehabilitación llevada cabo gracias a los esfuerzos de Ayuntamiento, Diputación y el 1% Cultural para la rehabilitación de Bienes de Interés Cultural, abre de nuevo sus puertas y lo hace a través de la obra de Agustín Casillas que hubiera cumplido hace poco un siglo de vida. La antológica que marca el hito de este acontecimiento es, desde mi punto de vista, la exposición más completa que se ha presentado del escultor salmantino.
Presidieron el acto inaugural de la exposición 'Agustín Casillas. Centenario (1921-2021)' el alcalde de la Ciudad, Carlos García Carbayo, y el presidente de la Diputación, Javier Iglesias, que estuvieron acompañados del diputado de Cultura, David Mingo, y del gerente de la Fundación Salamanca Ciudad de la Cultura, José Luis Barba.
Es cierto que Salamanca se convirtió hace tiempo en el museo urbano de Casillas. Ningún artista esta tan representado en la ciudad como el bueno de Agustín que acapara con sus obras plazas, calles, plazuelas, jardines y paseos de nuestra ciudad. Pero no es menos cierto que su obra – tal y como declara su hijo Antonio y se puede confirmar en esta muestra- está reclamando una sede permanente, en la que salmantinos y foráneos podamos disfrutar de la ingente y exquisita obra, unas 60 piezas, de formato pequeño y medio que se pueden ver ahora en los Abrantes.
El alcalde reivindicó la figura de este artista de primer nivel que es Agustín Casillas y el presidente de la Diputación resalto la importancia del nuevo escenario que colabora a considerar la calle San Pablo como la milla de oro de la cultura salmantina con esa línea que une La Salina-Clavero-Abrantes-San Esteban.
De los destacadísimos escultores que han enriquecido nuestra ciudad con sus trabajos ninguno tiene tantas obras en las calles y plazas salmantinas como Casillas. Esto se debe a razones tan sencillas como son la categoría de sus esculturas, la accesibilidad del artista, la conexión de Agustín con el espíritu de una ciudad en la que vivió, paseó y con la que se identificó en cuerpo y alma. A lo anterior hay que añadir lo apuntado con acierto Paco Morales, el día de su ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos: «estamos ante el escultor del alma charra».
Casillas nunca renunció a la utilización de las diferentes materias y técnicas. Todos conocemos la calidad de sus trabajos en bronce, alabastro, madera, piedra de Villamayor, barro o escayola. Sin embargo, tenemos la seguridad de que Casillas donde se sentía más seguro e identificado era con el hormigón, un material definitivo y no excesivamente caro.
Las esculturas de hormigón de Agustín no trasmiten el frío característico de esta materia. Probablemente el espectador capta delante de estas obras el calor que puso el artista, primero en su proyecto, y después en la elaborada ejecución de la forma definitiva de aquella idea que después se hace definitiva.
Decía Agustín que, al margen de gustos personales, que la temática del arte depende de las preferencias del comitente. Pero al margen de los trabajos de encargo el abanico temático de Casillas es amplio y variopinto.
En su iconografía hay obras religiosas, mitológicas, alegóricas, históricas, retratos, maternidades, monumentales, sin renunciar a nada ni a nadie. Hay muestras en museos, galerías, colecciones públicas y privadas, y en ese otro «museo urbano» de las calles y plazas de Salamanca esculturas de todo tipo. Pero de igual modo que es el hormigón su materia y técnica favorita, son los personajes populares, los y las mujeres del agro y los pueblos de Salamanca con los que se recrea y se siente más identificado. Para expresarse con el hormigón como lo hace Casillas, hace falta tener muy enraizadas las sensaciones y sentimientos con lo genuino y lo popular.
El escultor es capaz de trasladar a la materia las vivencias acumuladas en su deambular por Salamanca y su entorno. De la mano de Casillas van apareciendo los personajes que parecen sacados de la plaza del pueblo de la solana del ayuntamiento, del mercado, de la viña, de la fragua o de la cantera. Gitanos, tratantes, montaraces, pastores, albercanos, sembradores, campesinos, tamborileros… dan vida a la plaza pública de su obra. Y es que lo humilde, lo cotidiano, hay artistas que son capaces de elevarlo a la categoría de universal.
La primera escultura pública de Agustín Casillas en Salamanca es 'El niño del avión' que en algunas fuentes aparece esculpida en piedra de Villamayor en 1950 y que fue instalada en 1954 sobre una columna de cuatro metros al comienzo del Paseo Carmelitas, según se llega desde la Puerta de Zamora. Sus hijos, Lydia y Antonio, presentes ayer en la exposición, nos aclararon que la escultura es de 1952 y nos confirmaron el lamentable estado en que se encuentra. Sería una pena que el deterioro continuase y creo que la gran solución podría ser fundir la pieza en bronce y reservar la escultura actual, debidamente restaurada en el Ayuntamiento, en el museo provincial o en la sala o museo que reivindica Antonio Casillas para el legado artístico de su padre.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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