Alfredo Pérez Alencart, además de referencia poética y gestor cultural para ambas orillas del idioma, es profesor de Derecho Laboral Internacional y de la Unión Europea en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca. En esta oportunidad queremos preguntarle sobre la difícil ... situación del planeta deriva del Covid-19, tanto desde una pserspectiva general como local.
-¿Considera que habrá un antes y un después de esta pandemia?
–Es evidente, por los datos que vamos conociendo. Es más, los expertos en epidemiología ya nos advierten que este es el coronavirus 3, pero que se esperan un cuarto y un quinto virus diferentes. Desde hace cuatro o cinco años lo venían haciendo sobre un virus letal, que es el ahora conocemos, pero los líderes políticos y económicos desviaron la mirada y los fondos, descuidando las investigaciones y las medidas preventivas. Lo de Trump, congelando los fondos que su país destinaba para la OMS, es casi delictivo, máxime en pleno desastre y cuando está demostrado que la lucha debe ser global, pues no hay muros que detengan a estos invasores invisibles que cercenan vidas. No entiendo a sus votantes, especialmente a los denominados cristianos evangélicos, quienes proclaman luchar por la vida desde el feto. Ante estas realidades y amenazas, el mundo está necesitado de Humanidad, de mayores dosis de solidaridad y de menos destrucción de los recursos naturales no renovables. Pero vemos que hasta los magnos defensores del capitalismo se tornan en mansos comunistas, al pedir o exigir que el Estado se haga cargo de todos los gastos y responsabilidades. Un Estado que han ido depauperando poco a poco, quitando recursos para sanidad, educación, ayudas sociales… Algo que en esta crisis se está comprobando que ha resultado nefasto.
-¿El cambio también incluirá el replanteamiento del estilo de sociedad imperante hasta ahora?
–Eso espero. El consumismo ha sido un lastre para el espíritu del hombre contemporáneo, enloquecido o subyugado por el Dios dinero y por tener más y más, a toda costa. Hasta ahora nuestra forma de vida tendía a consolidarse como una carrera contra todos, donde imperaban competencias por doquier, alimentadas por la egolatría (muchas veces adornada de falsa humildad) y la absurda necesidad de alcanzar la 'fama' o el ansiado sitial de mando o poder: el mejor selfie o autofoto, la más hermosa tarta de bodas, el mayor número de seguidores en el facebook, chat, youtube, instagram…, las mejores propuestas o aberraciones parlamentarias, el banquero que mayores dividendos genera a sus accionistas… Y así estábamos como sociedad, de contienda en contienda, riñéndonos con el otro bando o con el rival de turno. Es cierto que la discordia ha sido un 'combustible' que ha movilizado a innumerables seres a lo largo de la historia; baste recordar la historia de Caín… Pero también es cierto que en los últimos lustros las disputas han aumentado a un nivel inaudito, tanto como el calentamiento global que está derritiendo polos y alterando el clima del planeta. Querellas por cualquier cosa nimia, pero que genere molestia o enfado al adversario, además de una foto o un titular para el rédito del postulante. Pero cuando nos encontramos ante una enfermedad grave o la muerte de un ser querido, los parámetros deben cambiar, haciéndonos comprender lo vacuo de tanto afán por imponerse. Más todavía cuando lo que se cierne sobre nosotros es una pandemia que afecta a miles, a millones de personas. Ahora es cuando conviene, por la salud y la vida misma, adentrarnos en una respuesta única, solidaria, próxima a la concordia, sin majaderías ni amenazas para un mañana que el propio querellante puede que no llegue a vislumbrar.
-Hablando de la situación laboral, ¿qué nos puede decir al respecto?
–A nivel mundial esta pandemia generará unos estragos difíciles de cuantificar, pero que con seguridad serán devastadores en materia de pérdida real de puestos de trabajo, de derechos sociales varios, de coberturas insertas en la Seguridad Social y hasta profundizará la precarización de buena parte de los empleos que resistan, entre ellos los de los jóvenes, mujeres, inmigrantes, falsos autónomos y otros. En nuestro caso el Gobierno ha implementado unas medidas esperanzadoras a corto plazo, pero que requieren de su puesta en práctica de forma más celérica, para bien de trabajadores y empresarios, especialmente de la pequeña y mediana empresa. Una prueba es que hoy cerca de un millón de autónomos han recibido la denominada prestación extraordinaria por cese de actividad, algo impensable en otras crisis y con otros gobiernos de turno. Pero también es cierto que los Servicios Públicos de Empleo están desbordados ante el torrente de peticiones de expedientes de regulación temporal de empleo. En el caso concreto de Salamanca, los 48 trabajadores del SPE solo han podido tramitar el 30% de las solicitudes, y eso que han incrementado en un 300% el volumen con relación al año pasado. También es justo indicar que muchas peticiones, hasta un 70%, se han devuelto a las empresas o gestorías por errores o porque necesitaban completarse datos.
Ahora bien, la problemática laboral y los apoyos económicos para el relanzamiento de nuestra economía, deberán ser coordinados conjuntamente con la Unión Europea. Hoy, más que nunca, se torna necesaria la unidad europea y la solidaridad con los países más afectados. Actitudes como las de Holanda o Alemania deben ser superadas. La propia OIT alerta de que si hay una respuesta política conjunta, la crisis económica y laboral que derive de esta pandemia será peor que la Gran Recesión. Si no logramos aprender de las lecciones del pasado, lo cierto es que el panorama laboral se avizora muy ennegrecido para millones de seres humanos.
-¿Cómo valora el esfuerzo de los trabajadores sanitarios?
–Ímprobo hasta el extremo, sacrificado en primera fila y sin contar con todas las medidas de protección al principio, lo que ahora en España se traduce en miles de profesionales infectados, no por desconocimiento del peligro sino por anteponer la salud de los ciudadanos a la suya. Es muy loable lo que están haciendo ellos y los demás trabajadores de los servicios esenciales, como la limpieza, los bomberos, los militares, la policía y demás fuerzas del orden. No bastan los aplausos. Cuando este se logre controlar sería bueno que se reconsideren los bajos salarios que muchos de ellos reciben, o bien la contratación indefinida y no esos contratos temporales a los que tienen encadenados a buena parte de interinos. Aquí una parte de la sociedad prefiere oír y seguir las consignas de unos populistas o separatistas, pero menos a los expertos, sea en sanidad o en inmigración. Por una parte Europa (España incluida) o Estados Unidos venden armas para guerras que luego generan refugiados a los que luego no quieren recibir. Hay miopía, egoísmo y charlatanería en buena parte del liderazgo político mundial y esta epidemia es sólo un primer aviso de lo que vendrá, si seguimos por la misma senda.
-¿Desde un plano personal, cómo lleva usted este confinamiento?
–Desde hace años he sabido recluirme, tanto en mi despacho del Campus Unamuno de la Usal, como en mi sencillo pisito de Tejares. Y, salvo algunos desplazamientos motivados por invitaciones a actos literarios o laborales, bien poco merodeo por el mundanal ruido. No he buscado tener sino ser, por ello lo llevo bien, leyendo, escribiendo, alentando a otros, elaborando algunos materiales para mis alumnos, hablando más con mi esposa y mi hijo, viendo películas juntos… También mi espíritu está más atendido, pues releo salmos bíblicos o pasajes entrañables del Evangelio de ese poeta revolucionario llamado Jesús, el perfecto ejemplo del Amor que necesita la humanidad.