Jorge Holguera Illera
Domingo, 15 de enero 2017, 13:00
Éste ha sido el fin de semana de la fiesta de los quintos en Cantalapiedra. Hoy domingo, los siete jóvenes que comparten la celebración de esta fiesta concluyen unos días marcados por un intenso programa de actividades enfocadas a la diversión y consagradas a la tradición.
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En Cantalapiedra se conserva la tradición de los quintos gracias al empeño de los jóvenes a los que les corresponde celebrar esta peculiar fiesta que, con mucho tiempo de antelación, organizan todo para pasarlo en grande en el final de semana más cercano al día de San Antón.
Hoy concluye una fiesta en la que no falta el ingrediente de la fe, ya que es costumbre acudir a la misa del domingo en la iglesia de Santa María del Castillo y que los jóvenes participen activamente en la misma, como protagonistas también del momento actual.
Amara Romero, Ana María Pérez, Andrea Benito, Alberto Huerta, Mario Cabrera, Paloma Marcos y Samuel López son los quintos de 2017. Todos ellos comparten el año de nacimiento, 1999. Este factor y el de ser todos de Cantalapiedra ha hecho que sus vidas hayan ido paralelas, principalmente durante sus años como estudiantes en el colegio de Cantalapiedra, en que han compartido aula. Después acudieron al instituto de Babilafuente, donde todos ellos continúan recibiendo clases, aunque ya no van al mismo aula. Esta fiesta, que en tiempos pasados tenía que ver con el cumplimiento del servicio militar, hoy se erige como un nexo de unión de los nacidos en el mismo año. También es un punto de inflexión, quizá un momento clave, ya que a partir de los 18 años de edad, la mayoría de los jóvenes toman sus propios caminos, que harán que estos amigos de la infancia, en muchos casos se distancien geográficamente quizá.
La fiesta de los quintos es, por ello, un momento de encuentro también para aquellos que ya celebraron la quinta el año pasado y en otros anteriores. Esta reunión de nacidos en el mismo año se produjo anoche. Los bares y el restaurante de la localidad se llenaron de grupos de personas que aprovecharon esta fecha para disfrutar de este momento. Los quintos de 2016 pudieron recordar el sabor de su fiesta. También bañadas en momentos vividos en el pasado estuvieron las reuniones de los jóvenes que habían sido quintos en otros años. Cada grupo tiene reservada la exclusividad de un año y de su pueblo.
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Los siete quintos de este año empezaron a hacerse notar por las calles de la villa el jueves por la noche. Ya hicieron sonar el bombo que les cede el Ayuntamiento del municipio, y que habían personalizado con sus nombres. Recorrieron las calles de la localidad hasta las dos de la madrugada. No quisieron trasnochar más porque al día siguiente les esperaba una de las jornadas más intensas y tradicionales. El viernes madrugaron para desayunar en cada una de las casas de los jóvenes, donde les esperaban sus padres con las mesas repletas de manjares y bebidas. Después acudieron a la guardería para hacer partícipes de su fiesta a los más peques. También fueron a la casa asistida, para que los más mayores pudieran contagiarse de su alegría. No faltó la típica visita al colegio Campopetre, en la carretera de Palacios Rubios, donde sacaron de las aulas a los maestros, que también fueron los suyos, y a los alumnos actuales, para obsequiarles con caramelos e invitarlos a bailar con ellos un Alegresón.
Después desfilaron nuevamente por las calles contagiando de su felicidad a todo el vecindario.
Cabe destacar la peculiaridad de las ropas que estos jóvenes vestían el viernes. Al tratarse del día más típico, la indumentaria también acompaña en esa tradicionalidad. Vestían ropa militar con una boina, además iban acompañados de una escoba. El bombo y un redoblante les han acompañado todas las jornadas, para hacerse oír prácticamente por todo el pueblo a todas las horas del día.
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Vida
La fiesta de los quintos es un símbolo de vida de los pueblos. Este año son siete jóvenes los que celebran esta tradición, pero ya son pocas las generaciones que superan las cinco personas nacidas en un mismo año, residentes en Cantalapiedra o de esta localidad. Hay que destacar que prácticamente todos son nacidos en el hospital salmantino, es decir, naturales de Salamanca.
Continuando con el programa del viernes, a las cinco de la tarde, en la calle Cañada Real, junto a la iglesia del barrio Girón, se vivió otro de los momentos más tradicionales de esta fiesta, el de los gallos. Es tradición en Cantalapiedra correr los gallo, sobre un burro, una mula o caballo arrancar la cabeza de un rey del corral y lanzarla por los aires. A ese espectáculo se suman las gentes de la localidad que en corro, observan, mientras -antes la charanga Trébol, de Santi el músico y ahora uno de los grupos de dulzainas de la villa- animan la tarde con sus melodías.
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Otro de los elementos característicos que acompañan a esta fiesta es el Alegresón, una pieza musical que legó a las generaciones actuales Santiago Martínez, más conocido como Santi el músico, quien durante muchos años, con otros compañeros de profesión, amenizaba las fiestas de la localidad. Al son del saxofón en las calles y del órgano en el salón pósito hacía bailar a los jóvenes el Alegresón, que es una melodía que los quintos bailan en círculo. Otras tradiciones musicales exclusivas de la localidad también han llegado y se han conservado gracias al buen hacer del tan recordado en estos días Santi el músico.
Este año los quintos han regalado a la localidad dos bailes, en este caso amenizados por la Discomóvil Adama en el salón pósito. Sobre todo la noche del sábado estuvo animada gracias a la fiesta de los quintos y a las reuniones de los grupos de quintos de otros años. Además del principal evento musical en el salón pósito, los bares de la villa y la discoteca fueron lugares frecuentados por las numerosas personas reunidas en la localidad.
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Quedan por mencionar los banquetes compartidos por los siete jóvenes nacidos en el año 1999. Cada una de estas reuniones entorno a la mesa, en forma de meriendas, comidas o cenas, tiene una peculiaridad. Una de ellas es la que está dedicada a degustar los gallos que se usaron o no para correr los gallos o las cintas y también hay encuentros culinarios compartidos con las madres y padres con los que hasta ahora viven.
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