francisco Gómez
Lunes, 2 de enero 2017, 13:19
Salamanca comienza este 2017 como el inicio de una trepidante cuenta atrás ante uno de los años más importantes de su historia reciente, la conmemoración del octavo centenario de su Universidad, como la primera de España y la primera del ámbito Iberoamericano. Y si la entidad académica es sin duda la principal institución civil de la ciudad, la principal entidad religiosa, la Catedral, tampoco quiere permanecer al margen de la efeméride y prepara su propia celebración del 2018 con un objetivo, remarcar que el Estudio salmantino surgió precisamente en el interior de la propia catedral y como evolución de su primitiva escuela.
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Aunque desde el Cabildo no se quiere entablar «ningún tipo de conflicto institucional» con la Universidad de Salamanca, lo cierto es que desde el seno catedralicio se entiende que ninguna celebración del octavo aniversario puede ser completa «sin tener en cuenta que esta Catedral es la cuna del Estudio y olvidando que prácticamente hasta el siglo XIX aquí se han celebrado los nombramientos de sus cargos, incluyendo al propio rector».
Y es que cuando Alfonso IX funda la Universidad de Salamanca en 1218, en realidad está reconociendo ya la importancia de los estudios catedralicios asentados desde bastante antes en Salamanca. Mariano Casas, profesor de la Universidad de Salamanca y uno de los máximos expertos en la historia de la Catedral salmantina, recoge en su última obra divulgativa (Catedral de Salamanca, corazón de una ciudad monumental) que «desde el primer momento, la Universidad recibirá el apoyo del cabildo». Aunque hay que subrayar que, «como ocurrió en otros muchos puntos de Europa, la Universidad surge precisamente de una escuela catedralicia, que en el caso de Salamanca ya contaba con algunos maestros famosísimos».
El objetivo precisamente de la Catedral es aprovechar el impacto del octavo centenario del estudio para ir «sacando a la luz» algunos de estos hechos y permitir «que toda la sociedad tenga un enfoque mucho más ampliado de lo que ha supuesto la Universidad de Salamanca y también de la importante colaboración entre las dos entidades».
Uno de los hechos que se quiere subrayar es justamente la existencia de estos maestros catedralicios que ya impartieron enseñanzas en varias materias antes de que se fundara la Universidad. Es el caso del maestro Randulfo, cuyo epitafio se encuentra en una de las jambas de la llamada Portada del Crucero, una de las antiguas puertas exteriores de la Catedral Vieja y que hoy franquea el paso entre el templo y el claustro.
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Según destaca Mariano Casas, el hecho de que se colocara en un lugar tan preeminente este epitafio y fuera además «primorosamente tallado», demuestra «la valía y consideración social de estos maestros y es un claro ejemplo de la circulación de personas e ideas a finales del siglo XII en la escuela catedralicia». Hay que tener en cuenta que, según esta epigrafía, Randulfo murió en el año 1194.
Por lo tanto, no llegaría, por veintiséis años, a conocer la nueva Universidad, que desde el principio mantendría una estrecha relación en cargos y espacios con la Catedral. Si hay un lugar donde esta cercanía es especialmente patente es en la capilla de Santa Bárbara, en el claustro. Fue construida para uso sepulcral por el obispo Lucero en el siglo XIV, pero se vio vinculada muy pronto con la Universidad, para la que fue convertida «en lugar de exámenes de grado e incluso de las proclamaciones de rector hasta 1840», explica Casas.
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Una aportación
Precisamente, restaurar esta capilla es una de las actuaciones que el Cabildo valora de cara a los próximos meses con motivo del octavo centenario. Y es que la relación con la Universidad llevó, según señala el historiador, a «alterar por completo la fisonomía de la capilla para adaptarla a las exigencias de los ceremoniales». Entre estas intervenciones, destaca la construcción de bancos corridos sobre una plataforma de piedra que ahora se quiere recuperar, y, sobre todo, la rebaja en altura del sepulcro del obispo para crear una estructura que ocultaba la escultura yacente mediante un tablero donde se depositaban los materiales necesarios para los exámenes.
Hasta la comunicación en octubre de 1840 del rector de la Universidad de Salamanca que señala que en adelante «el examen y colación de todos los grados» debería realizarse solamente en la Universidad, cualquier estudiante que quisiera alcanzar titulación de licenciado, doctor (Teología y Filosofía) o maestro (Medicina y Derecho) en la institución, debía solicitar para ello a la Catedral «capilla, campana y estrados».
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Era el tañido de la campana mayor de la Catedral la que anunciaba el comienzo del acto de obtención de la licenciatura, que era el que tenía lugar en la capilla de Santa Bárbara. El día siguiente, y tras escuchar misa en la capilla, el aspirante, el maestrescuela, los examinadores, el padrino y varios testigos, asistían a la asignación de los puntos que se incluirían en el examen (para ello se realizaban por el cancelario tres piques al azar con un estilete en el canto de los volúmenes).
Mariano Casas destaca que una vez concluido este proceso «el aspirante se retiraba a su casa para preparar los puntos adecuadamente». Aspecto este que, por cierto, desmiente la mitología sobre la capilla que habla de esa noche de encerrona en la que el estudiante colocaba sus pies sobre los de la escultura del obispo para recibir su sabiduría. «Un hecho casi mitológico que tiene su interés pero que no se asienta en la historia», insiste.
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En todo caso, al día siguiente de esa ceremonia y tras llegar a la capilla en un pasacalles público, el graduando se colocaba sobre las gradas del altar en unos cojines, mientras que los examinadores se situaban en los bancos corridos. Tras el examen, que se iniciaba por la tarde y podía durar más de veinte días, los examinadores colocaban en unas urnas su veredicto, introduciendo una «A» (aprobatus) o una «R» (reprobatus).
Refrigerios y colaciones
Como el examen solía alargarse, era habitual que el graduando ofreciera distintos refrigerios y colaciones a los examinadores y todo el personal implicado. Esto se hacía en distintos espacios catedralicios y al parecer generaba no pocos problemas. De hecho, la investigadora Margarita Hernández Jiménez ha localizado un documento de 1763 en el que se denuncian «desordenes e irreverencias» en el recinto catedralicio, donde acompañantes del aspirante «toman tabaco de hoja y concurrían mujeres».
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Una relación de siglos que también incluyó la toma de posesión de los rectores, en la capilla de Santa Bárbara, en la de Santa Catalina o en la propia Catedral, o vestigios del pasado estudiantil, como la capilla de Anaya, donde se conserva el último testimonio del que fue el primero de los colegios mayores de España y uno de los más importantes durante siglos, el de San Bartolomé (Colegio de Anaya), ya que el actual retablo procede de la capilla del viejo colegio que fue derruido para edificar el actual.
Ejemplos de una larguísima sucesión de anécdotas, hechos y episodios de dos instituciones íntimamente ligadas durante siglos y con caminos separados ya en la actualidad. Por el momento, el Cabildo está acometiendo la restauración de la capilla de Santa Catalina con la intención de crear un nuevo espacio musealizado que subraye, entre otros aspectos, esta vinculación universitaria. Tampoco se descartan otras acciones de rehabilitación o de difusión que recuerden que no se puede comprender a la Universidad sin mirar al templo que ha sido durante tantos años su vecino.
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