Cecilia Hernández
Jueves, 17 de noviembre 2016, 18:03
Poco tiene que ver el actual barrio de Pizarrales con el que fue en sus inicios. De ese transitar por el tiempo y de los avances conseguidos puede dar buena cuenta la asociación Munibar, que en estos días celebra su 40º aniversario. Cuatro décadas de esfuerzo y lucha por conseguir avances en el barrio, que se ha transformado visiblemente y que, sobre todo, pelea por salir de la estigmatización. «No queremos que el nombre de Pizarrales esté unido a determinados casos que pueden suceder en todos los barrios, incluido el centro de la ciudad», remarca Isidora Herrero, presidenta de la organización vecinal. Isidora insiste en la necesidad de no transmitir una imagen de inseguridad del barrio, sin relacionar la palabra Pizarrales con feos sucesos y asuntos de delincuencia.
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Porque Pizarrales es un barrio normal, insiste la presidenta de Munibar, en el que se vive bien, aunque el paso de los años haya traído también el olvido de costumbres de antes. Y es que Pizarrales, como otros barrios de la periferia, nació del impulso de las gentes que llegaban a la ciudad en busca de una vida mejor. Barrio de aluvión, construido por sus propios habitantes. Las primeras casas de pizarra se comenzaron a levantar en hace casi un siglo, en el camino viejo de Villamayor, y esas casas bajas y ese aspecto de pueblo predominaron hasta hace poco tiempo. De hecho, aún quedan algunas plantas bajas, como testimonios del origen de este barrio salmantino, que no se libró de los avatares que afectaron a Salamanca en el siglo pasado.
«Antes toda la gente se conocía, las puertas se dejaban abiertas y si tenías un problema se lo contabas antes al vecino que a tu familia», narra la presidenta de Munibar sobre aquellos tiempos. Ahora las cosas han cambiado y aunque permanece el espíritu de barrio, «cada uno va a lo suyo». No obstante, la asociación Munibar trabaja con énfasis para lograr que los vecinos del barrio se conozcan entre sí y establezcan relaciones de confianza.
«Nuestros talleres, el vino que ofrecemos antes de Navidad, las actividades del 40º aniversario todo está dirigido a que la gente se relacione, a hacer barrio y a favorecer que se conozcan entre sí porque últimamente se meten en casa y no conocen ni siquiera al vecino», apunta Herrero, que lamenta que la gente joven que vive en el barrio y que no conoció aquella vida en común, más de pueblo que de barrio, se individualice y no establezca relaciones de amistad con sus vecinos.
Un amplio territorio
Porque, Isidora Herrero vuelve a insistir, la convivencia en Pizarrales es buena, aunque no exista ese trato de confianza de antaño. Hablamos de una zona amplia de territorio, que recoge al propiamente conocido como barrio de Pizarrales, el Barrio del Carmen, la zona de Nícar y la parte nueva construida ya cerca del cementerio municipal. No todo es igual en cada una de estas zonas, claro está, ni todas tienen las mismas necesidades.
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En la parte más antigua quedan calles «de antes» con tuberías propias de otros tiempos que dan problemas. Alli se concentran los últimos trabajos municipales de reparación, pero siempre hacen falta más actuaciones, como más parques y jardines, o que arreglen la plaza de Baleares. «A base de esfuerzo y de quejarnos mucho vamos consiguiendo avances, poco a poco».
Uno de esos avances, añade Herrero, es la mejora del alumbrado público que existir, existía, pero alumbraba tirando a poco, como comenta la presidenta de Munibar. El cambio a las luces de tecnología Led está mejorando este problema en varias zonas del barrio, que ahora lucen con más claridad.
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Para celebrar sus 40 años de existencia, Munibar ha organizado varias actividades. A la exposición que todavía puede visitarse en la Iglesia Vieja del barrio se añadirá el próximo sábado un festival popular en el que intervendrán varios artistas, muy ligados a Pizarrales, como la tuna del barrio o algunos monologuistas. Tendrá lugar a las 17:30 horas y servirá como fin de fiesta de esta celebración de todo un barrio y su asociación.
«En estos 40 años ha habido de todo, cosas buenas, malas, satisfacciones», reflexiona la presidenta, que valora el esfuerzo realizado por los primeros integrantes de la asociación que se tuvieron que enfrentar a un panorama muy diferente del actual.
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Un barrio todavía con restos de la dura posguerra, en el que faltaban hasta los servicios más imprescindibles, como el suministro de agua, que no llegó hasta la construcción de la conexión con el depósito de la Chinchibarra, hecha también, como otras muchas cosas en el barrio, por los propios vecinos. Ese es el espíritu de autosuficiencia y superación que permanece en el barrio, ya centenario desde que aquellos primeros habitantes comenzaron a construir sus viviendas con pizarra.
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