francisco Gómez
Domingo, 13 de noviembre 2016, 12:28
Un elegante trampantojo ha tratado de aliviar su ausencia durante estos meses, pero aprender a vivir sin ella es imposible. La fachada de la Universidad de Salamanca no solo es el monumento más fotografiado de la ciudad, sino una de las grandes aportaciones a la Historia del Arte. Pasar por el Patio de Escuelas sin mirarla ha sido difícil, sí, pero el tiempo de espera está a punto de terminar. La Fundación Santa María La Real y la Universidad constatan el gran ritmo de trabajo en los andamios y se espera que en un mes como máximo la portada esté lista de nuevo.
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Según explica el arquitecto de la fundación, Jesús Castillo, una de las claves para la buena marcha de los trabajos ha sido la profundidad de los trabajos previos de estudio realizados en los últimos años. «Teníamos realmente mucho conocimiento sobre qué nos íbamos a encontrar y cómo, y aunque a la hora de empezar una obra de estas características siempre hay que contar con el factor sorpresa, la verdad es que los estudios tan pormenorizados de los que disponíamos nos han permitido avanzar muy rápido».
¿Cómo de rápido? Pues en estos momentos se ha completado casi por completo la limpieza de residuos procedentes de aves y la eliminación de costras. También está casi ultimada la armonización cromática de todo el conjunto y se trabaja en la colocación de la nueva cubierta que mejorará la evacuación de agua de lluvia, impidiendo de manera más eficiente que se vierta sobre la zona de relieve y por lo tanto mejorando así su impermeabilización y preservación.
Por partes. Jesús Castillo subraya ante todo que tras la elaboración de los estudios previos se constató que «el estado de la fachada era bueno en general y por lo tanto no estábamos ante un monumento amenazado, sino ante una obra que requería una intervención para mejorar algunos aspectos». Por eso, desde el principio los técnicos implicados consensuaron que «los trabajos serían los mínimos imprescindibles, siempre con materiales estables y reversibles y que se iría documentando exactamente cada paso».
Una de las primeras decisiones, por lo tanto, era qué hacer con las pérdidas sufridas por la portada a lo largo de los cinco siglos que lleva en pie. El arquitecto destaca que «nuestra decisión fue muy clara, no íbamos a recrear lo que no había, entre otras cosas porque el estado de la Fachada Rica es suficientemente bueno como para no requerir una intervención de este tipo para mejorar su contemplación».
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Por lo tanto, se han llevado a cabo algunos saneados de juntas entre sillares, se han rellenado algunas grietas que han ido apareciendo y se han repuesto algunas grapas metálicas, fundamentalmente en los pináculos que rematan el conjunto y también en algunos conjuntos escultóricos que lo requerían.
Jesús Castillo explica que no se ha ido más allá. «Tenemos que subrayar que en esta intervención no hemos llevado a cabo una reintegración volumétrica de los relieves como tal, hemos realizado algunas intervenciones mínimas en partes de las cornisas que estaban quebradas y prácticamente nada más». El arquitecto insiste en que una de las grandezas de la fachada es que «su calidad de relieve es tal que aunque haya alguna fractura en la línea de escultura, este fallo es completamente inapreciable desde el suelo, por lo que no hay ninguna pérdida estética y por eso hemos descartado por completo reintegrar esculturas, porque tampoco era adecuado que nos pusiéramos a inventarnos elementos de la fachada que no conocíamos a ciencia cierta cómo podían ser en un origen», explica.
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Tras esa primera decisión, también se sopesó cómo actuar ante las zonas que iban quedando limpias de los distintos residuos de origen animal y también de algunas humedades y musgos generados por el hostigo del viento y la lluvia. En este punto, los expertos acordaron llevar a cabo un proceso de armonización cromática que permitiera a la fachada recuperar su homogeneidad.
El arquitecto de la Fundación Santa María la Real lo explica: «al retirar las costras producidas por la humedad, el problema es que la piedra que se había visto afectada presentaba un color más claro que el resto, por eso lo que hemos hecho es recuperar en esos puntos concretos el color original de la forma más aproximada posible de manera que la fachada pueda conservar uno de sus puntos fuertes para admirar los relieves, las líneas de sombra».
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Completado este trabajo, una de las intervenciones más complicadas era tratar de prevenir en un futuro los que se han detectado como principales amenazas de la fachada en sus primeros cinco siglos de historia. Por una parte, se ha buscado la manera de reducir el impacto del agua, para lo que se decidió finalmente retirar la cubierta anterior y proceder a instalar una nueva, más eficiente energéticamente y que facilite además las tareas de mantenimiento.
También se ha actuado mejorando la impermeabilización de algunas zonas, al tiempo que está previsto emplear sobre la fachada tres sistemas distintos para reducir la amenaza de las aves. «Un problema que no era muy acuciante en general en la fachada, salvo en la parte alta, donde se va a tratar de impedir que se sigan posando», explica el arquitecto.
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Otras intervenciones
Aunque siempre desde la perspectiva de la mínima intervención. «Si de algo nos hemos dado cuenta al subirnos al andamio es de que las zonas que peor estaban conservadas era precisamente aquellas en las que más se había intervenido en el pasado», explica Jesús Castillo, que insiste en que «hemos aplicado la máxima de pensar en todo momento que si algo lleva así 500 años lo mejor es dejarlo porque seguramente lo que nosotros hagamos será peor».
Por eso, justamente lo que se ha querido hacer es «mantener vigilada» la fachada tocándola lo menos posible. De esta forma, el proyecto ha incluido la puesta en marcha de un sistema de monitorización con diferentes sectores que permitirán conocer el comportamiento de la fachada ante agentes como el sol, la humedad, la luminosidad o la concentración de CO2.
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Igualmente se ha procedido a colocar algunos dispositivos destinados a garantizar el buen mantenimiento de la estructura de la fábrica de la portada, particularmente con la puesta en marcha de un fisurómetro que mediará la posible aparición de grietas o pérdidas de material. Todos estos datos permitirán tener un conocimiento mucho más preciso y a tiempo real de la salud de la fachada para que, una vez que se retire el telón, peda seguir deslumbrando al menos otros cinco siglos.
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