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La iglesia de la Purísima durante la misa que sirvió de homenaje a Legido, que aparece en la imagen de la derecha.
Homenaje a un sacerdote ejemplar

Homenaje a un sacerdote ejemplar

Legido, que falleció el pasado verano, fue una de las grandes influencias de la Iglesia castellana en el siglo XX desde su obra en el Campo Charro

Cecilia Hernández

Lunes, 7 de noviembre 2016, 19:44

«Marcelino fue un sacerdote que se dio al pueblo y se enterró con el pueblo». Diego Velicia, responsable del Movimiento Cultural Cristiano en Valladolid, describe así al sacerdote diocesano Marcelino Legido, fallecido el pasado verano. Fue entonces, a partir de su muerte, cuando se comenzó a recuperar y reivindicar la figura de este sacerdote, una de las influencias más importantes en la Iglesia española del siglo XX, y, sobre todo en la Iglesia de Castilla, en palabras también de Velicia.

Una de las reivindicaciones del legado de Marcelino Legido tuvo lugar ayer en tres templos de la capital. El Movimiento Cultural Cristiano presentó su revista Id y evangelizad en la iglesia de San Sebastián, en la Purísima y en la iglesia de San Julián durante las misas de la mañana. En este número de la revista se incluye una especial dedicatoria a la figura de Legido, que nació en la localidad abulense de San Esteban de Zapardiel en 1935, donde fue enterrado el verano pasado.

«Marcelino no quiso nunca homenajes en vida, ni reconocimientos, siempre buscaba el último lugar», explica Velicia al ser preguntado por qué Legido era tan desconocido para la mayoría. Se despidió de este mundo de forma anónima y callada, pese a su bagaje personal e intelectual. «Los últimos quince años la vejez y la enfermedad lo apartaron del trabajo y poco a poco fue pasando desapercibido», añade el responsable del Movimiento Cultural Cristiano.

Marcelino Legido fue en la década de los 60 del siglo pasado una de las grandes promesas de la Universidad Pontificia. Así lo definen quienes lo conocieron. Filósofo, enseñaba esa disciplina, hasta que decidió renunciar a la cátedra y pasó a estudiar Teología y ordenarse sacerdote en 1970, para retirarse al campo salmantino. «Siempre estuvo al servicio de los más pobres, de los más pequeños, de quienes menos tenían en aquella Castilla rural», apunta Diego Velicia.

Su testimonio y recuerdo aún persiste en municipios como El Cubo de Don Sancho, o Peralejos de Arriba y Peralejos de Abajo. «Fue un hombre de una capacidad intelectual descomunal que se dedicó a los más pobres en las épocas más difíciles para estas tierras». De ahí, continúa Velicia, su importancia a la hora de influir en la Iglesia española en general y castellana en particular en el pasado siglo. Y de ahí que fuera necesario traerlo de nuevo a la palestra y reivindicar su figura. «Hay que tener en cuenta que una de sus obras principales se llama Misericordia entrañable: historia de la salvación anunciada a los pobres, que está de plena actualidad este año por el jubileo de la Misericordia».

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