TOÑO BLÁZQUEZ
Jueves, 15 de septiembre 2016, 12:14
Vaya, pues estamos ya en el disparadero. Una corrida que acaba en corridón por mor de la bravura noble de un gran toro, Higuero, número 71 de 570 kilos de peso. Un toro de ensueño. Para sacarle cantares. Y un torero en vena, con disposición, ganas y un concepto del arte de torear dinámico y propio de alguien que se quiere comer el mundo. Juan del Álamo, con alguna lagunilla en sus últimas actuaciones, llegaba a Salamanca con la preocupación de tener que triunfar sí o sí. No hay vuelta de hoja. Son esas circunstancias tan especiales y específicas que no aguantan paños calientes. Juan lleva ya dos temporadas, en el pórtico de grandes carteles, de grandes ferias, de un dinero importante, merecido perro no acababa de convencer. Había dudas; yo las he oído por ahí. Por eso su situación era tremendamente delicada. Un solo paseíllo en la Feria, acartelado con compañeros de lujo si la cosa no sale, el socavón que se abre en su carrera es cojonudo, hablando mal y pronto (ya sabrán ustedes perdonarme). Y el tercero, las cosas como son, entre ponte bien y estate quieto, se lo dejó ir. Y eso debió dolerle. Tiene mucho mérito porque hubo que sobreponerse, nadie mejor que él sabe que no estuvo a la altura de la calidad del toro. Por mil historias que pasan, el hombre no se acopla a un toro. Juan lo buscó con honestidad, pero un tropezón aquí, otro allá, una serie buena y vuelta a empezar. Se escuchaba la letra pero no sonaba la música. No hubo entente, comunicación y eso que, ya digo, hubo momentos que parecía que lo de Heredero y él iba a terminar en «boda», pero no. Demostró su disposición con un angelical quite por verónicas. Vivo, encastado, el toro se dejó meter las manos malamente en banderillas. Pronto, yo tengo apuntado en la libreta «de lío».. Pero le desarmó dos veces en las probaturas total que el esfuerzo de Juan fue en vano. El toreo es lo que tiene: «aquí te pillo, aquí te mato» o a esperar otro tren.
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En el sexto salió disparado. Largas de rodillas, verónicas con nervio y garra, rematadas con dos medias. Y ya lo demás fue unos olés constantes con el toro, gran toro, haciendo el avión en el engaño. El público ya estaba con el de Ciudad Rodrigo a muerte. Fue más la derecha el pitón triunfal porque con la zurda también se arrebató pero se ayudó con la espada. Ese cite de lejos, ese toro que se viene como un vendaval... y luego mirando al tendido toreando, gustándose. En fin, paqué más. Lo dicho en titular: Un toro de lujo para un toreros de ferias (¡ya!): Juan del Álamo.
Y Morante
Yo decía muy para mi mismo, como Morante la pifie en el cuarto se cae la plaza. Porque, señores, en Salamanca, hay morantistas para parar un tren. Y es que este torero apasiona y hablando de pasiones: para el carro. Es como los curristas. Este tipo de religiones a mí no me van. Aparta de mí éste cáliz. Porque se pierde la razón. La pasión es lo que tiene, que no atiende a razones. Pero también es bella. Los morantistas tienen asumido el riesgo del fracaso del torero y le quieren igual. Es como el Betis, que viva manque pierda. Nada más saltar Milagrero al albero dije, éste ni verlo. Y no me equivoqué. El burel esaborío, no valía un duro. Y el de la Puebla se puso porque le empujaron. Y en cuanto sonó el reloj del birlongueo, se lo quitó de en medio. Pero el cuarto (según parece es asunto que acostumbra a repetir en otras plazas) su capote se hizo magia y los que profesar esa fe se alborotaron de mala manera. Morante es otra cosa. Una muy sincera y una personalidad arrolladora. Las verónicas al cuarto, que, por cierto no cuajó (ellos dirán: ni falta que hace) quedan ahí para la historia, como las de Garrido anteayer. Y con la muleta, con desigualdades, el rumbo, la donosura, la cintura arqueada lo justo, bueno, bueno, bueno.
El Juli es un maestro y como tal, tiene un librillo de solvencia plena ante los toros. Técnica que apabulla y un oficio de privilegio para esta profesión. Con Clavel estuvo sobrado, pero frío y con brillo irrelevante. Capacidad, solo eso. Tripulante se le quedó debajo de los vuelos del capote en varias ocasiones en el recibo. El toro pasó sin picar porque el varilarguero ni apretó, lo que da la medida de la debilidad del cornudo. Dobló las manos en varias ocasiones, pero Juli lo metió en la canasta con infinita paciencia, pero sin apenas eco en los tendidos. Labor de artesano apenas reconocida.
Un antitaurino saltó al ruedo en el segundo con un cartelito y un casco de moto de la II Guerra Mundial. Del callejón saltó un paisano y le arreó un soplamocos de aquí te espero. Y un policía por allí corriendo en fin todo muy edificante.
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