‘La Santa Negrita’ o la primera escritora afrohispánica
La dominica sor María Eugenia Maeso reescribió la biografía de esta sierva de Dios en un lenguaje actual para avanzar en el proceso de canonización
Jorge Holguera Illera
Viernes, 29 de julio 2016, 11:20
Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, Chikaba, es considerada la primera mujer africana que escribe una lengua europea, en concreto el español. Esta es la tesis que defiende el profesor Baltasar Fra-Molinero, según explica sor María Eugenia Maeso, dominica de la comunidad del monasterio de Nuestra Señora de la Consolación y a su vez autora de la segunda biografía de sor Teresa Chikaba, más conocida como La Negrita del convento de la Penitencia, un nombre con el que se la conoce en Salamanca «de forma cariñosa» anota sor María Eugenia. Además este estudioso de los Estados Unidos defiende que la venerada hermana dominica de origen africano escribía muy bien para aquella época. Muestra de ello es una poesía y una carta manuscrita por ella misma que se conservan y testimonios de otras personas contemporáneas de ella, ya que son pocos los documentos y enseres que se conservan de esta monja que nació princesa, fue esclava y murió en olor de santidad.
Estiman que Teresa nació en 1676 en Gana, hija del rey de la conocida como mina baja del oro en Guinea, por eso se dice que fue princesa, aunque sor María Eugenia interpreta que puede que su padre fuera jefe de una tribu. A sus diez años de edad fue capturada como esclava por los negreros. Llegó a manos del rey Carlos II en la regencia de su madre Mariana de Austria. Dada la amistad de la familia real con los marqueses de Mancera se la regalaron a estos como esclava. Los marqueses la quisieron, pero «toda la vida se la paso teniendo que afrontar un desprecio» por el color de su piel, empezando porque no se la admitía en los monasterios y «muchas personas la despreciaron». Era algo habitual en aquellos tiempos y ahora «¡gracias a Dios!», exclama la hermana María Eugenia, «las cosas han cambiado». Pero a sor Teresa Chikaba también se la quería mucho pues era muy generosa, «los marqueses la dieron la libertad y la dejaron una dinero que ella la repartía, ayudaba a los pobres, a las chicas que querían ser monjas y no tenían para pagar la dote». La gente conocía esto y la valoraba mucho. Más adelante, escritores como Bernardo Dorado, «que habla de ella», y Diego Torres Villarroel, «la ponderaba mucho, algo que extraña porque era muy contrario a las devociones populares».
Sor María Eugenia conoce todos estos detalles y muchos más porque se encargó de reescribir la biografía de sor Teresa Juliana de Santo Domingo para aportarla dentro de los documentos exigidos en el proceso de canonización. En estos momentos aunque Teresa Chikaba es llamada por muchas personas venerable, aun es Sierva de Dios.
Para la elaboración de esta biografía adaptada a los tiempos actuales, sor María Eugenia se basó en la primera biografía que escribió el padre teatino, que a su vez fue uno de sus confesores, Juan Carlos Paniagua en 1752, es decir, a los cuatro años de morir La Negrita de la Penitencia. Esta estaba escrita en un castellano antiguo y ponderando mucho los hechos milagrosos.
Uno de estos alude al primer contacto de Chikaba con Jesucristo, que se produjo en su propio país, cuando ella no conocía la existencia de hombres de piel blanca. Dicen que se la apareció una mujer blanca con un niño en brazos; la Virgen con su hijo Jesucristo. Ella caminaba por los campos y buscaba explicaciones, este encuentro con la madre de Dios y su hijo en brazos, fue el momento en que «recibió los primeros rudimentos de la fe cristiana sin mediaciones humanas», explica Sor María Eugenia Maeso. «Ella desde pequeña era muy inteligente, en su tierra adoraban al lucero de la mañana, que decían creador de todo, pero ella decía: esa es una estrella como todas las demás y quien hizo esa estrella hizo todas las demás».
Chikaba tiene muchas virtudes y su vida no quedó en el olvido para las dominicas, que en 1810, cuando los franceses demolieron el antiguo convento que estaba situado cerca de la iglesia de San Blas, cogieron sus restos y los trasladaron al otro monasterio de dominicas que entonces había en Salamanca, el actual de Nuestra Señora de la Consolación, que acogió con los brazos abiertos a la comunidad de 15 monjas. El siguiente traslado de los restos de La Santa Negrita, fue en 1961, cuando se colocaron en el muro de al lado del coro, tras una lápida de mármol negro. La actual comunidad de 32 dominicas la siguen queriendo y esperan ver pronto en los altares a su querida Negrita.
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