francisco Gómez
Domingo, 10 de julio 2016, 12:50
Salamanca es una ciudad que cuenta con un conjunto de monumentos ciertamente único en el orden mundial. Sin embargo, para los expertos, tan importantes como grandes edificios señeros -las catedrales, la Plaza Mayor, la Universidad o la Clerecía- son aquellos vestigios que hablan de las otras ciudades que fueron. Restos que se remontan en ocasiones a muchos siglos atrás y que podrían suponer una auténtica etiqueta de ciudad arqueológica, que por el momento Salamanca se da el lujo de dilapidar.
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«El turismo arqueológico existe y es una de las tendencias de mayor auge entre los viajeros culturales en los últimos años», señalan desde la Asociación de Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio, que consideran que «aunque solo fuera por eso, habría que romper con la desidia, el abandono y en ocasiones directamente la destrucción de testimonios arqueológicos que desgraciadamente ha sido habitual en la última década en Salamanca».
Mucho por hacer en este campo ahora que la situación de las ruinas de El Botánico ha puesto en primera plana del debate político la posibilidad de potenciar la gestión arqueológica de la ciudad. Pero aunque los restos medievales en la calle Balmes son desde luego uno de los casos más llamativos de dejadez en torno a un conjunto significativo de vestigios, lo cierto es que ni muchos es un caso aislado.
«La situación de desinterés ante los restos arqueológicos en Salamanca tiene varios actores implicados, desde las administraciones hasta la Universidad pasando por la iglesia», señala Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio, que lamenta que «a pesar de algunos titulares que van apareciendo en la prensa, lo cierto es que no parece que haya ninguna voluntad conjunta como ciudad de dar una solución a muchos de estos restos que podrían generar un importante interés para las visitas y también un aporte cultural e histórico para entender Salamanca mejor».
De hecho, en ocasiones las ruinas vienen a «corregir» la historiografía imperante. Es el caso del castro del teso de las catedrales, situado en la calle de la Rúa a pocos metros de la plaza de Anaya. Durante las obras de construcción de una promoción residencial en el solar en el año 2010 apareció un cubo de la muralla prerromana en un perfecto estado de conservación. Es uno de los pocos casos de un vestigio vetón situado en pleno centro de una población actual y su entidad haría necesario para Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio «una decisión que garantice su recuperación en las mejores condiciones posibles y permita su acceso público, su difusión y su conveniente interpretación».
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Sin embargo, desde hace seis años los restos permanecen a la espera de lo que parece una complicada solución entre los intereses de la constructora propietaria del solar y el interés público de las ruinas.
No es el único vestigio murario de Salamanca que a pesar de su importancia permanece en esta situación. Llama la atención los muchos problemas de conservación de algunos de los tramos que han llegado hasta hoy de las diferentes murallas de la ciudad. Uno de los casos más ricos es sin duda el del área situada en la Cuesta de Oviedo, en la Facultad de Geografía. Un espacio en el que han localizado algunos restos de sillarejo que conformarían los cimientos de la muralla de la ciudad en sucesivas etapas desde el siglo V antes de Cristo, incorporándose luego a la «cerca vieja». Son en total 31 metros que se vieron amenazados por la construcción de un nuevo aulario que se descartó ante la existencia de los restos a los que, sin embargo, no se ha logrado dar una solución desde hace años.
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Situación de estancamiento que vive también otra de las construcciones emblemáticas que rodean el entorno de la Catedral, el Colegio de Carvajal. Fundado en su día como seminario de pobres y huérfanos, fue fruto de un incendio que devoró por completo las instalaciones, respetando apenas algunos espacios como la antigua capilla con una bóveda de lunetos que poco a poco se va viniendo abajo en lo que Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio considera «un ejemplo de desidia y desprecio por un edificio de gran raigambre».
Tampoco se ha conseguido desde hace largas décadas dar algún paso hacia la recuperación del Colegio de Pan y Carbón o Colegio Viejo de Oviedo. Un espacio que remite a la vida universitaria de la ciudad en el siglo XIV y que presenta algunos vestigios constructivos que se remontan al siglo XVI, que también van perdiéndose de manera irreversible, como el patio de columnas de su interior. Una complicada situación legal y la falta de interés por uno de los solares universitarios más antiguos que se conservan, hacen que el espacio continúe lleno de maleza desde hace décadas.
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Sin maleza, con un cierto cuidado por la comunidad de capuchinos pero una situación francamente mejorable en cuanto a difusión, acceso y consolidación, se encuentran las ruinas de San Francisco El Grande. Uno de los pocos ejemplos de construcción monástica en gótico tardío en la ciudad, azotado por la explosión del polvorín durante la Guerra de la Independencia, del que se conservan dos ábsides y algunas dependencias menores. Una de las cornisas que soporta la bóveda sufre frecuentes desprendimientos y a pesar de configurar un espacio de insólita belleza no ha conseguir despertar el interés de las administraciones para garantizar su preservación. Tampoco han tenido ningún éxito las llamadas a la preservación de la Ermita de la Misericordia. Un curioso edificio religioso cuya existencia se remonta a finales del siglo XIV y que presenta algunos elementos constructivos de los siglos XVI y XVIII. El antiguo hospital de peregrinos es desde hace tiempo una instalación industrial, cuya actividad deteriora los restos .
El uso industrial también marca el estado en el que han llegado hasta hoy los restos del Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria, de la Orden de los Jerónimos. Un espacio gótico y renacentista (subsiste un espectacular arco de Juan de Álava) que tiene como parte más reconocible las bodegas y la sacristía. Cuando la fábrica de abonos que actualmente lo ocupa se anunció su traslado se planteó un plan de recuperación de los restos que finalmente quedó en nada al cancelarse la operación.
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Pero no solo lugares más o menos alejados sufren el olvido, encontrarse en zonas sensibles del centro histórico tampoco ha sido garantía alguna para el cuidado de los restos. Baste pensar en los solares anejos a la Catedral, como la Casa número 4 de la Iglesia Mayor, que ofrece una impactante situación de ruina en Tentenecio, o el llamativo estado del Hotel Universal en la Rúa, el corazón monumental de la ciudad.
«Salamanca está fuera del turismo arqueológico y es algo en lo que tenemos mucho que decir para atraer nuevos públicos, seguir completando la historia de la ciudad, seguir ofreciendo lugares para conocerla y por eso prende no sólo la apatía institucional, sino también la de sectores como el hostelero, que podría ser un gran beneficiado», se lamentan desde Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio.
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