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El rector conversa con Jorge Edwards en los pasillos del Edificio Histórico de la Universidad.
«El idioma no debe tener ideologías o prejuicios»

«El idioma no debe tener ideologías o prejuicios»

El escritor chileno hizo una defensa cerrada del español en la conferencia inaugural de los Cursos de Verano de la Universidad

Ricardo Rábade

Martes, 5 de julio 2016, 12:45

El escritor y diplomático chileno Jorge Edwards trazó durante su conferencia una entusiasta reivindicación de la obra de Miguel de Unamuno, al que definió como «una pasión literaria» de su juventud que no ha decaído y que sigue alimentando con la lectura de las obras del literato vasco.

Historia, novela, casi novela fue el título de la conferencia del intelectual chileno, que arrancó señalando que «hace algunos años, en este mismo lugar, hice un breve comentario sobre mi relación de adolescencia y juventud con Unamuno», que se gestó durante su etapa de alumno en un colegio de los Jesuitas en Santiago de Chile. De esta forma, Edwards ahondó en su «idilio literario» con el rector más internacional del Estudio salmantino y cómo el genial escritor vasco influyó notablemente en sus escritos. «Unamuno me ha permitido contar con una gran libertad de pensamiento gracias a la cual pude escribir obras políticamente inoportunas como Persona Non Grata».

Minutos antes del inicio del acto académico y en declaraciones a los periodistas, el intelectual chileno se mostró partidario de no introducir «prejuicios e ideologías en el idioma» y puso como ejemplo de ello el uso del plural masculino y femenino a la vez con expresiones como «todos y todas, algo que antes no se hacía». También verbalizó una figura simbólica al expresar que el español«es como la respiración», dado que es «un idioma muy fuerte», que «está ganando mucho terreno» en los tiempos actuales. Mencionó en este sentido el crecimiento de los hispanohablantes en territorios como el sur de los Estados Unidos, donde «ya se habla más en español que en inglés». De ahí que, ante esta situación, aprovechara para tributar un mensaje de ánimo para «no tener el menor complejo» a la hora de defender y practicar la lengua de Miguel de Unamuno, una de las plumas de la Generación del 98 a la que dedicó toda su intervención, por ser un escritor que tiene «mucha sutileza» y que invita a «descubrir» nuevos aspectos.

Sobre el futuro del idioma y su promoción, Jorge Edwards reconoció que «siempre se puede hacer más» y apostó por su defensa desde la misma lectura.También rompió una lanza en favor del quehacer que viene desplegando elInstitutoCervantes en el mundo, al apuntar que «yo creo que está obrando bien». Lógicamente, en la conferencia de Jorge Edwards también afloró la gesta literaria que supuso Don Quijote de la Mancha. En este punto fue tajante cuando proclamó que «El Quijote es la primera novela moderna y sigue siendo más moderna que muchas de las novelas que se citan como de vanguardia».

Otro aspecto sobre el que profundizó el escritor chileno fue la labor de conservación del idioma español durante la época de la independencia de América Latina, rememorando los esfuerzos entablados históricamente para mantenerlo. «El ejemplo de toda esta defensa del uso del español en América fue el venezolano Andrés Bello, que dejó una de las mejores gramáticas que existe». Además, puntualizó que en Latinoamérica se ha escrito «con un tono diferente» y que no se encuentra en la literatura española «la atmósfera que podía tener Gabriel García Márquez».

El rector Daniel Hernández Ruipérez tuvo palabras de elogio hacia la rica personalidad intelectual de Edwards, refiriéndose al empeño del Premio Cervantes de oponerse a cualquier forma de totalitarismo. En este sentido y apoyándose en la inmortal frase que abre las páginas de Anna Karerina del ruso Leon Tolstoi «todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera» , Ruipérez dibujó un paralelismo, afirmando que las dictadurasy las familias felices «también se parecen en el fondo», dado que Edwards se ha granjeado enemigos y detractores en regímenes totalitarios de signo político totalmente contrapuesto.

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