Algunos de los refugiados que llegaron ayer a España.

Salamanca acoge desde ayer a una familia de cinco refugiados procedentes de Grecia

Ángel García, delegado salmantino de Cruz Roja, permanece desde hace dos semanas ayudando en los campos ubicados en la penísula helena

Cecilia Hernández

Jueves, 2 de junio 2016, 11:59

La primera familia procedente de los campos de refugiados de Grecia llegó ayer a Salamanca. Cinco personas que atenderá Cruz Roja y de las que no se sabe mucho más, ya que la organización solidaria es muy estricta a la hora de guardar la privacidad de los refugiados, por su propia seguridad y la de los familiares «que han dejado atrás», como recalcó Javier Vicente, coordinador provincial de Cruz Roja Salamanca durante una rueda de prensa ofrecida en la sede de la entidad. No es la primera familia que llega a la capital charra, pero sí la primera que viene directamente desde Grecia. El resto de refugiados que llegaron en el mes de mayo lo hicieron desde Melilla. En total, otras tres familias de las que tan sólo permanece en Salamanca una. El resto dejó la ciudad en busca de lazos familiares en otros lugares, «como haríamos todos en una situación similar», apuntó Vicente.

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Estos refugiados y los que vayan llegando hasta completar las 20 plazas que tiene disponibles Cruz Roja Salamanca pasarán a residir en una vivienda y serán atendidos desde los proyectos de intervención de la organización humanitaria. No podrán trabajar aún porque su estatus de solicitantes de asilo lo impide, explicó el coordinador de la Cruz Roja salmantina, que quiso aclarar que la acogida a los refugiados no tiene nada que ver con la atención a las personas que lo necesitan en España. «No se quitan recursos de un lado para ponerlos en el otro», recalcó Vicente, para añadir que con la ayuda a los refugiados Cruz Roja hace aquello para lo que nació hace 150 años. «Es nuestro compromiso y nuestra misión», sentenció.

Videoconferencia

A lo largo de la comparecencia, a la que asistieron el presidente de Cruz Roja, Jesús Juanes, y la concejala de Familia, Cristina Klimowitz, se mantuvo una videoconferencia con Ángel García, delegado de Salud y Socorros y Cooperación Internacional de Cruz Roja Salamanca, que lleva dos semanas trabajando en uno de los campos de refugiados de la costa peninsular griega, cerca del puerto del Pireo. En ese campo en concreto se agolpan 3.000 personas, con las que no se sabe aún qué va a suceder, ya que las solicitudes de asilo son individuales y así deben tramitarse. Esta norma supone que ACNUR esté dando cita a los refugiados a un año vista para tratar sus casos.

Los campos griegos tienen, por tanto, visos más que ciertos de alargarse en el tiempo, de ahí que las tareas de Cruz Roja en la zona vayan dirigidas a coordinar la convivencia, como explicó Ángel García. «Trabajamos en tres áreas: salud, apoyo psicosocial e higiene y limpieza». Dentro del área de Salud, se hace especial hincapié en la pediatría, ya que de los 3.000 refugiados, el 40% son niños. De igual manera, Cruz Roja ha desplazado a la zona a varias matronas que se encargan de ayudar a las embarazadas y a psicólogos que facilitan momentos de «ventilación emocional», como los definió Ángel García.

«Son personas que han pasado por mucho y han dejado mucho atrás, historias dramáticas de las que no podemos hacernos idea». Por ejemplo, el delegado de Cruz Roja Salamanca recordó el caso de dos hermanos sirios que decidieron salir de su país porque allí «o te dan un fusil para matar gente o te matan a ti». En Siria dejaron a sus padres, para emprender un largo camino que incluyó cruzar Turquía a pie y pagar a las mafias por un barco con el que cruzar el Mediterráneo y terminar, finalmente, en territorio griego sin posibilidad, por ahora, de ir más allá.

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Lo esencial en los campos, asimismo, es construir una comunidad, una pequeña ciudad en la que establecer reglas básicas de convivencia como la recogida de basuras y la limpieza diaria, tareas de las que también se encarga el personal de Cruz Roja. Además, ya se han organizado escuelas para que los niños reciban, en la medida de lo posible, una educación. Con dificultades, que se acrecentarán con el calor del verano que está a las puertas, los refugiados emprenden una nueva vida en los campos, lugares en los que se concentran varias nacionalidades, algunas incluso enfrentadas históricamente.

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