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l. m. p.
Domingo, 15 de mayo 2016, 12:47
. «Percibimos en la trayectoria creadora de Quintín García cómo se cumple en él ese designio hölderliniano de que, antes que otra cosa, ser poeta es un modo de estar en el mundo». José Luis Puerto lo resume perfectamente en el prólogo de Las palabras que me habitan, el nuevo libro de Quintín, presentado ayer. «Y ese modo de estar en el mundo en contacto con la palabra, con la vida del espíritu, con los misterios del ser y del cosmos, ese modo vigilante y atento a detectar esas hierofanías, a las que también podemos denominar epifanías, que de continuo se producen y que tantas veces nos pasan desapercibidas, ese modo de tener la mirada abierta a la vida de la naturaleza, pero también a la vida de los otros, ese modo de ser poeta, en definitiva, lo percibimos siempre en una lectura atenta de la poesía de Quintín García», escribe, de poeta a poeta. Un libro en el que se aprecia la formación religiosa del autor, perfecto conocedor de la tradición bíblica, desde sus orígenes medievales hasta nuestros días.
Pero en su condición de poeta, Quintín García no se despega de la realidad, de las injusticias que sufre el ser humano, y por eso no solo no se calla sino que intenta poner el dedo en la llaga, denunciando con su palabra el sufrimiento gratuito de las personas. «Reclama como misión para el poeta la labor profética de decir, de no callarse, de señalar el dolor y la herida que sangra y que duele», apunta Puerto. «En este sentido, la analogía en nuestra tradición poética contemporánea entre poeta y profeta la encarna, acaso mejor que ningún otro, la figura de León Felipe; y en él procede indudablemente de una raíz bíblica, que también percibimos en la poesía de Quintín García», añade, en referencia al uso en las titulaciones de las letras hebreas (álef, bet, guímel, dálet, he, vau), en las que se muestra también en las citas del Antiguo Testamento, con textos procedentes de Lamentaciones o de Jeremías.
Las palabras de Quintín García, en defintiva, desvelan y revelan, iluminan la condición del ser humano y su presencia en la tierra.
El autor, tras un itinerario a esa fascinación de las cúpulas doradas y a ese deslumbramiento del mundo, que afecta también a la expresión y al lenguaje, realiza un camino de regreso a la raíz, a la desnudez de la tierra y también a su claridad.
Y en ese recorrido, el poeta percibe que la belleza más verdadera se alcanza a través de la esencialidad y de esa desnudez de la que habla en sus versos. «Porque la poesía», como el propio Quintín desliza según Puerto, «es una andadura, un itinerario hacia la esencialidad, hacia la desnudez, es un ir andando, descalzos, para alcanzar lo universal verdadero, ese último objetivo que tiene la palabra poética de desvelar y revelar lo humano, la tierra, el cosmos, al tiempo que poner el dedo en la llaga de los males del mundo».
Reflexiones que transpiran por el nuevo trabajo de Quintín García, Las palabras que me habitan, y cuya presentación acaparó la atención de los lectores en la mañana de ayer en la caseta central de la Plaza Mayor. Una jornada, la penúltima de esta cita con el libro, que también disfrutó de la presentación de los libros de Enrique Romero, La resaca del Bachiller Solís, y de Jesús Alejo Trazando el sendero de la vida: pasiones y arraigos.
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