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Saturnino García Cáceres con algunas de las piezas que atesora en su vivienda. J. HOLGUERA
Museos privados de los antiguos oficios que había en Cantalapiedra

Museos privados de los antiguos oficios que había en Cantalapiedra

jorge holguera / word

Jueves, 21 de enero 2016, 11:40

Estos días en que la Feria Internacional de Turismo (Fitur) de Madrid es el mejor escaparate para dar a conocer los lugares con encanto de España, se hace merecido hablar de aquellos lugares que se escapan de ese catálogo preparado para el disfrute de quienes gustan de viajar y conocer el mundo.

Hay localidades que rebosan de historia pero que carecen de recursos para exhibirla, como es el caso de Cantalapiedra, villa que fue calificada en su día como «el lugar salmantino más famoso de la Edad Media» por el destacado personaje Antonio García Boiza. Dejando de lado aquellos acontecimientos de cierta relevancia de los que queda constancia en los libros, también hay otras historias más populares que han quedado en el seno de los hogares y que si bien podrían ser recogidas en una iniciativa pública, no lo son, pero gracias al cariño que muchas gentes guardan a su pasado, si se custodian en exposiciones de manera particular. En esta localidad salmantina, al igual que en otras repletas de recursos, se echa en falta una explotación apropiada de los mismos y en particular un museo.

Saturnino García Cáceres y Genoveva Veiga abren las puertas de su casa para que los lectores de este periódico puedan conocer una historia que algunas generaciones han vivido; otras han escuchado de sus padres o abuelos; y las más actuales desconocen por completo. En una parte de su vivienda destinada a museo privado, Satur García va ordenando y, donde no le caben más objetos, apilando enseres de uso cotidiano antiguo y otros elementos que bien pueden ser catalogados como piezas de museo. A través de las antiguas piezas que Satur García ha ido recuperando a lo largo de su vida, y principalmente desde hace cinco años se puede leer la historia de Cantalapiedra.

Una historia que este vecino conoció a través de lo que le contaban sus antepasados, también de lo vivido por él mismo en sus 73 años de edad. En su colección de artilugios antiguos también guarda un viejo acordeón de madera, que dice que le quisieron comprar y él no ha querido vender, así como un reloj y algunas radios de hace más de medio siglo que trajo de Suiza pues, al igual que muchos españoles de su tiempo, también tuvo que emigrar a dicho país donde vivió 18 años.

En su colección de objetos antiguos se pueden ver artilugios de uso cotidiano como uno de aquellos afiladores de navajas que usaban los barberos de antes. En un apartado en el que tiene colocada una diversidad inmensa de artilugios hay un llamador de mano, de los que antiguamente tenían las puertas de las casas de la villa y que aún se conservan algunas en las puertas antiguas que aún dan paso a hogares de la localidad. Un fuelle de los que se usaban para encender la lumbre, planchas de vapor y un antiguo lavabo de los que había en cada vivienda cuando no había agua corriente en el pueblo.

También tiene un carburo de los que se usaban cuando no había luz eléctrica. Este elemento recuerda la llegada de la luz, cuyo suministro era gestionado por la famosa Electra de Cantalapiedra. De cuando no había agua, ni electricidad en las viviendas también conserva la antigua tabla de lavar a mano, cuando aún no existían las lavadoras, el mejor invento para las amas de casa que en aquellos tiempos se ocupaban de las tareas del hogar. Molinillos de café de chapa y madera también se pueden contemplar en esta peculiar exposición de antigüedades, así como la romana, que no faltaba antiguamente en ninguna casa. Satur García también conserva en su museo particular, elementos que se usaban para hacer la matanza, como los palos para colgar los embutidos.

Gaseosas

Otros utensilios que Satur García colecciona y que en breve piensa etiquetar con su nombre son los aperos de labranza que él usaba, pero también otros artilugios que se fabricaban en Cantalapiedra. Cuatro de ellos son recipientes, los de las gaseosas, de las que en Cantapiedra llegó a haber dos fábricas al mismo tiempo, la de Los Zamoranos y la de Los Pérez. Una de ellas desapareció y la otra continuó en unión con otras salmantinas durante un tiempo limitado. Se trata de aquellas famosas botellas retornables y tantas veces rellenadas para poder ser usadas en los hogares de la villa.

También entre los enseres de esta particular colección de antigüedades se pueden encontrar diferentes cacharros de barro. Verdaderas joyas que hoy son muy valoradas por los anticuarios, entre ellas el botijo del segador que sólo era fabricado en Cantalapiedra y el cántaro de ir a buscar agua a la fuente. No faltan tinajas, cantarillas ni barreños de barro de todos los tamaños.

Todos estos artilugios de artesanía impresos con la marca que tan solo sabían dejar aquellos alfareros, cacharreros, cantareros, puchereros y olleros de la buena villa de Cantalapiedra.

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