El último artesano de los badajos para cencerros
Primitivo Gómez, agricultor y artesano de la localidad de Zamarra, vende sus creaciones a 3 euros, teniendo sus mayores ventas en Portugal
REDACCIÓN / WORD
Jueves, 7 de enero 2016, 12:32
Se llama Primitivo Gómez, tiene 89 años y vive en la aldea de Zamarra, donde, a pesar de su edad y de su pierna ortopédica, mantiene vivo su oficio de artesano de badajos para cencerros, una labor que apenas ya se ve en España.
Primitivo, más conocido como Tío Tivo, vive en una casa de antaño, típica del medio rural, donde todos los días de invierno se enciende la chimenea con varias taramas de encina para que allí cueza durante toda la mañana el puchero, mientras él se afana en la elaboración de los badajos.
«Esto ya no hay quién lo haga», explica a Efe desde el sentajo de madera en el que pasa muchas horas del día, esculpiendo los palos hasta que da forma al badajo deseado que hará sonar los cencerros de las vacas.
Lo primero que hace para fabricar este apero es cortar un palo de encina, ya que «tiene que elaborarse con madera que aguante bien y que sea bastante dura».
Con un simple destral, denominación que le dan al hacha en estos pueblos de la comarca salmantina de Ciudad Rodrigo, Primitivo Gómez, que en unos días llegará a los 90 años, va cortando el palo para dejarlo con una forma más o menos parecida a la de un badajo.
Una vez logrado esto, llega el momento del trabajo más fino y laborioso para que el palo de madera se pueda añadir al cencerro.
Una y otra vez, mientras saca cualquier tema de conversación sobre su pasado como ganadero o segador, Primitivo Gómez pasa la escofina por el tronco, esculpiendo la madera hasta obtener el badajo propiamente dicho.
Él los fabrica con un tamaño medio de unos doce centímetros e, incluso, ya los deja preparados con el agujero y el cuero necesarios para unirlos al cencerro de lata.
«La verdad es que me quedan como si estuvieran hechos a máquina», comenta con ironía el artesano de Zamarra, un pueblo con un censo de cien habitantes, aunque en invierno apenas viven cuarenta personas, debido a que la población ha emigrado y sólo vive gente de avanzada edad que aún se puede valer por sí misma.
Es el caso de Primitivo Gómez y su esposa, Manuela Morán, que reconoce que su marido habrá elaborado «miles y miles de badajos que se han vendido por medio mundo». A la pregunta de cuántos habrá hecho en su vida, Primitivo explica que ha hecho tantos que «no habrá número para contarlos», mientras se ríe.
En los últimos años, los badajos de Primitivo son muy demandados entre los ganaderos de Portugal. De hecho, últimamente, estos badajos se están colocando en cencerros que se fabrican en Montehermoso (en la provincia de Cáceres) y que posteriormente tienen como destino el país vecino de Portugal, donde sigue habiendo mucha demanda de este tipo de utensilios para el ganado.
Este agricultor puede elaborar una media de unos cinco badajos al día y ahora mismo sólo tiene almacenados «alrededor de trescientos badajos, ya que se venden muy bien».
Su precio medio es de unos tres euros, aunque aplica la técnica comercial del descuento a aquellos clientes que compran en mayor cantidad.
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