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redacción / word
Domingo, 13 de diciembre 2015, 13:03
Inconfundible, irrepetible y con 73 primaveras a las espaldas de su elegante y personalísimo traje negro.El niño de Linares, como fue bautizado cuando irrumpió en el ecuador de la década de los años 60, no defraudó y encandiló ayer a un ejército entusiasta de 4.000 seguidores, que abarrotaran el Multiusos Sánchez Paraíso. Raphael no deja de sorprender y de reinventarse a sí mismo.Y ayer lo demostró con su nuevo proyecto Sinphónico durante su intenso concierto, de tres horas de duración, repleto de vigorosa expresividad dramática. Lo hizo en una perfecta coordinación con la Orquesta Sinfónica deCastilla y León, con un repertorio integrado por nada más y nada menos que 36 canciones, bajo la dirección de Rubén Díaz, director de toda la gira sinfónica de Raphael.
El legendario cantante llegó a Salamanca tras haber cosechado otro deslumbrante éxito el viernes en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid. El pegadizo estribillo de Mi gran noche la cuarta composición de las 36 mencionadas se ganó la complicidad del público de manera fulminante y solo dos canciones después, Raphael superaba su teatralidad dramática y se quitaba la chaqueta y su corbata, endosiándose ante la adoración incondicional de un público entusiasmado por la presencia en Salamanca de uno de los mitos de la música popular hispana.
Evidentemente, los a
ses de la manga los reservóRaphael para los últimos momentos del espectáculo y realmente impresionante fue, en este sentido, la interpretación de Que sabe nadie. Yreapareció también, sacado de su infancia musical, el navideño Tamborilero. Y, por supuesto, no faltó, para poner la piel de gallina a los presentes, el contundente Como yo te amo. También afloraron momentos de soberbia artística con el particular y original flash back de Digan lo que digan.
El concierto de ayer retrató a una de las voces más personales de la música española que, en el tramo final de su carrera, es capaz de superarse a sí mismo, de reiventarse, ambicionando el arte y girando sobre diversos formatos de manera incombustible. El niño de Linares, hoy septuagenario, ha conquistado hitos excepcionales, como el simbólico disco de uranio que recibió en 1982 por las ventas mundiales de más de 50 millones de discos. Tres décadas después sigue al pie del cañón.
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