La UCI Pediátrica del Clínico de Salamanca acoge a más de quinientos pacientes al año
FRancisco Gómez
Domingo, 18 de octubre 2015, 12:35
Es un hospital, eso está claro. La gente con la que te cruzas lleva bata blanca, con el característico bordado azul en el pecho, sobre el que resaltan los habituales fonendoscopios. Es un hospital, pero no lo parece, o lo parece menos. Hay camas con ruedas, hay boxes y hay alguna carrera por el pasillo. Por cierto, pasillos en los que no cuelgan los cuadros a los que nadie suele prestar atención, sino que están decorados con obras de arte salida del ingenio de pacientes que levantan unos pocos palmos del suelo. Hay pantallas con historias de Disney. Hay mucha luz. No es que estemos en un hospital, es que estamos en uno de los puntos más delicados de todo centro sanitario, su Unidad de Cuidados Intensivos. Todo lo que no cuadra se explica con una palabra: es la UCI Pediátrica.
En el año 2003, el Hospital Clínico de Salamanca ponía en marcha la primera UCI para medicina infantil de la sanidad regional. En estos doce años, la unidad se ha convertido en una referencia para la atención y tratamiento de miles de niños de toda la comunidad y de manera especial del área de salud formada por Salamanca, Ávila y Zamora.
Los colores amables de las paredes, las flores de papel, los personajes del imaginario infantil forman parte del decorado donde entre carros con medicamentos y algunas sofisticadas maquinarias sanitarias, se da atención a los más de quinientos niños al año que llegan por distintos motivos, en un estado crítico o a aquellos que necesitan algún tipo de sedación para diferentes tratamientos oncológicos, biopsias o endoscopias. Se trata, sencillamente de tener un espacio donde intentar que «los niños no sufran, que no tengan dolor o tengan el menos posible».
Son las palabras del responsable de la UCI pediátrica de Salamanca, Pedro Gómez, y sintetizan la filosofía de toda la unidad, «aquí estamos para tratar de curar a los niños y para darles la mejor atención, no solo a ellos sino a sus familias, que para nosotros es también algo fundamental».
Sobre esta unidad, que vive normalmente inmersa en la rutina del día a día con los pacientes de menor edad del complejo hospitalario, han girado los focos en los últimos días con motivo del caso del pequeño Adrián. Un niño de 4 años que permanece ingresado desde mediados de septiembre como consecuencia de una enfermedad rara -el suyo es el único caso diagnosticado hasta ahora en España-, la enfermedad de Degos, consistente en una alteración de los vasos capilares.
Denuncia
Los padres de Adrián denunciaron ante la opinión pública la exasperante lentitud en el hospital a la hora de aprobar el tratamiento experimental para el niño, a su juicio por culpa de su alto coste, algo más de 300.000 euros al año.
«Nosotros ponemos todo el esfuerzo en nuestro trabajo, que es curar a los niños, ayudar a nuestros pacientes y atender a sus familias, la verdad es que esto nos absorbe totalmente y no solemos ni leer los medios, así que la presión que pueda producirse ante un caso concreto no altera mínimamente nuestra línea, que es siempre pensar en lo mejor para el paciente», explica el responsable de la UCI pediátrica.
El doctor Pedro Gómez señala que en ocasiones en la UCI «hace falta tiempo y mucho análisis de lo que ocurre para comprender médicamente cuál es la mejor opción para un tratamiento». En los casos más complicados, se reúne el comité médico y se toma la decisión.
«Hablamos de casos complicados porque tenemos que aplicar tratamientos experimentales o aplicar medicamentos que hasta ese momento no están indicados para los niños pero que entendemos que son los más indicados», matiza el intensivista: «el debate está entre los beneficios de un tratamiento y sus posibles efectos negativos en algunos casos, otros en aplicar medicamentos nuevos para lo que pedimos un consentimiento informado a los padres». Los debates médicos, los tratamientos que se salen fuera de lo que puede considerarse normal son «habituales» en la UCI pediátrica, en esos casos la dirección médica tiene la última palabra pero nunca, se insiste desde el centro, el coste económico del tratamiento es un factor que determine si se aplica o no.
Es el trabajo diario de una Unidad de Cuidados Intensivos que acoge de media a unos 240 niños en estado grave cada año, a los que hay que sumar alrededor de 300 niños anuales que llegan a la unidad para someterse a un procedimiento médico bajo sedación.
Médicos intensivistas
Son pacientes atendidos por siete médicos intensivistas, todos ellos con la pediatría como primera especialidad. «Eso es algo que se nota en la UCI, no solo en los médicos, sino en el personal de enfermería o en los auxiliares, son todos gente muy empática con los niños, personas que tienen un trato muy, muy cercano, tratando de dar algo de calor a las estancias, que a veces son muy difíciles, porque es muy difícil tener que ver sufrir a tu hijo».
La UCI pediátrica se distribuye en seis puestos, cada uno con una superficie aproximada de siete metros cuadros. La limitación de espacio lleva a que la dirección no permita estancias prolongadas a los padres de los niños. «Dejamos que estén con ellos dos horas por la mañana y unas cuatro horas y media por la tarde, es un horario amplio dentro de lo posible, porque cuando estamos con todos los puestos llenos, la verdad es que sencillamente no cabemos».
Por este motivo, una de las grandes esperanzas de la UCI pediátrica es que se pueda llevar a cabo en el menor tiempo posible la construcción del nuevo hospital, que permitiría triplicar el espacio disponible y por lo tanto permitir las estancias durante las 24 horas de los padres que acompañan a sus hijos ingresados, algo que ahora se permite excepcionalmente en algunos casos de niños oncológicos y en aquellos internos pediátricos crónicos.
El doctor Pedro Gómez espera también que gracias a la conjunción de profesionales dedicados a especialidades pediátricas en el Clínico de Salamanca, con el nuevo hospital se pueda generar junto a la UCI una Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos. «Sería una garantía de la mejor atención para los niños y es un camino que creemos que hemos iniciado ya y que esperamos completar algún día», concluye.
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