Jorge Holguera Illera
Sábado, 30 de mayo 2015, 13:27
Hace 60 años que se empezaron a recoger en Cantalapiedra los primeros frutos de las tierras concentradas de toda España, ya que, dado que esta primera obra de unificación de parcelas se concluyó satisfactoriamente en el año 1954, en dicho año se pudieron cultivar las parcelas afectadas y al siguiente se obtuvieron las primeras cosechas, en 1955.
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Seis décadas después de la primera concentración parcelaria, las explotaciones agrícolas de Cantalapiedra necesitan un nuevo impulso que las haga rentables y reactive la zona. Perfectamente podría ser el canal de la Armuña, que de momento se va a construir hasta el borde mismo de este termino municipal, abarcando el de Villaflores, sin aún llegar a proporcionar riego a las olvidadas tierras de Cantalapiedra. Aunque muy seguramente estas tierras tengan este canal en sucesivas fases, pues cabe destacar que este sistema de riego sí estaba planeado para regar el término municipal de Cantalapiedra por tratarse de un término bien planteado. Éste era el plan inicial, cuando se construyó el Azud de Riolobos, creado para ello. Este embalse, durante décadas, ha retenido las esperanzas del agua necesaria para resucitar estas zonas, hoy empañadas por la despoblación.
Más de medio siglo después de la concentración, las gentes están a la espera de una mejora agrícola, sobre todo teniendo en cuenta que en su día los labradores de Cantalapiedra con Luis Igea Rodríguez a la cabeza se ofrecieron para que en su medio de vida, que eran sus tierras, se llevara a cabo la primera experiencia de concentración parcelaria de España. Esta disposición y riesgo asumido por estos campesinos en un momento en que se desconocía lo que significaba la concentración parcelaria, les hizo merecedores de numerosas recompensas. La mayor de ellas, el ver aumentada la productividad de las mismas y reducidos los gastos de su manejo, gracias a la consecuente posibilidad de mecanización.
Cantalapiedra fue el estandarte de este proyecto, pues acogió todos los actos protocolarios de esta gran obra que se llevó a la par en otros cuatro términos municipales de España, siguiendo los dictados de la ley de 20 de diciembre de 1952.
Hectáreas
Cantalapiedra pasó de tener 5.581 parcelas, con 2.625 enclaves, que eran de 330 propietarios, a tener 474 parcelas en 13 enclaves. De manera que si antes de 1954 cada agricultor tenía cerca de 17 parcelas, con una superficie que no pasaba de 1,13 hectáreas;después, cada propietario pasó a tener una media de 1,4 parcelas con 13,44 hectáreas de media.
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Cantalapiedra se convirtió desde entonces en el símbolo que ayudaría al Ministerio de Agricultura a dar a conocer las bondades de esta mejora que experimentaron los labradores de este término desde el momento en que pudieron empezar a trabajar las tierras más cómodamente, tras ser concentradas en 1954, y posteriormente, a partir de 1955, año en que se empezaron a recoger las primeras cosechas cerealistas, donde aparecieron elevadas sus producciones en un 10 por ciento respecto a cuando las parcelas eran diminutas, comparándolas con las concentradas.
Además, las fincas duplicaron su valor, se multiplicó por diez su mecanización, se incrementó en un 25% la fertilización. Todos estos datos fueron dados a conocer por la prensa un 19 de junio del año 1957, tras la visita del ministro Cánovas a Cantalapiedra, villa a la que acudió para comprobar in situ aquella mejora, la satisfacción de los vecinos de la localidad y para entregar a los alcaldes de los distintos municipios los nuevos títulos de propiedad de las fincas concentradas.
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Entonces la propaganda ministerial vendía la concentración parcelaria como el «triunfo sobre la rutina, la incomprensión, y el feroz individualismo, que impedía a la mayoría de los agricultores ponerse de acuerdo sobre cosas y actividades que a todos convienen».
Pues ciertamente los propietarios de tierras tuvieron que unirse para dejar que sus parcelas fueran modificadas o cambiadas de lugar, por el bien de todos. En conclusión, la concentración parcelaría venia a terminar con el minifundio.
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Mecanización
Además trajo otras mejoras, como la mecanización del campo. Muestra de ello dan las crónicas y las fotografías del día en que el ministro Cánovas inauguró oficialmente esta contundente mejora del lugar de trabajo del labrador. Ese día se expusieron tractores, cosechadoras y maquinas de cultivo.
También se pudo ver en un gran cartel, la desaparición de los arados romanos, la reducción del número de cabezas de ganado de labor, la sustitución de gran parte de los carros por remolques, el aumento en el número y la calidad de la maquinaria de cultivo.
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Por otro lado, el refuerzo fue fundamental desde el punto de vista técnico, por ejemplo desde creación de una oficina del Servicio de Extensión Agrícola para toda la comarca en Cantalapiedra. Desde la misma se facilitaba la información que pudieran requerir los agricultores, aunque en estos lares como bien es sabido, las tierras de cultivo suelen destacar por su acertado cuidado.
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