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Uno de los cuatro yihadistas detenidos en la Operación Chacal el pasado 24 de enero.

Interior vigila a 40 presos musulmanes de Topas para evitar su radicalización

El líder de la célula yihadista de Ceuta se hizo extremista cuando cumplía condena en Salamanca

Ricardo Rábade

Martes, 3 de febrero 2015, 13:00

No se han hecho públicos hasta el momento datos oficiales y actualizados sobre el número exacto de presos musulmanes que cumplen condena en los catorce módulos de la cárcel salmantina de Topas. Tampoco está nada claro el porcentaje real que representan en comparación con la población carcelaria total dela prisión, relación que ayer, curiosamente, fue actualizada por el subdelegado del Gobierno en Salamanca, Javier Galán, cifrándola en exactamente 890 internos.

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Sin embargo, sí hay un dato que no pasa desapercibido entre parte de la plantilla de Topas en su quehacer diario, concretamente por el denominado grupo de control, cuyo principal cometido es vigilar con lupa y efectuar un seguimiento diario de colectivos de presos que podrían representar un riesgo tanto para la seguridad nacional como para la propia cárcel, como sucede con los presos etarras que siguen cumpliendo condena en Topas. Este grupo de control se dedica también a extremar las medidas de seguimiento en torno a unos 40 presos musulmanes que, en virtud de su perfil y sus comportamientos, podrían ser el idóneo caldo de cultivo para futuros procesos de radicalización y germinación de brotes o veleidades yihadistas.

A estos 40 reclusos musulmanes, según las informaciones recopiladas por este diario en fuentes penitenciarias de toda solvencia, se les está aplicando por parte del grupo de control un manuel específico de seguimiento con el fin de localizar si pudiera haber islamistas radicales.

El manual insiste a los funcionarios que integran el dispositivo en la importancia de conocer las peripecias anteriores de estos prersos, ya que muchos yihadistas tienen precedentes familiares en este sentido, han viajado por varios países y, sin embargo, cumplen condena por delitos comunes.

Aunque actualmente son 40 los presos musulmanes objeto de este seguimiento monográfico, lo cierto es que la población carcelaria de creencias musulmanas es mucho más elevada. Como botón de muestra, por ejemplo, son los números oficiales de la década pasada. En octubre del año 2004, por ejemplo, había una población reclusa de 1.600 personas en Topas, de las que 884 eran extranjeros y, dentro de ellos, se encontraban 281 marroquíes y 77 argelinos, tal como se mencionaba expresamente en una misiva que remitió el entonces director dela prisión, José IgnacioBermúdez, a la Subdelegación del Gobierno. Curiosamente, en aquel escrito de Bermúdez se indicaba textualmente que «entre los reclusos que practican la religión islámica, un muy reducido grupo de ellos practican su religión con especial celo».

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También en octubre de 2004, el entonces director José Ignacio Bermúdez matizaba que «en los años transcurridos desde que se encuentran en el centro reclusos islamistas, no se registra ni un solo incidente que tenga como origen ideas o prácticas religiosas» y «no se ha instruido ningún expediente disciplinario en este sentido». Además, Bermúdez apuntaba en su escrito que «no se documenta que ninguna trabajadora del centro (médicos, ats, psicólogas, educadoras, monitoras) haya tenido el menor problema en el desempeño de sus funciones profesionales cuando los receptores de la misma han sido reclusos islamistas».

Primeros síntomas

En aquel documento, José Ignacio Bermúdez ponía de relieve en su argumentario que las creencias religiosas no eran «motivo alguno ni de conflicto interpersonal ni de imposición» y que «los incidentes regimentales se producen siempre por problemas de convivencia generalista, nunca por creencias religiosas». En este sentido, se argumentaba que los altercados protagonizados por los reclusos islamistas hace una década eran «similares» en su forma de manifestación y en sus motivaciones a los protagonizados por reclusos de otras religiones, es decir, tienen su origen en circunstancias penitenciaras inherentes a la convivencia regimental.

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Años después, sin embargo, aparecieron síntomas que chocaban con la tranquilidad de ejercicios anteriores. El 31 de octubre de 2007 la Subdirección de Seguridad de Topas remitía una circular interna, donde se subrayaba que con motivo de la lectura de la sentencia del 11-M, «parece adecuado adoptar medidas especiales que abarquen el seguimiento y el control exhaustivo» de los internos ingresados por su participación en actividades terroristas de carácter islamista, pero también «los internos que sin estar vinculados han mostrado actitudes fundamentalistas, a los internos incluidos en el Grupo C», además de a todos aquellos internos «sobre los que se sospeche que puedan mantener relación con los mencionados».

Nuevo caso

Este año y engarzando con aquella profunda preocupación que se respiraba en 2007, el nombre de Topas ha vuelto a irrumpir de lleno en la actualidad informativa, al conocerse que el cabecilla de la célula yihadista detenida el pasado 24 de enero en Ceuta, Farid Mohammed Al Lal, conocido por el apodo de Guerra, había cumplido condena enTopas durante los años 2007 y 2008, y acabó saliendo de la cárcel salmantina, exactamente, el 21 de febrero del año 2008, aunque su detención se remonta al año 2004.

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Según apuntaron fuentes penitenciarias, Farid Mohamed Al Lal se radicalizó durante su estancia como interno en la cárcel salmantina de Topas. Ahora mismo y tras su captura en la ciudad ceutí, se encuentra encarcelado en la prisión de Soto delReal, aplicándose la máxima vigilancia al formar parte de una célcula terroristas.

En la denominada OperaciónChacal fueron detenidos en Ceuta el hermano de Farid, así como Anwar Alli Amzal y su hermano Rodouan, todos ellos de nacionalidad española pero de origen marroquí.

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