El hogar de acogida de Puente Ladrillo reactiva a 20 personas
Jorge Holguera Illera
Sábado, 10 de enero 2015, 12:32
El barrio de Puente Ladrillo es conocido en Salamanca por la labor social que desarrollan sus párrocos. Muchas han sido las iniciativas que los vecinos de este emblemático barrio han podido realizar gracias a la tutela de los sacerdotes. De sobra es conocido por todos los salmantinos el párroco Antonio Romo por haber recibido la Medalla de Oro de la ciudad en el año 2001 y sobre todo, por la función social desempeñada de forma laboriosa en aras de favorecer el desarrollo de este barrio salmantino.
Este cura solidario, junto a otro cura solidario, Paco Buitrago mueven hoy los hilos de una parroquia en la que no se echa en falta la actividad pastoral pero que destaca por sus puertas abiertas para ayudar a los demás. Muestra de ello es que la casa parroquial de este barrio, es decir, la casa de Antonio Romo y de Paco Buitrago es compartida por otras 20 personas con necesidades especiales.
Todo comenzó hace 50 años en una época bien diferente a la actual, cuando se construye una iglesia en una zona alejada del centro de la ciudad, donde había un grupo reducido de viviendas en el que residían personas llegadas de otros pueblos y empleados de Renfe. En un principio esta iglesia no era parroquia, pues pertenecía al despacho de Sancti Spíritus. En 1990, Puente Ladrillo se convierte en parroquia.
Hasta la llegada de Antonio Romoa este barrio, ningún sacerdote había residido en el mismo. Este cura llegó para quedarse y ser el mejor aliado de unos vecinos muy unidos y reivindicativos. Tenían razones para serlo, pues por vivir tan alejados del centro se veían privados de ciertos privilegios que a otras zonas llegaban mientras allí no. Sirva de ejemplo el agua potable, para cuya acometida las familias del barrio se repartieron el trayecto hasta el depósito. Este es solo un ejemplo porque tras esta iniciativa surgieron otras como el famoso ropero que hacen funcionar alrededor de 30 voluntarios.
El incesante trabajo de esta parroquia encuentra capítulos de oro en la acción solidaria como el que en base a las necesidades de alimento para los niños del barrio y de trabajo para sus madres les movió a crear una guardería en la que los niños pasaban el día mientras sus madres trabajaba, y no sólo eso, sino que también les daban de comer. Hoy ya no existe esta carencia porque hay guarderías por lo que dejaron este servicio. Pero continúa habiendo otras carencias.
Romo que recogió el testigo de la fuerte implicación del barrio y que se había instalado en el barrio de Puente ladrillo hace 32 años convirtió su casa, la casa parroquial en un espacio para actividades. Y hoy su casa es un hogar para todos porque «Antonio por su talante siempre ha tenido su casa abierta», considera el padre Paco Buitrago. Esta máxima hacía que por ejemplo cuando en algún hogar del barrio la convivencia de algún joven con su familia se hacía inviable, el padre Antonio Romo lo acogía en su casa hasta que el problema se solucionaba.
Espacio familiar
La casa del padre Antonio Romo ha servido de vivienda de seminaristas antes de ser curas. Todos ellos siempre han compartido este espacio de una forma familiar. Esto ha sido así tanto en el trato como en la propia economía.
La casa de Antonio Romo y Paco Buitrago ha servido de recurso para el acogimiento de personas con problemas de adicción a las drogas o el alcohol. Siempre que estas personas han requerido terapia, Cruz Roja o Cáritas se han encargado de prestar esta atención.
Estas personas que han gozado del acogimiento de esta casa y han disfrutado de la comida que a ella llegan siempre desempeñan trabajos tanto en la propia vivienda como en otras actividades externas para contribuir a la economía doméstica de este hogar, porque todo cuanto ganan las personas que comparten esta casa de acogida es usado para el mantenimiento de la misma.
Hoy las necesidades sociales han cambiado, por ello también lo ha hecho el perfil de quienes residen en el hogar del padre Romo. En esta casa comparten techo cinco estudiantes, tres de ellos de estudios de máster y otros dos de formación profesional. El resto hasta 20 trabajan en diferentes oficios. Se reparten las tareas del hogar; llevan el mantenimiento de diversos jardines; cultivan unos huertos en Aldealengua y los terrenos de la Fundación Vicente Rodríguez Fabrés; llevan la granja de 480 ovejas que tienen en unas nueve hectáreas de superficie que les cedió la Junta de Castilla y León en Gomecello; contribuyen con su mano de obra en la fábrica de quesos elaborados con la leche de estas ovejas;participan vendiendo verduras y quesos en la tienda y en el puesto que tienen en el mercado de San Bernardo. La mayoría de las personas que conviven en esta casa, con un tiempo que no es limitado, sino el necesario para regularizar su situación, son personas inmigrantes que requieren esta ayuda.
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