SANDRA BAZ / WORD
Viernes, 24 de octubre 2014, 13:21
José Antonio Bastos (Jaca, 1961), presidente de Médicos Sin Fronteras (MSF) desde diciembre de 2010, participó ayer en un diálogo abierto con el público salmantino en el Teatro Liceo. Hoy, a las 09:00, estará en el salón de actos del Hospital explicando a los sanitarios la experiencia que su organización tiene con el virus del ébola. Especialista en Medicina Familiar y Tropical, tras unos años de ejercicio de la medicina de familia realizó su primera misión en el terreno con MSF en 1991, en la frontera entre Turquía e Irak, asistiendo a los refugiados kurdos que huían de Irak durante la primera Guerra del Golfo. Continuó trabajando en Bolivia, Kenia, Somalia, Tanzania, Ruanda, República Democrática, Congo, Angola, Croacia, Nigeria, Sudán, Etiopía, Colombia y Chechenia. Aunque en sus 23 años de labor humanitaria ha visto horrores inimaginables «como el genocidio de Ruanda o como la guerra fratricida de la antigua Yugoslavia», asegura que desde hace dos años el mundo a cambiado mucho pero, desgraciadamente, para peor.
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¿A qué desafíos se enfrentan los equipos de Médicos Sin Fronteras actualmente?
A muchos desafíos muy diferentes. Lo que más está llamando la atención del mundo entero es la epidemia del ébola en los tres países del oeste de África: Guinea, Liberia y Sierra Leona pero, no es ni lo más grande ni lo más difícil que estamos haciendo.
Hay varios países que tienen conflictos o guerras civiles que duran décadas como en Congo, República Centroafricana, Sudán, el volumen principal del trabajo de MSF se desarrolla en estos países más olvidados para todo el mundo.
En términos políticos y generales, los retos más importantes que tenemos es la dificultad para acceder a algunas poblaciones, atrapadas en conflictos crónicos, sobre todo en los conflictos que están muy politizados y muy relacionados con la confrontación entre el radicalismo islámico y occidente. El ejército americano y occidental ha utilizado la acción humanitaria para introducirse en Afganistan, disfrazado de civiles y con vehículos blancos, o han usado la vacunación falsa de sarampión para localizar a Osama Bin Laden. Estas actuaciones nos han puesto en una situación de mucha desconfianza y hostilidad ante los grupos radicales. Pero, lo malo no es que atraiga mucha hostilidad hacia nosotros sino que deja a muchas poblaciones, con las mayores necesidades del mundo, sin posibilidad de poder acceder a una mínima asistencia sanitaria.
Otro problema más médico, que ahora con el ébola se está evidenciando mucho, es el hecho de que la industria farmacéutica está claramente dirigida por intereses financieros. Los productos que se desarrollan son los que van a tener un buen mercado y eso no se corresponde con las necesidades de poblaciones con menos recursos.
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¿A qué dilemas se enfrentan los colaboradores de MSF en un contexto de conflicto?
El primer problema es conseguir la aceptación en los países afectados. Demostrar que aunque somos una organización de origen occidental no tenemos nada que ver con las preferencias políticas de los países desarrollados y que nuestra labor es neutra, humanista y que queremos apoyar a la población.
Trabajando en países en conflicto, el dilema más evidente es hasta que punto te puedes exponer y acercar a un riesgo para atender a una población que está desesperada.
Otro dilema, muy duro de gestionar, es que es imposible trabajar en contextos de conflicto sin ser manipulado. En cualquier guerra en la que trabajemos los bandos en conflicto van a intentar hacer uso de nuestra presencia de una manera o de otra. A veces es con el desvío de recursos, a veces es la utilización de medios de MSF como propaganda política y en casos extremos, es la utilización del reclamo de la ayuda humanitaria para repatriar, expulsar o exterminar a la población como por ejemplo en la hambruna de Etiopía en los años 80 que se utilizó la ayuda alimentaria como cebo para provocar deportaciones masivas de la población. Nos movemos en un terreno mundo muy sucio y muy complicado donde nos la juegan. En los últimos dos años el mundo ha cambiado mucho pero para peor. Los grupos radicales como los Talibán y Al Qaeda; las guerra civiles de Siria y Libia; los conflictos de Yemen, Somalia; las guerras étnico-tribales de Sudán del Sur y en República Centroafricana; la epidemia de ébola... Objetivamente, según Acnur, en 2014 tenemos más de 50 millones de desplazados en el mundo que es un récord desde la II Guerra Mundial. Las cosas van mal.
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¿Es posible detener la pandemia del sida?
Sí, solo se requiere tratamiento retroviral para la inmensa mayoría de los afectados. Había un Fondo Mundial de Lucha contra la Tuberculosis, Sida y Malaria que estaba teniendo unos resultados muy buenos pero, a partir de 2008, este fondo comenzó a perder financiación y un proceso que podía haber acabado con el sida en una generación está dando marcha atrás.
¿Y con el ébola?
Sí, fácilmente. MSF lleva enfrentándose con epidemias del ébola 20 años y la ha controlado en pocas semanas o meses. Son epidemias fáciles de limitar con solo aislar a todos los pacientes y darles tratamiento;poner en cuarentena a todos los contactos;gestionar cuidadosamente los enterramientos y los cadáveres y hacer una buena campaña de comunicación para las comunidades. La campaña que está sufriendo el oeste de África es completamente controlable lo único que requiere es una respuesta de un tamaño proporcional al tamaño de la epidemia. Como la respuesta internacional se está demorando mucho y la epidemia se está descontrolando. Es penoso ver como los líderes de la comunidad internacional no se dan cuenta de que la epidemia de ébola ahora requiere una respuesta contundente y urgente como si fuera un terremoto porque sino no va a haber manera de frenarlo.
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El director de operaciones de MSF ha declarado que el modo más efectivo de combatir la enfermedad es con el despliegue de efectivos militares.
Sí, lo que nosotros proponemos desde el principio es que unidades especiales que ya existen en bomberos, protección civil y en el ejercito, que tienen todo el equipamiento y el entrenamiento para trabajar en un ambiente de contaminación, sean enviados allí para trabajar.
Los cooperantes de MSF se enfrentan a un virus que ha contagiado a 416 profesionales sanitarios de los que 223 han muerto.
El problema de estos contagios es que han desencadenado una crisis mucho más complicada ya que muchos profesionales han abandonado los hospitales y está muriendo mucha más gente por enfermedades como malaria, neumonía, accidentes de tráfico, apendicitis... porque no hay un sistema de salud funcionante en estos países. La realidad es que está afectando a varios millones de personas por el aumento de la violencia y por la incapacidad de tratar enfermedades básicas.
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¿Qué precauciones se toman sobre el terreno en el contexto de un panorama de ébola?
Hemos desarrollado unas rutinas muy minuciosas para mitigar el riesgo que incluyen el aislamiento estricto de la zona de contacto con los enfermos y evitar todo el contacto físico con otro humano fuera del hospital. En la vida diaria no nos damos la mano ni nos saludamos con un beso...
¿Las autoridades sanitarias españolas se han puesto en contacto con vosotros para crear los protocolos del ébola?
Cuando se contagiaron los misioneros hubo algunos contactos informales pero nunca se concretó nada. Cuando se contagió Teresa Romero acudimos a unas reuniones técnicas con el Comité de Expertos en las que aportamos nuestro conocimiento, que es un conocimiento para ser aplicado en un contexto africano que no es exactamente el mismo que aquí.
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Corresponde a las autoridades sanitarias españolas interpretar ese conocimiento para utilizarlo en el contexto de nuestro país. Pero, es completamente factible gestionar los casos de ébola en los países occidentales porque es un entorno perfectamente equipado y mucho más preparado para el tratamiento de los pacientes y el seguimiento de los contacto.
¿Qué opina de la getión del ébola por parte del Gobierno español?
Sobre los aspectos técnicos no puedo opinar porque no conozco los protocolos que se han llevado a cabo. Pero, nos ha impresionado mucho que cualquier persona que asuma un riesgo para ayudar a otro requiere un apoyo incondicional y eso no ha pasado en España.
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¿Qué opina de la repatriación de los misioneros?.
La repatriación es necesaria porque sino se lanza un mensaje negativo de que se abandona a las personas que están trabajando por los demás. Además, a pesar de lo que ha pasado en España y en EE.UU, la posibilidad de que haya una epidemia en los países occidentales es muy pequeña. Habrá un goteo de casos en los países que tengan un contacto con el oeste de África pero nunca una epidemia.
Nosotros como organización pensamos que la repatriación es nuestra responsabilidad y apoyamos que los Estados se comprometan a repatriar a sus nacionales y, en general, a las personas que hacen el esfuerzo de asumir riesgos.
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Algunos cooperantes se han convertido en moneda de cambio para grupos terroristas como el Estado Islámico ¿Tienen miedo?
La situación ha empeorado algo pero, nunca ha sido ideal. Trabajar en países en guerra o muy desestabilizado tiene el riesgo de exponerte o a violencia por causa política o secuestros o robos masivos... Es cierto que ahora es más evidente. Primero, porque hay muchos más trabajadores humanitarios trabajando en guerras y segundo, porque hay grupos que están utilizando de manera sistemática la violencia o el secuestro contra organizaciones humanitarias.
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