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Jerónimo Martín, autor de la exposición, lleva fabricando minuciosamente las piezas desde hace 14 años.

Villoruela regresa al pasado con una exposición de carros de labranza

La Semana Cultural comienza con la visita de numerosos vecinos a esta muestra de miniaturas fabricadas por Jerónimo Martín

Jorge Holguera Illera

Lunes, 21 de julio 2014, 11:47

Medio siglo atrás aún podían contemplarse por las calles de Villoruela aquellos emblemáticos carros tirados por mulas o bueyes que no todos, sino casi todos los hogares tenían para ayudarse en la labores del campo y en las de la artesanía. Por entonces existía el oficio de carretero, que era quien hacía los carros y de quienes los reparaban. Ayer se pudo contemplar en el Multiusos Bernardo Cuesta de Villoruela una exposición de Carros de Labranza en miniatura fabricados por Jerónimo Martín.

En Villoruela se usaban carros de mulas para transportar la remolacha, la basura e incluso la mimbre, desde la finca a la casa del artesano. Jerónimo Martín recuerda muy bien este proceso, el de trabajar la mimbre, como dicen en Villoruela. Él fue artesano de la mimbre toda la vida y se dedicaba a fabricar cestos, oficio que desempeñó hasta que se jubiló y decidió retornar a sus orígenes, porque antes de ser cestero y de estar casado trabajaba en una casa de labranza. Y así, «sin prisa ninguna y dudando mucho pues no he sido carpintero ni nada», dice Martín, es como ha ido fabricando cada una de estas piezas únicas. Cada carro es diferente e incluso hay algún apero de labranza, con sus herramientas y todo. Ésta es la primera vez que podrán verse estas piezas en una exposición y quienes se acerquen quizá puedan tener el lujo de contar con el testimonio directo de Jerónimo Martín, quien enriquece la exposición con su gran conocimiento de aquellas herramientas que servían principalmente al agricultor para desempeñar su duro cometido diario.

La exposición está compuesta de once piezas confeccionadas minuciosamente por Jerónimo Martín desde hace 14 años. Hay que escuchar a Martín para entender la sabiduría que ha impregnado en cada una de estas pequeñas máquinas de madera. Hay que tener en cuenta que este vecino de Villoruela no se ha fijado en carros reales ni fotografías, sino que simplemente se ha puesto manos a la obra y todo lo que se le venía a la cabeza iba aplicándolo a sus obras. Jerónimo Martín ha plasmado su experiencia y recuerdos en unas piezas que van desde un arado de bueyes, pasando por un trillo de mulas, un carro de varas tirado por burros y carros tirados por mulas. «Ha salido todo de mi imaginación», aclara. Este artesano, antes profesional con la mimbre y ahora aficionado con los carros de labranza, ha fabricado también los animales totalmente de madera.

Jerónimo Martín ha mostrado sus obras en su domicilio de Villoruela a quien las quería ver. También ha explicado el duro proceso de fabricación de los mismos y complicaciones como las de hacer las ruedas. «Es muy difícil, los carpinteros de antes eran inteligentes, inteligentes, los carros se cargaban con más de 2.000 kilos y aguantaban sus ruedas todo ese peso», explica. No obstante lo más difícil, explica, ha sido fabricar los cuernos de los bueyes. Estas obras que ahora muestra con orgullo explica que le han dado «muchos quebrantaderos de cabeza». «A veces me iba a la cama dando vueltas y me levantaba a las cinco de la mañana para continuar», explica.

Esta afición, adquirida por iniciativa de sus hijos, ha servido a Jerónimo Martín de terapia. «Si estaba un poco deprimido me metía ahí y se me quitaban todas las enfermedades. Esto para mi es una satisfacción y una elegancia», asegura.

El trabajo en el campo, conocido por su dureza, fue cambiando progresivamente desde que se mecanizó el campo gracias a los tractores y la maquinaria de hierro. Antes prácticamente todas las herramientas eran de madera. Jerónimo Martín conserva en su hogar numerosas herramientas de las que antiguamente se usaban en estas campos tradicionalmente cultivados de trigo y cereales de secano hasta la llegada del regadío gracias al canal que riega parcelas donde prima el cultivo del maíz.

Los pequeños carros de Jerónimo Martín ya no transportan la mieses, ni las cosechas, ni la mimbre, pero sí portan una historia que fue la vivida por él mismo y otras personas que antecedieron a las actuales generaciones y tenían como oficio obtener de estos campos el pan de cada día. Para conseguirlo hacían uso de un ganado muy duro, que «hacia oficio», es decir, si comía bien, las mulas estaban todo el día sin parar de trabajar. En estos meses de cosecha, los campesinos llegaban de acarrear el cereal que habían cosechado a mano y las mismas mulas se enganchaban al trillo para que en la era procedieran al trabajo propio de las eras. Jerónimo Martín explica este proceso y lo hace dándolo visualización gracias a las miniaturas que ha elaborado gracias a su recuerdo. Es más fácil imaginar todo este proceso contemplando cada detalle del carro de acarrear o el trillo en miniatura, ambos con todas sus piezas e incluso con las mulas. El trillo de madera tiene incluso las piedra incrustadas en su parte baja. Junto a esta máquina de madera se pueden ver otras herramientas manuales como la cambiza, que se usaba para «juntar las parvas», es decir, los montones de cereal que contenían las eras. Con la horca se tornaba la parva, se daba la vuelta a la misma cuando hacía viento para librar el grano de pajas.

Entre las piezas elaboradas por Martín también había un carro de varas, que era aquel usado para largos recorridos, al que se enganchaban dos animales de tiro, uno detrás del otro. Un bonito baluarte de acarrear la mieses de la finca a las eras, con los estacones para poder llevar cantidad hacia arriba, pues antes de los campos salía el cereal con paja, no como ahora que sale grano limpio gracias a las cosechadoras. Ahora casi ni existe la mies, pues por un lado de las cosechadoras sale el grano y por el otro la paja.

Cada uno de los componentes de estos carros tienen nombres casi olvidados como las colleras, el ventril, el ronzal, el ramal, el gancho o el mozo para soportar el peso del los carros y ayudar a que las mulas descansarán cuando estaban parados. Palabras de antes que a las nuevas generaciones llegan difícilmente, pero que esta afición trasladó ayer hasta a los más pequeños de Villoruela.

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