SANDRA BAZ / WORD
Lunes, 21 de julio 2014, 11:46
Cuando en el noticiario nacional se habla sobre una residencia de ancianos suele ser para mal. Solo saltan a la primera página de los periódicos los casos escabrosos en los que los ancianos están desatendidos, malnutridos, maltratados o mueren por la ingesta de algún producto en mal estado. Salvo algún reportaje televisivo esporádico o algún programa de radio, los domingos a horas intempestivas, los medios de comunicación no suelen tratar la verdadera realidad de estos centros de acogida.
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Maribel Alonso García, directora de la residencia Jesán en Castellanos de Villiquera, ha explicado que hay muchas leyendas urbanas que circulan en torno al mundo de las residencias de ancianos. Ha expresado su opinión sobre las que más se repiten.
El primer mito falso, que le molesta especialmente, es que en «todas» las residencias se trata mal a los ancianos. La directora invita a todos los que hacen esa afirmación a que acudan a algún centro y vean la realidad con sus propios ojos. «Aquí pueden venir cuando quieran ya que no tenemos horarios de visita, igual que otros muchos centros, y que juzguen por ellos mismos. Pueden entrar a cualquier hora y a cualquier parte. Hay total transparencia. No tenemos nada que ocultar».
El segundo tópico es que desde el 2008, año que comenzó la crisis, se está sacando a los mayores de las residencias para que los familiares en paro puedan vivir con la pensión del abuelo. «Yo no he notado ninguna diferencia entre antes y después de esa fecha. Hay algunas personas que sacan a sus familiares, por diversas causas personales, entre las que se encuentran las económicas, igual que ocurría antes».
El tercer mito que señala es que la residencia no es el último hogar. «Hay personas que sufren una caída, una operación o cualquier incapacidad temporal y que necesitan asistencia durante un periodo de su vida pero cuando se recuperan vuelven a su casa».
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El cuarto falso rumor es que cuando una persona se va a recuperar a uno de estos centros, los trabajadores intentan que la rehabilitación sea lo más lenta posible para retenerlos más tiempo e ingresar más dinero. «Intentamos que sea todo lo contrario porque eso a la larga repercutiría en nuestra contra. En las residencias funciona mucho el boca a boca y todos los que salieran descontentos nos harían una mala publicidad».
El quinto mito es que en las residencias ya no hay listas de espera. «En algunas no y en otras sí, depende del trabajo que se haga en esos centros, del lugar en el que estén ubicados... Yo, ayer mismo, tuve que decir a tres personas que no disponermos de ninguna plaza libre».
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El sexto rumor es que todas las personas ingresan a la fuerza y que están allí de forma obligatoria. «Las residencias no son una cárcel y salvo algunos casos en los que el interno tiene su sistema neurológico afectado y no puede tomar sus propias decisiones, el resto está aquí por su propia voluntad. Él es el único que conoce la realidad de su hogar y la del centro y elige quedarse aquí».
El séptimo, es que solo son muy caras y no están al alcance de todo el mundo. «Hay de todo. No es lo mismo una residencia en Salamanca que en Madrid pero, si a los ancianos no les llega la pensión, una asistenta social le ayuda a complementarla con ayudas sociales como la ley de la dependencia, la renta garantizada...».
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El octavo, es que de una residencia de ancianos no se echa a nadie. «¡Mentira! -afirma con rotundidad- nosotros hemos prescindido de algunos clientes porque molestaban a los demás a propósito y alteraban la tranquilidad del centro».
El noveno, es que no se pueden mover con libertad por la residencia. «Los que no pueden, evidentemente no, pero el resto anda a su aire».
El décimo, es que las personas no pueden ser felices en estos centros. «Aunque parezca mentira, algunas personas encuentran aquí su verdadero hogar por eso, cuando pueden volver a su casa, no se van».
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