El adiós de los hábitos blancos

Corría la primavera de 1927 y el periódico La Voz de Peñaranda, que durante más de 60 años fue altavoz y reflejo de la sociedad peñarandina de finales del siglo XIX y principios del XX, anunciaba en su primera página la muerte de doña Elisa Muñoz Rodríguez. Más que centrarse en el fallecimiento, el cronista de la época hablaba de los detalles del testamento de la ilustre dama, documento que había alcanzado fama en toda la localidad, pues sabido era, y así se cuenta, que doña Elisa tenía intención de destinar sus numerosos bienes a la creación de un hospital-asilo para ancianos.

La época era dura y complicada y para hacerse una idea, basta con repasar las hojas amarillentas de los antiguos ejemplares de este periódico. Por ello, los peñarandinos del 27 llenaron «el salón de la audiencia», deseosos de conocer «todo cuanto a la fundación se refería».

Su curiosidad quedó satisfecha, pues tras varias disposiciones testamentarias que dieron cuenta del carácter sencillo y bondadoso de la dama, llegó al fin la orden de crear, con los bienes que quedaran tras los legados establecidos, el hospital-asilo, «para pobres de ambos sexos», que se denominaría del Sagrado Corazón de Jesús y del Patriarca San José, aunque para los peñarandinos de a pie es, simplemente y desde entonces, el asilo.

Pese a que este testamento data de 1927, no fue hasta 1935 cuando pudieron inaugurarse las instalaciones, construidas, como ordenó Elisa Muñoz, en la alameda de su propiedad en la carretera de Ávila. Un enclave entonces fuera del centro de la ciudad, y hoy ya rodeado de edificaciones, aunque la voluntad de quien fuera su propietaria ha logrado preservarlo de las especulaciones inmobiliarias y mantenerlo prácticamente como era a principios del siglo pasado.

Una hermosa finca llena de naturaleza que muestra cómo fueron las tierras peñarandinas hace años, y en la que destaca la construcción del asilo, hoy convertido en una residencia moderna.

Residencia que durante estos 79 años ha contado con la labor de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, como así también lo indicó doña Elisa en sus últimas voluntades.

Lamentablemente, esta callada presencia llega ahora a su fin, según comunicó recientemente el consejo provincial de la compañía religiosa a la Fundación Elisa Muñoz Rodríguez, encargada de la administración -a través de un patronato- del asilo.

Los motivos aducidos para esta marcha han sido «la falta de vocaciones, el aumento considerable de la edad media de las hermanas y la consiguiente exigencia de concentrar su atención en las necesidades propias de la congregación».

Aunque las tareas propias de una residencia y el cuidado de los ancianos ya estaban en manos, desde hace tiempo, de profesionales seglares, formadas en atención geriátrica y ayuda al dependiente, los peñarandinos echarán a buen seguro de menos la figura de las hermanas de la Caridad, vestidas con hábito y toca blancas, paseando por el municipio o asistiendo a la misa diaria que se oficia en la pequeña capilla del asilo, actividad estipulada también en su testamento por doña Elisa Muñoz.

Despedida

Para demostrar el cariño que existe en la ciudad por esta orden y por las seis hermanas que han resistido hasta el final en la residencia, la Comunidad de Voluntarios de San Vicente de Paúl y la asociación de la Medalla Milagrosa de Peñaranda han organizado una eucaristía de acción de gracias y despedida a las Hijas de la Caridad, que tendrá lugar en la capilla el próximo jueves día 17 de julio a las 18 horas. Un buen momento para decir adiós a una parte esencial de la historia más reciente de Peñaranda de Bracamonte.