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José Anselmo Moreno
Martes, 27 de agosto 2024, 07:32
Hay jugadores que tienen un aire de Cenicienta y que, inevitablemente, cuando se retiran del fútbol y avanza el reloj, la carrocería se les descompone y el príncipe del cuento deja de serlo. No es el caso de Ángel Vivar Dorado, que está más fino que cuando jugaba. Dice que solo es suerte, pero detrás de esa apariencia juvenil, pasados los 50, debe haber algo más.
En Leganés, donde empezó, fue una especie de Cid Campeador y no solo por su primer apellido. Allí es un ídolo para varias generaciones y aquí vivió intensamente los dos primeros años de Mendilibar en Primera, con victorias en Zorrilla ante gallitos de la categoría. Ahora es entrenador del Alcalá tras haberlo sido en las inferiores del Lega y haber estado diez años alejado del fútbol después de retirarse por una lesión en el tendón de aquiles, que se produjo en su última temporada en Valladolid y que ya no le permitió ni debutar en Albacete, club por el que fichó después.
Entre otros equipos, Vivar también jugó en el Racing, Getafe y Tenerife, donde dice que la dureza de los campos de entrenamiento empezaron a causarle problemas en ese tendón, ya que algunos eran de tierra y arena volcánica.
Vivar Dorado estuvo las referidas dos temporadas en Pucela con Mendi a los mandos. Y eso marca. Fueron años de un equipo sin complejos, que incluso ganó al Madrid o al Atlético en días de vino y rosas en Zorrilla. En ambos casos, por cierto, partidazos de nuestro protagonista de hoy.
Respecto a su militancia en los dos equipos que se enfrentan este miércoles, su situación vital era bien diferente. Ángel jugó desde los once años en la cantera del 'Lega' y llegó a Valladolid ya veterano, aunque ofreció un buen rendimiento y hasta marcó cinco goles desde su posición de centrocampista.
Evoca aquellos días con la alegría y la ilusión que vio en Pucela al llegar. «Yo aterrizo en un equipo recién ascendido, con muchos jugadores que venían de Segunda e ilusionados, como imagino que estarán ahora», afirma poco antes de iniciar un entrenamiento vespertino con su actual equipo.
Asegura también que aquel Real Valladolid tenía identidad propia, con el sello de Mendilibar. «Salíamos con una presión alta y marcando siempre el ritmo de juego en cualquier campo», dice.
Sobre el partido de este miércoles afirma que el resultado dependerá de cómo se gestionen las emociones porque se miden dos recién ascendidos. «Será igualado, son dos equipos que parten con el mismo objetivo y que tienen que adaptarse a Primera, donde hay más precisión y más calidad. Se dan menos errores y, últimamente, es una categoría más exigente en lo físico», agrega.
En cuanto a su trayectoria en ambos clubes, dice que su primer ascenso con el Leganés fue «una victoria del fútbol modesto» y que sus triunfos sonados con el Pucela de Mendilibar fueron fruto «de la implicación de un vestuario con gente comprometida, currante y entregada y, además, había muy buen ambiente», subraya.
Incide en el hecho diferencial de que aquel equipo apretaba arriba, nada más salir. «Yo ya no era ningún crío, pero si quería jugar con Mendilibar tenía que trabajar como cualquier chaval y recuerdo mis años allí con mucho cariño», dice.
«Uno de los días que tengo grabados es cuando ganamos al Real Madrid, un partido en el que acabé agotado pero satisfecho con mi actuación», señala un futbolista que ese día jugó los 90 minutos formando doble pivote con Álvaro Rubio.
Con Mendi había que pelear y picar mucha piedra. Vivar Dorado, aunque no era de carreras gratuitas o tribuneras, lo tuvo que hacer pese a sus 34 años y a que los últimos meses estaba renqueante de su lesión. Los médicos le recomendaron tratamiento conservador pero al final no funcionó y al tener que operarse decidió colgar las botas. En parte por su edad y por el tiempo de recuperación tras la cirugía.
Dice que en su segundo año aquí el equipo pudo y debió dar un salto «más allá» aunque consiguieron la permanencia en una agónico partido ante el Betis en Sevilla.
Ha sido talismán en los equipos donde estuvo. Vivar protagonizó ascensos históricos con el Getafe o el Racing y también jugó una final de Copa. En el campo nunca se le veía nervioso y como entrenador mantiene esa sangre fría y esa pausa, la misma que al hablar da rotundidad a todo lo que dice.
Además de entrenar al Alcalá, ahora comenta partidos del fútbol madrileño en la emisora de Telemadrid, Onda Madrid. Los años que estuvo alejado del fútbol no sintió la necesidad de entrenar, algo que sí le «brotó» hace cuatro años.
Sigue al Pucela y el partido de este miércoles no se lo perderá. En las imágenes que envía parece que está para jugarlo de titular porque con la pérdida de masa muscular tras dejar el fútbol pesa incluso menos que cuando jugaba. La «carrocería», en este caso, sigue intacta.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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