Así se vivió el ascenso en el palco: los VIPs también lloran
Las zona noble del estadio derrochó lágrimas, abrazos y besos para celebrar un ascenso épico que se vivió con la intensidad desbocada
Juan Ángel Méndez
Lunes, 30 de mayo 2022, 18:24
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Juan Ángel Méndez
Lunes, 30 de mayo 2022, 18:24
Alcorcón, contigo empezó todo. No estaba Gerard Piqué en el palco de Zorrilla, ni Kevin Roldán apareció rompiendo tarima, pero su mítica arenga se saboreó con una melodía muy especial y un guiño al feudo del colista, donde el Eibar estampó sus ilusiones. «¡Gol del ... Alcorcón, gol del Alcorcón!». Los ojos vidriosos, el rostro carmesí y el dedo cosido al pinganillo. No se podía ni levantar de la butaca. Su euforia se convirtió en un himno. La espera terminó. Sobre el césped llevaban media hora viendo la vida pasar y aguardando el milagro madrileño. El grito desbocado de un hincha en el antepalco removió la zona de autoridades, donde la pasión llegó como un tsunami. Alfileres en los asientos. Brazos en alto, todos en pie. El protocolo por los aires y las lágrimas en plan aliño de una ensalada infinita de ADN en el frotis del abrazo y el beso de alegría.
La tarde abrió el telón con un cóctel explosivo entre el anhelo y la realidad, la expectación y la prudencia. Miradas cómplices y guiños al destino. «Mucha tensión», espeta Matt Fenaert, consejero delegado del Real Valladolid, mientras consulta el móvil, mira hacia arriba y pide clemencia divina. Si hubiera podido, se habría vestido de corto. Concentración máxima. La clásica batalla entre el querer y el poder. Óscar Puente dejaba asomar la camiseta de Kiko Olivas en la azotea del último botón de la camisa al entrar en Zorrilla. Nunca está de más ser precavido cuando la historia aguarda al otro lado. Alberto Bustos llegó de los últimos. «A ver si en dos horas lo estamos celebrando». 'Nostrabustos'. Dicho y hecho. Ronaldo mantuvo intacta la sonrisa. Lo hizo en el acto de entrega de insignias a los socios más antiguos, mantuvo el rictus cuando recibió el brazalete tematizado que le entregó el Huesca y exhibió su don de gentes para transmitir la tranquilidad que otorga el hecho de haber estado en mil batallas. Eso sí, el palco debe generar más sufrimiento porque comparó el ascenso con un Mundial. Al final, cada hito representa un universo único e irrepetible. Y el carpe diem siempre gana la batalla a la memoria.
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El ya mítico 'bote-bote' de Conrado Íscar y Óscar Puente, polos opuestos en el ring político, fundidos en un abrazo de fiesta, aventuraba gloria bendita cuando Plata daba una puntada más al resultado propio. En el tanto de Weissman hubo más suspense colectivo, pero en el palco se vivió con la calma que conceden los monitores. Un empleado del club se asomó a la pantalla y tranquilizó al antepalco. «Nada, no está en fuera de juego. Es gol». Sí, se dice pronto y rápido, pero la experiencia con el VAR hizo que nadie le creyera. «Os lo dije», se volvió con retintín y hombros encogidos cuando la grada estallaba al son del silbido del colegiado, el brazo tenso y el balón al centro del campo. Algarabía. Se levantó del sitio hasta Javier León de la Riva, exalcalde de la ciudad, ubicado en la primera fila del palco trasero al de autoridades. A su lado, un hombre trajeado, con la acreditación colgada y la tablet afilada, no perdía detalle. Desconozco su identidad, pero estuvo muy aplicado y concentrado. No era del Pucela, seguro.
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La noche de transistores se convirtió en la noche del pulgar desgastando huella al actualizar la pantalla de la APP de resultados en busca de noticias en Alcorcón y Leganés. El 3-0 abrió la veda de los abrazos de ritual, los que hay que dar porque ya estás metido en harina, pero que no son tan contundentes como los dos primeros porque tu trabajo ya está hecho, firmado, pero dependes de otros para desatarte. El desenfreno llegó como un alcorconazo.
La política se perdió en el limbo. Íscar y Puente, Bustos y Javier González, diputado de Deportes. Y Jesús Julio Carnero, consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León. Alineación titular. Faltaba Mañueco, que no acudió. Juntos y por separado. Las fuerzas vivas a pleno rendimiento. Las lágrimas de Fran Sánchez y su equipo. Mucha presión. El llanto por el trabajo bien hecho de Gabriel Lima y su 'team' de Marketing. Los pulgares en alto a diestro y siniestro. La camisa del alcalde al viento y los parabienes con más glucosa que el éxito de una noche electoral. Es el Pucela, la magia del fútbol y la importancia que tiene estar en Primera División para la ciudad y su provincia.
La pareja de Ronaldo, Celina Locks, lo vivió con pasión y el móvil siempre cerca para inmortalizar los hits de la celebración. Histórico. Influencia blanquivioleta a flor de piel en Instagram. En la zona noble se escuchaban versos en brasileño. Paulo André a lo moderno, con traje ceñido, camisa por fuera y zapatillas. Tobillos al descubierto. David Espinar en la trastienda, la procesión va por dentro. En los exteriores del palco, el fútbol se agrupó al cobijo de la historia del Real Valladolid. Diego Ribera, segundo de Sergio, no quiso escapar del lugar de autos con la conciencia impoluta tras salvar al Cádiz. Del submarino también asomó Iván Alejo, que hizo 'match' con el pasado, con mitos como Benjamín Zarandona, escoltado por su hermano Iván, y Javi Baraja. También estuvo Chema Aragón, que brilla en los despachos del Mirandés. Mucho fútbol en pocos metros. No era para menos. La camiseta blanquivioleta de Agustín, al lado de su nieto y su hijo, coronaba una de las butacas del palco. Eterno recuerdo a los que ya no están.
Cuando el 'speaker' gritó las palabras mágicas, «estamos en Primera», el fuego brotó de nuevo en el palco para dar paso a las lágrimas, a la sonrisa inquieta y nerviosa. Ese momento en el que el llanto y la carcajada desfiguran el gesto típico de cualquiera. De repente te emocionas y te echas a reír como si estuvieras escuchando a Leo Harlem hablando de pádel. Muchos meses de trabajo grabados a fuego en una moneda de 90 minutos y tres estadios. Casi nada. Daba igual el vecino. Abrazo, palmada fuerte y lágrima tendida. Miradas al cielo y muecas de alivio. Ha sido tan grande la tensión, que después del subidón inicial, el palco se convirtió en paz y suspiro, con la vista clavada en el césped, donde bajó Ronaldo en cuanto se zafó del último apretón.
El presidente del Real Valladolid Baloncesto, Alex Pellitero, se convirtió en el centro de la presión tras el ascenso. Valladolid quiere a todos sus clubes en la élite y solo falta el basket. «El siguiente es el vuestro». El presi recogió el guante, pero destiló prudencia. «Para el año que viene, que no queremos quitar protagonismo al fútbol», bromeó junto con Paco García, que se ve reflejado en el éxito de Pacheta como pócima para construir su machada.
La jet local lo vivió también con el corazón encogido y el ánimo desbocado. Esas tardes en la que cuesta digerir el canapé porque lo que realmente importa salta del palco al césped. El estómago se hace pequeño. Y cuando llegó el milagro, los VIPs demostraron que también lloran. Sin postureo ni estatus, sin rivales ni competencia, con el objetivo común de ver al Pucela en Primera. Desde la zona noble hasta el sótano de la ciudad. Aúpa Pucela como himno de extremos opuestos que compartieron emoción y lágrimas en una noche inolvidable.
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