La victoria número 500 del Real Valladolid en Primera, a la vista

No hace falta explicar que todas las victorias valen igual: tres puntos. Da lo mismo una contra el Espanyol en Zorrilla que una hipotética contra el Real Madrid en el Bernabéu; otra cosa es que los entrenadores, como Paulo Pezzolano, marquen su hoja de ruta con las probabilidades y prioridades de cada partido, más con este calendario que fija cuatro jornadas para el Real Valladolid en trece días, y además con un mercado de fichajes, traspasos y descartes que mantienen mezcladas las fichas de los puzles de casi todos los equipos del fútbol español.

El técnico uruguayo tiene subrayado en rojo el del miércoles contra el Leganés, uno de sus compañeros de viaje en la vuelta de Segunda a Primera; contra el otro ya sumó tres puntos y repetir con los 'pepineros' daría un valor añadido a esos seis puntos por tratarse de un saldo muy positivo en esa liga por la permanencia que encuadra a los pucelanos con otros seis o siete rivales.

El Real Valladolid-Leganés de mañana tiene suficiente trascendencia deportiva para considerarlo una segunda final en pleno mes de agosto, y tiene algo más, un guiño estadístico para los amantes de las efemérides: puede ser la victoria 500 del Real Valladolid en sus ya 47 temporadas en Primera; acaba de subir al peldaño 12, por encima del Deportivo, en el histórico de la Liga, eso sí, con setenta victorias menos debido a los años súper del club de La Coruña. En el retrovisor tiene el Real Valladolid al Osasuna, con 488 victorias.

La cuenta comenzó en el viejo Zorrilla en el segundo partido de los blanquivioleta en Primera. Helenio Herrera se presentó con un costurón del siete (7-2) contra el Athletic de Zarra, Panizo y Gainza, y aunque el estreno en casa arrancó con un gol vigués, el Real Valladolid consiguió remontar con dos goles de Vaquero, y uno de Peralta y Revuelta; en el once, leyendas pucelanas como Coque, Ortega, Lasala y Busquet. La temporada del debut liguero fue sufrida porque el margen de la salvación se limitó a un punto sobre el Alcoyano.

La centena fue inútil, se logró en el campo de La Victoria contra el equipo que se iría al pozo de Segunda (el Jaén no ha vuelto a Primera) en compañía de los pucelanos, que ponían así fin a una serie de diez campañas consecutivas entre los grandes. El equipo estaba entrenado por entonces por Rafa Yunta, en la alineación del primer triunfo vallisoletano del párrafo anterior, y marcaron Paz y Badenes, gol que le valió para compartir el pichichi con 19 dianas junto al valencianista Ricardo y a un tal Di Stéfano. Saso y Paco Lesmes estaban en el once; en el cuadro jiennense jugaba Jaime Peiró, que fichó a la temporada siguiente por el Real Valladolid. Para hacerse una idea de la deriva blanquivioleta, José Luis Saso, que empezó la temporada con los guantes bajo la portería, la terminó con el chándal en el banquillo de entrenadores como sustituto de Yunta; no le vino mal el aprendizaje porque el Pucela recuperó la categoría al año siguiente.

El partido más caliente de toda la relación. A la última jornada llegaron con los mismos puntos Málaga, Hércules y Valladolid; los alicantinos daban la campanada con una victoria en el Bernabéu y los vallisoletanos necesitaban los dos puntos (la victoria todavía no valía tres) para no depender de un dramático Málaga-Betis (empataron y bajaron los malacitanos). Y no fallaron los de Fernando Redondo, con goles de dos canteranos a Paco Buyo, uno tempranero de Duque y otro sentenciador de Jorge; en la alineación un puñado de históricos como el Pato Yáñez, Moré, Fenoy, Eusebio o Gail. La tensión fue tal que el presidente Gonzalo Alonso sufrió un infarto y tuvo que ser atendido en la enfermería del Sánchez Pizjuán; fue una campaña muy difícil, de mala digestión por la Copa de la Liga de meses antes y el debut en competiciones europeas.

Una de las campañas más caóticas de la historia blanquivioleta, con cuatro entrenadores, Espárrago, Moré, Redondo y Santos, y claro descenso deportivo con solo 25 puntos que, semanas después, se convirtió en permanencia administrativa gracias al buen hacer en los despachos de Marcos Fernández, que provocó el paréntesis de la Liga de 22. El equipo llegó a esta cita en pleno 'golpe de estado', así lo definió el propio presidente, después de que la plantilla aprobase por votación el despido de Jesús Cuadrado, preparador físico. Redondo, que ya dirigió la victoria 200, repitió con la 300, alineó un equipo con César Sánchez, Cuaresma, Benjamín, Belodedici y los dos goleadores, el polaco Urban y el brasileño Nilson; enfrente, un Oviedo con Antic en el banquillo y Prosinecki, Carlos y el goleador Oli en el campo, en la segunda parte entró el ex blanquivioleta Jankovic. La victoria fue un espejismo en medio del desastre, antes del 2-1 llegaron cinco derrotas consecutivas, y después se encadenaron seis jornadas sin ganar.

Un año más o menos tranquilo, de mitad de tabla, asentado en triunfos como este ante el que fue el farolillo rojo de Primera. Pepe Moré alineó a Marcos, Torres Gómez, el goleador Óscar, Chema, Jesús o Caminero desde el banquillo, ante el Rayo del expucelano Quevedo, el hoy entrenador del Girona Míchel, y del míster Fernando Vázquez, que perdió el puesto después de ese 0-1 en contra y que en verano ficharía por su verdugo, el Real Valladolid, con el que tampoco acabó la temporada y con el que se abrió un periodo de crisis, de continuos ascensos y descensos, que ya dura más de veinte años, los que va a tardar el Pucela en sumar las cien victorias que separan la 400 de la 500.

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