Victoria para una nueva era
40 años del Estadio Zorrilla ·
El Real Valladolid estrenó una era de cambio y su nuevo coliseo ganando al Athletic Club con un gol del canterano Jorge Alonso40 años del Estadio Zorrilla ·
El Real Valladolid estrenó una era de cambio y su nuevo coliseo ganando al Athletic Club con un gol del canterano Jorge AlonsoEn uno de tantos relatos con los que Eduardo Galeano esculpía el fútbol a través de la palabra, titulado 'El estadio', decía el autor uruguayo que «no hay nada menos vacío que un estadio vacío», que «no hay nada menos mudo que las gradas sin ... nadie». Guardan el empedrado y los asientos, desde que se obligó a instalarlos también en los fondos, ecos de aullidos de «goooool». Ecos que en el ya no tan Nuevo José Zorrilla llevan vibrando 40 años y que suman 1.207 gritos provocados por goles blanquivioletas (oficiales y silencio pandémico mediante). Entrecerrando los ojos, hay quien es fácilmente capaz de traer de la memoria a la retina el primero de todos. Porque siempre es especial, pero más por haberlo marcado alguien de aquí, 'uno de los nuestros', que diría la traducción del tópico.
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Luis Miguel Gail echó el cerrojo al viejo estadio marcando el 2-0 a Osasuna. Cuando Jorge Alonso, autor del primer gol del nuevo templo, golpeó con la izquierda y superó a Zubizarreta, él estaba justo detrás. «Ese día no fue titular; salió en la segunda parte. Hubo una jugada por la derecha y un pase hacia atrás. Jorge, como Minguela, le golpeaba con las dos piernas; no sabías si era zurdo o diestro. Según le vino el balón, le metió con la izquierda y creo que eso despistó a Zubizarreta. Le salió un golpeo preciso. Me alegré por él, fui el primero que se acercó a felicitarle y le dije 'te lo mereces', porque tanto para él, como para Minguela, como para mí era especial vivir algo así en un momento primordial de nuestras vidas», recuerda.
Paquito, técnico de los tres, apostó mucho por los jóvenes de la casa durante los dos cursos que ocupó el banquillo, aunque aquel día Jorge no entrara hasta que se lesionó Pepín, casi a la hora de juego. «No supe por qué no fui titular, pero aunque aquel día estaba enfadado, cuando te vas haciendo mayor y entrenas te das cuenta de que al entrenador le pagan para tomar decisiones. A mí me ayudó mucho», rememora el goleador sin un ápice de rencor. Del contacto de su zurda con el balón y de lo que pasó alrededor se acuerda por lo que escuchaba. Primero, el murmullo y la «sensación de lleno que transmitía». Después, el estruendo: «Estábamos acostumbrados al sonido del Viejo Zorrilla. La gente gritaba, pero eran menos. El grito unánime de ese gol fue un momento…». Una sensación tan difícil de narrar que la frase queda en el aire.
La cadena de supermercados con cuyo nombre todavía hay quien se refiere al centro comercial que hay detrás del estadio regaló entonces una minicadena al último goleador del viejo campo y al primero del nuevo. Aún no se había extendido aquello de 'la pulmonía', seguramente porque fue un día en el que el equipo sintió mucho calor de su afición. «En el estadio antiguo teníamos a la afición a medio metro del saque de banda y teníamos dudas sobre si sentiríamos el aliento», cuenta Luis Mariano Minguela. Y así fue: «El gol fue una explosión de alegría. Inaugurar el nuevo estadio contra el Athletic y ganar 1-0, con el calor y el ambiente que había… Fue un día redondo». Uno que además fue retransmitido en directo por Televisión Española, que empezó con coros y danzas y terminó con quien luego ganó dos ligas seguidas hincando la rodilla.
Cuenta el relato de quien lo vivió que no se trató de un partido especialmente bonito, quizás al contrario. La desigualdad rota por el canterano resolvió un encuentro que estaba siendo «muy disputado», a ojos de Gail, en el que, no obstante, el Real Valladolid se merecía la victoria. «Eran un buen equipo, pero nosotros también. En casa apretábamos, éramos un equipo aguerrido, y no era fácil ganarnos», considera. «No fue un partido muy bonito, pero de lo que se trataba era de ganar el partido», añade Minguela. La dificultad, explica Jorge Alonso, erradicaba en parte en el estilo del Athletic, que «tenía mucha fuerza», lo que dificultaba «hacer un fútbol de toque». El triunfo, así, llegó con «un centro hacia atrás raso», de Alí Navarro, que ejecutó de igual manera, por abajo, «muy cerca del palo» y sin que Zubizarreta pudiera reaccionar.
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Si el alunizaje supuso «un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad», la inauguración aquel 20 de febrero de 1982 significó algo similar: mientras el partido no tenía una importancia capital o diferente para la dinámica del equipo, para la ciudad fue «el comienzo de una nueva época», dado que el estreno, pero sobre todo la posterior celebración del Mundial con Valladolid como subsede, significaría dar a conocer la ciudad allende nuestras fronteras. Así, convienen Gail, Minguela y Alonso que «dentro del campo» no pensaban mucho en todo lo que se refería a la inauguración, sino que, como siempre, trataban de «dignificar la camiseta del Real Valladolid y que la afición se sintiera identificada» con ellos. Iniciar esa nueva era con buen pie, con todo, no era ninguna obsesión; si acaso «un aliciente mayor» dentro del sino del equipo y del propio del club, que no era otro que jugarse «la vida» para evitar descender. «Yo ese día me di cuenta de que Valladolid realmente necesitaba un nuevo estadio», dice, no obstante, Gail.
Al margen de las anécdotas a coleccionar posteriormente con cuanto acontecería en el Nuevo Zorrilla, único estadio construido ad hoc para el Mundial, esa sensación de «nueva era» fue la que trató de trasladar la Prensa, en tanto en cuanto significaba «un salto espectacular» respecto del viejo emplazamiento, como reseña José Miguel Ortega, cronista oficial del club. Lo era, para empezar, a nivel de aforo, dado que cabían 33.000 espectadores (ampliables), pero también en cuanto a la comodidad, según resalta Javier González, quien escribió la crónica de aquel envite en este periódico. «El campo era una bendición en comparación con el viejo estadio», coinciden los dos, a pesar de la polémica suscitada con el emplazamiento, alejado del núcleo urbano por aquel entonces, donde no había ni donde tomarse un café, aunque a la postre haya crecido y se haya urbanizado.
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Ángel María de Pablos
Redactor jefe de Deportes de El Norte
González escribió entonces que el club había prohibido el acceso a los medios informativos a los vestuarios, algo hoy inimaginable y que algunos resolvían ya entonces con algo tan normalizado actualmente como es la sala de prensa. Comparado con el «cuchitril» del Viejo Zorrilla, destacó lo espacioso del nuevo lugar de trabajo, convertido recientemente, bajo el mandato de Ronaldo, en una sala VIP a costa de un traslado hacia otro espacio más grande aún. Otra gran novedad al respecto de este lugar era que los periodistas se podían sentar, mientras que las cabinas estaban cerradas, aunque, eso sí, eran frías, lo que profesionales como Santiago Gallego salvaban con un calefactor que ayudaba a que el mercurio subiera unos grados.
El cambio vino acompañado de polémica también entre las instituciones, recuerda González, ya que llegó a producirse «una discusión entre el alcalde, Tomás Rodríguez Bolaños, y el presidente, Jorge Alonso» por mor del nuevo emplazamiento. «Gonzalo Alonso lo primero que dijo es que era un estadio para Málaga, no para Valladolid, y el alcalde decía que ya estaba bien de hablar mal de él y de decir que el estadio era malo». Llegada la hora de la verdad, cuando el balón iba a echar a rodar, hubo gente «un poco despistada» mientras buscaba el sitio, explica Ortega, una orientación que ganó tiempo con los espectáculos previos al silbatazo inicial de García Carrión, que se encargó de dirigir una contienda con solo una amarilla (para Antonio Santos).
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Javier González
Redactor de la crónica del encuentro inaugural
Una vez sonó su silbato, a ganar se le daba «la importancia de comenzar una andadura con éxito y, además, hacerlo con un grande de España con no menos de cinco internacionales», rememora Ángel María de Pablos, histórico periodista, entre otros, de El Norte de Castilla. Sin embargo, él mismo reconoce que esos días «era más protagonista el estadio que los jugadores». Fruto de ese protagonismo, en este periódico «se le dio más espacio», algo nada extraño, dado que el envite era preludio de lo que luego vendría, de la situación de Valladolid en la prensa deportiva mundial a colación de la futura cita veraniega. Dada la importancia que tenía la inauguración, estuvieron en Zorrilla diferentes personalidades, tanto del propio fútbol como de otras instituciones; véase el vicepresidente primero del Gobierno, Rodolfo Martín Villa, o el embajador de Kuwait, una de las selecciones que luego jugarían en Valladolid y cuyo jeque protagonizó meses más tarde una de las historias más sonadas de estos 40 años bajando a protestar una decisión arbitral al terreno de juego, mientras su país jugaba contra Francia.
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Volviendo a lo que sucedió estrictamente en el verde, Javier González no se divirtió mucho, «más allá de la novedad del nuevo estadio», hasta el punto de definir el partido como «pésimo». Para De Pablos, «más que malo, fue monótono», incluso algo «bronco». Como el gol no llegaba, hubo algunos nervios en la grada, que no empañaron, eso sí, el «ambiente espectacular» al que hace referencia Ortega. «Era de fiesta grande, aunque el partido era de 0-0. Sorprendió que Jorge no fuera titular; Paquito sacó una alineación un tanto extraña. El gol vino en un chispazo. Ganar fue un pelotazo, porque el Athletic era un equipo muy fuerte y tenía muy buenos jugadores», afirma. Aquello llevó el fervor a unas gradas distintas a lo que son hoy, porque los fondos eran de pie y se vivía el fútbol de otra manera, más vehemente y con más pasión. Una que, en cualquier caso, se ha mantenido impertérrita, elevando la voz cada vez que hay un gol blanquivioleta y sin callar, como venía a decir Galeano, cuando se vacía el templo.
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José MigueL ortega
Periodista y cronista oficial del club
El cambio del Viejo Zorrilla al Nuevo se produjo mientras el plantel del Real Valladolid contaba con jugadores de la casa, salidos de la cantera, capaces de hacer goles simbólicos. El último del antiguo estadio lo marcó Luis Miguel Gail, a quien precisamente Paquito, el entrenador durante aquella temporada, había convertido con 16 años en el debutante más joven de la historia, hito que sigue vigente. El primero y ahora conmemorado fue de Jorge Alonso, que se estrenó con 18 en el primer equipo, subiendo directamente desde juveniles. Dos años más tarde, Luis Mariano Minguela pondría la puntilla a la Copa de la Liga marcando el 3-0 al Atlético de Madrid. Ellos no desmerecen a nadie, sin embargo.
«Por el Real Valladolid han pasado cientos de jugadores; unos tendrán una historia más pequeña y otros una más grande, pero todos los que hemos defendido el escudo formamos parte de ella», reflexionan casi al unísono. Clama el himno al que hoy se le tilda de antiguo que «con grandes triunfos se hace la historia», y quizás aquel contra el Athletic no fue tal, desde luego, no más que otros que siguieron y que marcaron etapas como ascensos o la misma Copa de la Liga. Fue, eso sí, «un día bonito», confiesan, y que vivieron juntos, siendo parte de un vestuario que, además, a los de fuera los recibía bien, como hacía la afición. Aunque ellos abanderen la humildad, algo de significado tuvieron el gol y aquel triunfo, dado que, como explica Ángel María de Pablos, «ganar ese día y hacerlo con el gol de alguien de la casa fue, de alguna manera, otro éxito de la cantera». Una que era «de las más importantes de España» y en la que hicieron historia.
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