
El don de Don Vicente
El autor recuerda el paso de Cantatore por Valladolid y la huella indeleble que dejó en todos aquellos que mantuvieron contacto con él
Javier Yepes
Domingo, 17 de enero 2021, 09:09
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Javier Yepes
Domingo, 17 de enero 2021, 09:09
Llamó mucho la atención cuando, tras su llegada oficial a Valladolid, los periódicos locales destacaron que a este nuevo entrenador se le conocía en los ... ámbitos futbolísticos chilenos como Don Vicente y de tal forma los jugadores así se dirigían a él.
Recalco lo de oficial porque antes, y de incógnito, a instancias de Ramón Martínez, el artífice de su fichaje, Vicente Cantatore, el entrenador del Cobreloa chileno, había recalado en nuestra ciudad en un intento de conocer y valorar, antes de dar el paso y decidirse a entrenar al Real Valladolid.
Dos meses de turista y la visión de numerosos partidos, tanto en nuestra ciudad como en otras diversas españolas donde Vicente tenía compatriotas y amigos, le hacen pensar en la seria posibilidad de quedarse… «Si el equipo alcanza la permanencia podemos negociar» fue la respuesta a Ramón Martínez.
Tras el definitivo triunfo en Sevilla (0-2) con goles de Jorge Alonso y Pedro Duque, Gonzalo Alonso, repuesto del incidente clínico acontecido en Nervión en el transcurso del mismo, opta por contratarle.
Del periplo deportivo de Vicente Cantatore ya se ha relatado todo, especialmente José Miguel Ortega, maestro en el arte de contar el fútbol pucelano. Desde sus comienzos en Lota Schwager, el equipo chileno que le inició como entrenador, hasta su despedida de los banquillos en el Sporting de Gijón.
Sin embargo el otro aspecto, el de sus relaciones personales con la gente que le rodeaba, bien merece un recuerdo porque ahí se agrandaba su 'don'… ese que le generaba el 'Don' con el que se le trataba.
Su mirada firme a la cantera desde que llegó al club, viaje a Salamanca junto a Ramón para ver a Onésimo jugar un torneo amistoso semanal con aquel juvenil, la percibí diáfana.
Su respeto e interés por el trabajo que realizábamos con los más jóvenes generó una relación excepcional. Él me colocó el sobrenombre de 'Doc', me ofreció la colaboración de su hijo Marcelo, que se incorporaba desde Santiago ya titulado, como Preparador Físico del equipo juvenil… y me regaló su amistad.
Fueron años, demasiado pocos para mi.., extraordinarios de relación y aprendizaje de un bien hacer basado en la sencillez y el respeto en el trato, en la ponderación de las virtudes del jugador y de los que con él se relacionaban. Sus colaboradores eran sus amigos y los vínculos de estrechez se acrecentaban exponencialmente.
Su extraordinaria relación con Camilo Segoviano, delegado del equipo, Tico Gómez el fisioterapeuta, el pibe Aramayo o Luis Miguel Quintana, el utilero, eran mucho más que una partida de dominó, su famoso y pasional pasatiempo al que le dedicaba las sobremesas de las concentraciones.
Obvio los desencuentros porque fueron mucho más y mejores los encuentros. Ramón Martínez y Marcos Fernández siempre fueron de los suyos, por más que adláteres a ambos intentasen desvirtuar el vínculo. Andrés Martín, en su amistad con Vicente, cuando nadie se atrevía, le llevó hasta Pozuelo en su coche para dar el último adiós a su amigo Marcos.
Ese mismo que hoy, querido maestro, te doy desde mi confinamiento obligado para que cuando llegues arriba se lo transmitas a Nelly y a los que por aquí, queriéndote, antes pasaron.
Y sí, querido amigo Josito, ese Viejito Pascuero, el que trae regalos navideños a mis nietos en Chile, hoy se reencontrará con el rosarino que se hizo chileno y se marchó pucelano. ¿Un pitillo..? ¡Cómo no..!
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