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Hay que asumir que el fútbol tiene algo de mágico, porque en ocasiones se empeña en dejar resultados que nada tienen que ver con la realidad de lo visto. Y en Zorrilla, en este sábado de noviembre de buena temperatura y mejor ambiente, se plasmó ... con machacona intención. Jugaban el equipo más goleador y el tercero que más tanto marca, y se vieron cuatro goles. Hasta ahí, todo aparentemente correcto. El problema es que ni el Pucela mereció tanto, ni el Oviedo tan poco. Justo lo contrario de lo que le ha venido ocurriendo al Valladolid en esta temporada, en la que en demasiadas ocasiones el juego vistoso y alegre no ha tenido reflejo en el marcador final. Este sábado cambiaron las tornas.
Real Valladolid
Masip, Antoñito, Olivas, Deivid, Nacho; Borja, Luismi; Hervías Míchel, min. 64), Toni (Gianniotas, min. 68), Plano (Villalibre, min. 85) y Mata
3
-
1
Oviedo
Juan Carlos, Johannesson , Cotugno (Pucko, min 66), Forlín (Steven, min. 83), Christian, Mossa, Ramón Folch, Mariga, Aaron Ñiguez, Saúl Berjón (Yeboah, min. 76), Linares
Goles: 1-0, min 4: Deivid, a la salida de un corner adelantándose a Mossa. 2-0, min 76: Mata peina una falta sacada por Míchel. 2-1, min. 88: Linares aprovecha... un fallo defensivo. 3-1, min. 90: Míchel dentro del área bate por bajo a Juan Carlos.
Árbitro: Eiriz Mata. Amonestó a Mariga (min. 75), Folín (min. 76), Mossa y Gianniotas (ambos en el 93)
Campo: Estadio José Zorrilla.
Porque no tuvo la primera mitad mucho que comentar, más allá del gol de Deivid. Unos y otros cayeron en las imprecisiones más groseras e infantiles, y acabaron por ofrecer un espectáculo francamente malo. Los locales porque eran incapaces de dar dos pases con un cierto sentido. Pareciera como que el ir por delante en el marcador les resultara tan extraño que no supieran como gestionarlo. Y los visitantes porque, lastrados por las bajas en la defensa, jugaban con un sistema poco habitual para ellos y con hombres fuera de su puesto, lo que se traducía en mucho toque y poca profundidad. Y unas cosas y otras acabaron por deparar un bodrio de proporciones considerables.
Bodrio que no se arregló en la segunda mitad, que transitó por la misma vía que su predecesora. La única variación fue que el Oviedo se fue creciendo porque no le quedaba más remedio y porque el Valladolid le dejaba. Los blanquivioletas no engarzaban una jugada ni por recomendación médica, pero es que sus rivales no andaban mucho más finos.
Y como el fútbol, lo deciámos al principio, tiene algo de mágico, anotó Mata el 2-0 y el partido, en lugar de tranquilizarse, se alteró del todo. El gol descompuso... al Valladolid, que de nuevo cometió un error en defensa y concedió un gol. 87 minutos casi perfectos en defensa -salvo una mala decisión de Luismi que acabó en un tiro al palo de Yeboah-, y cuando más cómodo lo tienes, encajas. La magia del fútbol, digamos. El tanto llevó hacia adelante al Oviedo, que arriesgó y encajó el tercero en una buena contra que debió sera anulada por fuera de juego de Gianniotas. No lo vio así el asistente y el gol se contabilizó y tranquilizó definitivamente el encuentro y a la afición pucelana, inquieta en unos minutos finales muy habituales este año en Zorrilla.
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