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Sobran los dedos de una mano para contar las victorias del Real Valladolid en campo del Real Madrid a lo largo de sus 94 años de historia. Concretamente han sido tres en liga, y entre la primera y la segunda tuvieron que pasar cuarenta años, además de desfilar casi mil jugadores y un buen puñado de entrenadores. Por el camino, incluso hubo tiempo de levantar un estadio.
Los últimos en incorporarse a la grada de Zorrilla recordarán el triunfo del Pucela de Gregorio Manzano en la última jornada de la temporada 1999-00 con un solitario gol de Víctor (0-1), y es posible que hayan oído hablar del sonoro triunfo del Pucela de Felipe Mesones y Alberto López Moreno en la 93-94 (1-3, con dos goles del doctor y uno más de Cuaresma).
Lo que es poco menos que improbable, incluso para los más veteranos que aún ocupan butaca en la tribuna, es que puedan recitar de memoria el once que hizo añicos todos los pronósticos y derribó el muro de la lógica al mandar a la lona al Real Madrid de los Gento, Di Stéfano, Miguel Muñoz, Lesmes II y Molowny en la campaña 1953-54 (1-2), con goles de Morro y Domingo.
Aquella alineación, historia del club, conserva a uno de sus integrantes paseando por las calles de Valladolid. Es más, Valentín Valdés, asturiano nacido hace 93 años, es el único superviviente de aquel equipo que escribió la primera página de tan exclusivo libro y que de paso creó escuela por la valentía y arrojo con los que se entendía el fútbol en aquella época. «No sabíamos jugar de otra forma que al ataque», apunta nuestro protagonista, «metías uno y te ibas a por el segundo, el tercero y el cuarto».
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Aquel 28 de noviembre de 1953, la crónica de El Norte de Castilla firmada por Ceese lo corroboraba: «Salió el Valladolid como había anunciado, dispuesto a dar batalla en todos los sentidos, esto es, al ataque, ya que de otro modo a lo único que podía aspirar sería a un empate». Aquel martes –por entonces el decano no tiraba los lunes– todo eran elogios y lo que hoy se llamaría el uno a uno tenía adjetivos grandilocuentes para todos los jugadores. «Saso, fantástico; muy buenos los laterales con un Losco insuperable; Morro, enorme; Lolo, con increíble fondo para subir y bajar; y Domingo, con su oportunismo para marcar su gol». ¿Y Valdés? «Valdés, haciéndose cada día mejor. A mi juicio, un digno sustituto de Gainza», se apuntaba en la sección 'Aquí el espectador'.
Lo cierto es que Valentín Valdés, el 'fíu' por su condición de asturiano (La Felguera, 1929), no solo cautivó ese día a Chamartín y se hizo mejor jugador sino que, años más tarde, el Real Madrid llegó a convocarle para disputar un amistoso contra el Botafogo de Garrincha.
El crío que creció como ayudante de albañil y se hacía 13 kilómetros andando en sus inicios para entrenar con el Mieres –«luego me compré una Orbea», recuerda– jugó cinco temporadas en Valladolid pero fue la 53-54 la que le catapultó definitivamente. Un año tan irregular en lo deportivo como mágico en su conjunto. Dirigido por el catalán Lluís Miró, aquella plantilla eludió la promoción de descenso en la última jornada, pero en su camino le ganó los dos partidos al Real Madrid campeón de liga (4-3 en la vuelta disputada en el Viejo Zorrilla, remontando un 1-3 adverso) y también noqueó al Atlético de Madrid del vallisoletano Luis Menéndez, Trofeo Zamora en aquel curso.
«Jugábamos con cuatro delanteros y extremos muy abiertos, algo que ya no se ve, y había mucho compañerismo pero éramos muy irregulares. Aquel día en Madrid nos salió un partido redondo, ¡y nos llevamos 3.000 pesetas cada uno de prima!, pero al domingo siguiente perdimos con Osasuna en casa», recuerda Valdés con una extraordinaria lucidez y una memoria envidiable. «Recuerdo hasta la fiesta que hubo en la Casa de Valladolid en Madrid después de aquella victoria. Llegamos aquí a las tres de la mañana», apunta, sin perder ripio ni detalle en el relato del viaje que le llevó hasta Valladolid. Como sucedía a menudo en aquella época, la culpa de su llegada a Zorrilla la tuvo el servicio militar. «Estaba haciendo la mili en León y por aquel entonces tanto el Oviedo como el Gijón querían ficharme, pero fue el Valladolid el que se adelantó y se presentó allí con cuatro personas. Al rato yo estaba cargando sacos de maíz cuando el teniente me reclamó: 'Vístete de paisano que te vas destinado a Valladolid'», describe hoy Valdés con pelos y señales, 71 años después.
«Me habían visto jugar con el Caudal , en Tercera, y luego me costó triunfar. Debuté con Ipiña en el primer partido y al ser muy rápido solía tener muchas lesiones musculares. Luego Ipiña quiso llevarme al Real Madrid, pero el club pidió mucho dinero y no pude salir», explica Valdés sobre el que hubiera sido el contrato de su vida. «¡Me daban un millón de pesetas en cinco años!», exclama.
Quien sí hizo caja fue el club, que traspasó en el mismo lote a Domingo y a Valdés al Real Zaragoza por 3 millones de pesetas cuando este último ya había disfrutado de su internacionalidad. El extremo asturiano, que había echado ya raíces en Valladolid, jugaría dos temporadas más en tierras mañas antes de regresar, abrir un negocio de gallinas –como tantos otros futbolistas de la época–, y convertirse en un aficionado más del club blanquivioleta. «Lo sigo todo, y cada vez me gusta menos el fútbol que veo. Se juega muy defensivo», señala medio ofendido, al mismo tiempo que se declara 'pachetista'. «Me gusta, juega al ataque y es valiente», admite, mientras hace gala de un extraordinario conocimiento de todo lo que se cuece en los Anexos. Cuenta maravillas de Maroto –jugador del filial–, sigue las evoluciones del Promesas, también al Juvenil, y lamenta que se le den tan «pocas oportunidades a la cantera».
Él, que dio un brinco directo de Tercera a Primera División, habla con conocimiento de causa. Por entonces los campos eran de barro, los tacos de goma y el talento afloraba como champiñones por el juego tan ofensivo que se profesaba, pero también por las penalidades que se sufrían. «Yo he visto tirar bombas a la vía para cortar comunicaciones, eran tiempos (Guerra Civil) en los que nos íbamos a la montaña porque estábamos más seguros», relata hoy, 71 años después de firmar como jugador del Real Valladolid.
69 desde que salió a hombros de Chamartín...
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