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Todo eran caras largas en el aeropuerto de Villanubla. El avión CRJ100 Bombardier de Iberia tocó tierra minutos antes del mediodía con la expedición del Real Valladolid procedente de Castellón. Por la escalerilla empezaron a bajar, por este orden, Miguel Ángel Gómez (director deportivo), Matthieu ... Fenaert (consejero delegado) y Sergio González (entrenador). El técnico mantuvo un gesto de extrema seriedad mientras hablaba con su segundo, Diego Ribera. Los jugadores desfilaron en un sepulcral silencio camino de los dos autocares que esperaban en la puerta. El ambiente, cargado, grave, solo quedó roto por las fotos que tiraban con sus móviles algunos empleados del aeropuerto.
El director del Gabinete de Presidencia, David Espinar, comentó que nada anómalo iba a suceder durante la jornada mientras se subía sin dilación al autobús de La Regional. Sergio González seguirá, de momento, como entrenador del Real Valladolid.
Pero la situación dista de resultar tranquila y la presión es máxima: el choque ante el Ahtletic Club del próximo domingo en Zorrilla (18:30 h) se convierte en el último tronco para que el técnico salve el puesto y enderece una temporada que ha nacido torcida: el Pucela se hunde como colista, con tres puntos de 24 posibles. Es evidente que el equipo(y el técnico) necesitan una reacción inmediata para mantenerse a flote.
El último clavo ardiendo de Sergio González apunta a la segunda parte del Real Valladolid en el campo del Villarreal. Al descanso, y tras el desastre de la primera mitad, hubo un conciliábulo en el estadio de la Cerámica. Todos convinieron en una idea:así no se podía seguir.
En la rueda de prensa posterior al choque, Sergio vio a un equipo «encogido» en su manera de afrontar el choque, pero más bravo tras el paso por vestuarios. «El Valladolid de la segunda parte es el que queremos y el que necesitamos para salir de esta situación», consignó el entrenador. «Las cosas no pueden ir peor. En esa segunda parte hemos puesto el primer ladrillo de la próxima victoria ante el Athletic Club», añadió el técnico tras perder por 2-0.
Los refuerzos psicológicos que recibe el equipo durante la semana (que incluyen también vídeos motivacionales) no surten efecto. Los futbolistas han dejado de creer en sus posibilidades y acusan la gravedad de la crisis cuando se encuentran en el campo. La negra sombra de continuar como colistas aumenta la presión.
Sergio se siente respaldado por el vestuario y por la directiva blanquivioleta y asegura verse con fuerzas para revertir la situación. Desde su punto de vista, bastará un clic para que todo cambie. Y, en la búsqueda de ese clic, Sergio aprieta todos los interruptores, incluido el de la portería.
La devolución de la titularidad a Jordi Masip en detrimento de Roberto Jiménez, muy destacado en sus intervenciones durante los seis partidos anteriores, fue una de las más extrañas decisiones que acometió en la enésima revolución (o batiburrillo) del once.
La explicación de Sergio resultó algo vaga («fue una decisión técnica»), pero puso en el foco en los «muchos partidos con muchos goles encajados» y en la necesidad de buscar «aire fresco» en todas las posiciones para el «cambio de tendencia». Roberto quedó señalado por las declaraciones del técnico en la sala de prensa. Y Jordi Masip, como Roberto Jiménez en cada uno de los tres partidos anteriores, acabó encajando dos goles... con alguna parada de mérito como la que salvó ante Kubo para evitar el 3-0.
El «clic» que busca Sergio lo lograron jugadores que fueron suplentes de inicio ante el Villarreal y salieron en la segunda parte: Pablo Hervías y Marcos André fueron los mejores tras el descanso; Kike Pérez y Toni Villa también colaboraron en la versión más desatada del Real Valladolid. De los once disparos que intentó el equipo blanquivioleta, diez llegaron en los segundos 45 minutos, tres en las botas de Marcos André, dos en las de Shon Weissman y otros dos a través de Kike Pérez, que entró en el minuto 77.
Mientras la aeronave de Iberia se aproximaba este martes a Villanubla, el estadio Zorrilla lucía verde y violeta desde las alturas. Espinar tomó una foto aérea. «Tristes hoy, fuertes siempre. Vamos, Pucela», tuiteó en cuanto encendió el móvil. Sergio bajó delante de él cargando una maleta. La deriva del equipo afecta especialmente al técnico. Porque él sabe, mejor que nadie, que un cambio en el banquillo puede resucitar milagrosamente a una plantilla hundida.
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