Borrar
La formación del Dynamo de Kiev que ganó las ediciones de 1973 y 74 del Trofeo Ciudad de Valladolid en el Viejo Estadio; en el círculo Oleg Blokhin, que ganaría el Balón de Oro un año después. Archivo J. M. Ortega
Cuando el Trofeo Ciudad de Valladolid era una fiesta
Bodas de Oro

Cuando el Trofeo Ciudad de Valladolid era una fiesta

La afición disfrutó en las primeras ediciones de equipos de primer nivel como el Dinamo de Kiev, el Nacional de Montevideo o el Boca Juniors

J. C. Cristóbal

Miércoles, 13 de noviembre 2024, 18:39

Y ahora parece la vigilia de un moribundo, un partido a calzar en mitad de noviembre como un trámite para justificar la ayuda municipal, y que enfrentará al Real Valladolid contra el AVS Futebol, un equipo de media tabla en Portugal que no ofrece grandes atractivos a la afición pucelana, más allá de la presencia del ex blanquivioleta Tunde o del mexicano Memo Ochoa, una leyenda en la portería con pasado en Málaga y Granada. Con todo el respeto para el equipo de Vila das Aves, el AVS no parece un invitado acorde para celebrar las Bodas de Oro de un torneo que vivió noches felices.

Tampoco hay que caer en la ingenuidad de comparar el fútbol de 2024 con el de 1972, año en que nació el Trofeo; por aquel entonces, las imágenes en blanco y negro de los equipos extranjeros llegaban a Valladolid gracias al No-Do y a los diarios deportivos. Durante los sesenta, años de desarrollo y turismo, florecieron como margaritas torneos de fútbol a lo largo y ancho de toda España, algunos de gran prestigio como el Carranza en Cádiz, el Teresa Herrera en La Coruña o el Colombino en Huelva, que reunían a los mejores equipos de Europa y América. No eran partidos amistosos. Eran cuadrangulares con semifinales y final donde los entrenadores alineaban su mejor once y presentaban los fichajes de cara a la nueva temporada, no había carruseles de cambios para que jugasen todos y no era raro que en los últimos minutos se montasen tanganas porque allí todo el mundo quería levantar el trofeo de campeón y llevárselo a casa.

El Real Valladolid y la ciudad se unieron a la moda y crearon su torneo de verano en 1972, una forma de revitalizar un club que dos años antes tocó fondo al caer a una Tercera donde se enfrentó a equipos como Chantrea, Carabanchel, Calvo Sotelo o Plus Ultra; el Pucela buscaba su sitio en Segunda para reencontrar el camino de vuelta a Primera. Tardó ocho años más en llegar a puerto.

Se han dejado de celebrar tres ediciones, la de 1983 (un año después de la 'manita' al Cruzeiro), en 2010 y en 2018

El Ciudad de Valladolid nació con muy buena salud. Tenía un programa de cuatro partidos en tres días que se jugaban a finales de agosto, como un epílogo de las vacaciones antes de la vuelta a las rutinas de septiembre, mes en el que empezaban los campeonatos de liga, varias semanas más tarde que ahora, que arrancan con los aficionados con el bronceador en la playa o con la sangría en la piscina.

El Viejo Zorrilla se llenaba porque el Trofeo era una fiesta, tenía el sabor de una reunión familiar en una verbena de verano, con unos carteles en que los nombres de los equipos sonaban como si fueran estrellas del cine; el del estreno, en 1972, reunió al Nacional de Montevideo, vigente campeón de la Intercontinental, el Mundial que enfrentaba a los campeones de la Copa de Europa y de la Libertadores, al Vasas de Budapest, cuando el fútbol húngaro era uno de los punteros del continente, y a los vecinos del Burgos. El primer partido fue un 22 de agosto, martes, a las ocho y media de la noche, un horario que fue posible porque la cita sirvió para inaugurar las cuatro torretas de iluminación artificial en las esquinas del estadio, lo que añadía un atractivo más para ir al Zorrilla.

El Real Valladolid empató 1-1 contra el Nacional, un equipazo con Espárrago (futuro entrenador blanquivioleta), Montero Castillo, Maneiro, Manga o Luis Cubilla (que pasó años antes por el Barça); el charrúa Morales inauguró el marcador, empató Lizarralde y el Valladolid pasó a la final en la tanda de penaltis; por entonces, un equipo lanzaba su serie de cinco y el local hizo pleno (con Lorenzo, Lizarralde, Pérez García, Astrain y Cardeñosa) y Llacer se convirtió en el héroe de la noche al detener el primero de Brunell; el de Reinosa se vio rodeado por la parroquia que saltó al campo para felicitarle, lo que da una idea del interés de esos amistosos. El Trofeo se quedó en casa porque un gol de Lorenzo en la prórroga sirvió para derrotar al Vasas por 1-0.

El Trofeo redobló su apuesta al año siguiente, en 1973, y contrató al otro gran equipo charrúa, el Peñarol de Fernando Morena y al campeón soviético, el Dinamo de Kiev, que deslumbró de tal manera que para muchos aficionados que peinan canas, si conservan pelo, es uno de los mejores equipos que han visto en directo de todos los tiempos. En sus filas destacaban el gigantón Rudakov y el extremo Blokhin, Balón de Oro en 1975, «qué gran jugador» escribió Javier González en la crónica de El Norte. El Dinamo ganó la final 2-1 al Real Valladolid, que presentó a sus dos primeros extranjeros tras la apertura del mercado de ese verano, el brasileño Fraçao y el uruguayo Alfredo Amarillo. El impacto del Dinamo de Kiev fue de tal magnitud que repitió en 1974, aunque se despidió con la mala imagen de amagar con abandonar el campo en la final que volvió a ganar al anfitrión.

Las edeiciones del Trofeo en los años 2000 (arriba, con Eusebio), 1995 (con Tomás Reñones y Marcos Fernández) y 90 (Minguela).
Imagen principal - Las edeiciones del Trofeo en los años 2000 (arriba, con Eusebio), 1995 (con Tomás Reñones y Marcos Fernández) y 90 (Minguela).
Imagen secundaria 1 - Las edeiciones del Trofeo en los años 2000 (arriba, con Eusebio), 1995 (con Tomás Reñones y Marcos Fernández) y 90 (Minguela).
Imagen secundaria 2 - Las edeiciones del Trofeo en los años 2000 (arriba, con Eusebio), 1995 (con Tomás Reñones y Marcos Fernández) y 90 (Minguela).

La IV edición dejó la que para muchos es la mejor de las cuarenta y nueve, la que enfrentó al Boca Juniors de Tarantini, Ferrero, Felman y Trobbiani contra el Os Belenenses de Quinito. Los bonaerenses ganaron por 2-1. Fue la cota más alta a la que llegó el Trofeo, que mantuvo el aliciente de la visita de las escuadras brasileñas, la primera en 1981 con el Gremio de Leao en la portería, un año después la del Cruzeiro (que le endosó un 0-5 al Valladolid) o la del Palmeiras en 1993, equipo en el que despuntaban dos jóvenes de nombres Roberto Carlos y Mazinho.

El torneo perdió fuelle, pasó de cuadrangular a triangular, en el 94 y el 95 con partidos de cuarenta y cinco minutos, y de aquí a partido único. Estuvo a punto de desaparecer en tres ocasiones que no se celebró, en 1983 (un año después de la manita del Cruzeiro), en 2010 y en 2018. Ahora sobrevive con respiración asistida. Son otros tiempos. Es otro fútbol.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Cuando el Trofeo Ciudad de Valladolid era una fiesta