Jugar con tres centrales cuando enfrente está el Real Valladolid es, hasta el momento sinónimo de victoria. O cuando menos de puntar casi seguro. Los blanquivioletas han perdido seis de los ocho encuentros que han jugado ante un equipo con el mencionado sistema de juego. ... Ganó uno y empató otro: la victoria fue el partido contra el Leganés justo después del confinamiento y el empate ante el Girona en el arranque de la temporada en que el club regresó a Primera. El resto, derrotas.
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Las razones que pueden explicar esta bajada de persiana que sufren los blanquivioletas son varias, pero casi todas tienen que ver con la manera de jugar del equipo.
Dice la ortodoxia futbolística, que frente a tres centrales lo que no debes hacer es facilitarles puntos de referencia que les ayuden a tomar decisiones. Y esos puntos de referencia son los delanteros.
El Valladolid acostumbra a jugar con dos puntas, justo lo que no parece lo más aconsejable, salvo que uno de esos dos delanteros tenga facilidad y capacidad para caer a cualquiera de las bandas y buscar en ella el espacio que se genera a la espalda del carrilero y crear así dudas en el central de ese lado, que puede encontrarse con tener que decidir entre tapar el hueco a su costado o frenar la entrada de jugadores de segunda línea.
La segunda opción consiste en jugar solo con un punta y con un '8' y un '10' situados entre la línea de centrocampistas y la de defensa del rival. De esta manera se genera un tres contra tres en el que los centrales deben decidir deprisa a quién han de tomar la marca. Y en la rapidez es cuando al delantero se le genera la oportunidad de atacar espacios libres de control.
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Existe una tercera variante, la de jugar sin un delantero centro nato, privando así a los defensas de una referencia clara y jugando, entonces, la baza de la sorpresa y la duda.
El problema del Real Valladolid estriba en que tiene muy interiorizado y mecanizado el juego con dos delanteros, lo que le provoca carencias en el juego cuando ha de afrontar situaciones poco habituales. Formar con dos delanteros provoca la ausencia del jugador que busca el último pase entre línea. Orellana o Toni hacen en ocasiones esa función, pero para ello deben desplazarse a posiciones centradas con lo que el lateral de un lado se queda con toda la banda para él solo.
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El martes Sergio intentó contrarrestar el dibujo azulgrana haciendo el espejo: colocó a tres centrales y a Toni y Orellana entre líneas. Y el Pucela empezó a crear ocasiones. Pero no debió convencerle lo suficiente al entrenador blanquivioleta, que minutos después recondujo de nuevo el esquema a su 4-4-2 habitual tras el gol de Messi. Fue en ese momento en el que el partido se dio definitivamente por perdido.
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