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José Anselmo Moreno
Jueves, 10 de abril 2025, 18:53
Cuando los ingenieros del equipo sobre el campo (Eusebio, Aravena, Moré o Jorge) desconectaban un poco y se iban a 'tomar café', metafóricamente hablando, ahí aparecía Toño Torrecilla empujando desde el lateral con una fuerza brutal en sus primeros años, pero también organizando el cotarro si hacía falta. Era un lateral derecho explosivo que siempre tuvo vocación de 'todocampista' en las categorías inferiores, donde su nombre sonó desde bien joven.
Era la generación de Peña. Fonseca, Patri o Juan Carlos, él ya destacaba sobremanera. Y eso que aún recuerda campos de tierra en Tercera donde tenían que sacar de banda medio metro dentro de la línea porque detrás les daban paraguazos. Dice que tampoco en Valladolid, cuando llegó, las instalaciones eran para presumir. «Aprovechábamos un terrenito al lado de la hípica lleno de piedras para pelotear». De ahí salieron jugadores internacionales que comían juntos el menú del día del Daniel y vivían al lado del Viejo Zorrilla, en el 4 de marzo, donde compartían habitación en literas. «Allí, por ejemplo, nos reunimos todos el 23-F, escuchando la radio y con un compañero en el cuartel haciendo la mili», cuenta.
Aún entonces Torrecilla era un 'ocho' clásico pero Cantatore lo transformó en lateral derecho y desde ahí precipitó la marcha de Richard y llegó a la Sub 21, con ella se proclamó campeón de Europa de la mano de Luis Suárez. También fue de los primeros fichajes del Atlético en pleno ciclón Jesús Gil. En su estreno como colchonero tuvo cuatro entrenadores: Maguregui, Briones, Atkinson y Addison. Jugó de todo y con todos. Después llegó Clemente, que prefería a Tomás Reñones.
En total disputó más de 250 encuentros en Primera entre Valladolid, Tenerife, Atlético y Racing. Su primer tanto de blanquivioleta fue célebre, ya que contribuyó a derrotar aquí al Madrid de la Quinta del Buitre en el 'partido perfecto'» (3-2). Era ya el Pucela de Cantatore, pero Torrecilla tuvo un debut anterior efímero, aunque sonado, ya que fue por la primera huelga de futbolistas en 1984. Jugaron juveniles mezclados con promesas y ahí apareció el salmantino, como perla de la cantera, junto a Patri, Cuaresma, Juan Carlos o Peña. Esos chavales ganaron 1-0 al Racing, equipo donde Torrecilla cerró el círculo y se retiró de los focos de la elite.
Hermano de Miguel Montes Torrecilla, exdirector deportivo de Salamanca, Celta, Betis, Sporting o Zaragoza, entre otros, trabajó con él en varios clubes, pero volvamos al principio de su carrera porque la irrupción del mayor de los Torrecilla en Primera fue impetuosa, un auténtico volcán. Había llegado a Valladolid con 16 años desde su Morille natal. Estuvo en el Promesas a las órdenes de Yepes, Redondo y Santos hasta que llegó esa eclosión de la mano de Cantatore. Ya en su primer año en la elite sonó para los grandes porque los laterales del Pucela en la 85-86 llamaron mucho la atención aunque la salida al Atlético de Torrecilla se demoró un año, antes desfilaron Eusebio y Juan Carlos.
Cantatore no solo le hizo debutar sino que después siguió apostando por él decididamente. Una apuesta segura, ya que Torrecilla era un portento físico, subía y bajaba incansablemente la banda derecha. Igual a los 30 minutos parecía asfixiado pero pasaba esa fase, cogía aire, y ya no paraba de correr en todo el partido.
Formó parte de un brillante Pucela en un once formado por Fenoy; Torrecilla, Andrinúa, Gail, Juan Carlos; Eusebio, Minguela (Moré), Jorge, 'Mortero' Aravena; Yáñez y Víctor (Peña).El Pucela ganó con brillantez aquella temporada 1-4 en el Calderón, 3-2 al Madrid en Zorrilla y salió entre aplausos de San Mamés tras un 3-3 en el último minuto, con autogol de Aravena. Contaba Cantatore que aquel día le extrañó ver a todo el estadio aplaudiendo pues su equipo había empatado «de milagro» en casa. Eso fue hasta que le aclararon que aplaudían al Pucela.
Aquel era el equipo en el que irrumpió Torrecilla, que dio una asistencia ese día. Solo llevaba mes y medio en Primera pero ya se había convertido en un lateral de primer nivel, que incluso se quedó cerca de la absoluta unos años en que Chendo le cerró el paso. Nada menos que doce temporadas se pasó el mayor de los Torrecilla en la elite donde disputó 251 partidos antes de jugar 34 su último año en Zamora. «Allí decía mi padre que me vio correr más que nunca», cuenta.
Sobre su salida de Valladolid y las decisiones posteriores dice: «En el Atlético quizá me precipité al irme al tercer año de un equipo grande, pero yo quería jugar más. Aún me quedaban dos años de un buen contrato pero me fui a Tenerife con Azkargorta, que me conocía de Valladolid. Luego acabé en el Racing, que fue el equipo donde más temporadas estuve». Tras retirarse, estuvo primero en una oficina de representación y después disfrutó de algo que no hizo como futbolista, compartir trabajo con su hermano Miguel, con quien nunca pudo jugar. Estuvo a su lado en varias direcciones deportivas hasta que ambos dejaron Zaragoza y el menor de los Torrecilla se fue a trabajar a Chile con el Everton de Viña del Mar, un equipo del grupo Pachuca. «Yo ya no di el paso de irme tan lejos y me quedé en Salamanca trabajando en Prosisalab, el laboratorio de un amigo».
Como su mujer y sus hijos son de Valladolid y tiene familiares abonados ha sufrido «mucho» este año con el Pucela, como cualquier aficionado, y al comparar los medios que tenía el club cuando llegó con los que tiene ahora llegamos a la conclusión de que el arraigo es importante. «Es que en ese primer año de Cantatore éramos 11 o 12 canteranos en la plantilla». A tal punto él se siente canterano del Pucela que aún le tira venir y quedar con excompañeros en el Pepe's de la calle Italia. Esa era la 'zona cero' de la cantera ochentera, comían en el Daniel y jugaban en el viejo Zorrilla. «Ganábamos poco, pero éramos felices y eso con la edad lo valoras más». Buena reflexión para terminar.
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