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José Anselmo Moreno
Valladolid
Miércoles, 18 de diciembre 2024, 19:06
Toni Villa vivió días traumáticos en su salida de Valladolid. Para un pucelano de adopción y una familia murciana que acababa de perder a un hijo aquello fue muy duro. «En medio de todo, le dije a mi madre que yo no había decidido irme, que me habían empujado a un precipicio y yo me limité a saltar». Él tenía ese pellizco de pertenencia a un club que solo da el tiempo, ya que vivió 14 años la realidad de un equipo con menos picos que valles en los últimos tiempos. Sin embargo, tuvo que irse a un Girona que deportivamente ha adelantado por la derecha al Real Valladolid, aunque eso no fue lo que le movió a marcharse. Vamos primero con esa historia, que entonces no quedó muy clara.
Corría el verano de 2022 en ese contexto muy difícil para Toni pues acababa de fallecer su hermano. Cuenta que a falta de tres días para el cierre del mercado, el club dice a su representante que busque una salida. «Necesitaban liberar una ficha para hacer incorporaciones. Yo ya había aceptado los cuatro años que me ofrecían desde Girona cuando al Pucela se le cayeron sus opciones y ya no les venía bien mi marcha. Les digo que vale, que me quedaba, y pregunté si tenía posibilidades de renovar al final de ese año en caso de hacer buena temporada pero dicen que ninguna, que arriba no me quieren, así que tengo que irme muy a mi pesar, cobrando menos el primer año y, de hecho, el Valladolid pone dinero para completar mi ficha esa primera temporada».
Este es el auténtico relato, Toni no quiso irse pero le abrieron la puerta y desde entonces llegaron Narváez, Kenedy, Machis o Biuk, entre otros. Dinero gastado e hipotecado para cubrir su puesto, lo que lastró la economía del club y, en lo deportivo, aquella temporada 22-23 acabó en un descenso y nadie se hizo con esa demarcación.
Cuando Toni se marchó al Girona, el club catalán aún no había iniciado su año de gloria. Dejó un equipo que había subido directo con Pacheta a otro que subió en promoción, pero ahora mismo, tras aclarar lo que pasó, solo quiere pasar página de eso.
Sobre sus recuerdos aquí dice que son imposibles de resumir sin enrollarse: «Viví de todo, hasta una pandemia en mi pequeño piso de Arroyo. Allí me hice hombre, he jugado cuando había 8.000 en Zorrilla, fui recogepelotas, viví impagos, ascensos, descensos, la época de Suárez, Ronaldo... Es una vida», subraya.
Si cierra los ojos, le viene a la mente su etapa en la residencia, las trastadas con Anuar o las partidas de ajedrez con Antonio Santos. «Subíamos y bajábamos andando al estadio y allí vi mi primera nevada. Mis padres fueron a buscarme ese invierno y tuvieron que salir corriendo porque los compañeros les tiraban bolas de nieve desde las ventanas. Nunca había visto la nieve», relata.
También recuerda lo malo, como cuando un entrenador le dijo que jamás llegaría a profesional porque se movía por todo el campo. Fue cedido a la Cultural y Suárez le puso cláusula de recompra. Cuando volvió de León hubo una época en que «la rompió». Durante su estreno en Primera llamó mucho la atención pero se lesionó en el Camp Nou tras un choque con Arturo Vidal y estuvo tres meses parado. No obstante, muchos clubes ya habían apuntado su «matrícula».
Recuerda que a Girona llegó con la temporada empezada, pero a partir de la jornada diez lo jugó todo y ya se sentía bien, dando muchas asistencias. Tras el parón del Mundial le costó recuperar la titularidad hasta que lo consigue y sucede la gravísima lesión en Valladolid. «Me reventó la rodilla, menos mal que me operó el mejor (doctor Cugat) porque esa lesión te puede retirar». Dice que el día del percance notó el cariño de Zorrilla y está deseando volver aunque, de hecho, ya lo hizo, pues ha visto al equipo un par de veces aquí.
Tras la lesión y más de un año parado, le dijo al entrenador del Girona, ya en Champions, que durante ese tiempo el equipo había tenido un crecimiento deportivo que él no pudo tener y que necesitaba jugar. Para eso se tuvo que ir y ahora está en el Eibar. Su gravísima lesión de rodilla ha condicionado su carrera, pero a sus 29 años está en proceso de volver a ser quien fue. El Toni de siempre.
Aquí era conocido por 'Raspilla' por su extrema delgadez cuando llegó de Murcia. En esa época era una especie de Iniesta (su ídolo), un jugador de esos que piensan mientras se entretienen en conducir el balón y salen de donde parece imposible. Era de esos jugadores que arriesgan e inventan, a veces para exasperación de la gente, pero era diferente.
Las estadísticas de su estreno en Primera con la banquivioleta lo presentaban como uno de los mejores regateadores de la Liga, aunque dice que si mira hacia atrás, nunca lo tuvo fácil. Al contrario.
Laureano Antonio Villa Suárez es de Lorquí, donde sus padres tienen un restaurante en el que ya le tocó currar de pequeño. Cuando acababa de asomarse a la adolescencia, un agente contactó con Javi Torres Gómez, entonces coordinador de cantera, para que fuese a verle. A Javi le gustó y a Toni, tras una visita con su familia, le encantó Valladolid. Era amante del Campo Grande, la Plaza Mayor y un incondicional de cines y monologuistas. Aquí se quedó recién cumplidos los 15 años y en 'la resi' se hizo amigo de Anuar. Eran 'Zipi y Zape', y aún hoy son inseparables.
Sobre el presente dice que la situación actual del Real Valladolid se veía venir porque el ascenso fue «milagroso», la plantilla se debilitó y tampoco ha ayudado la división que desde fuera se ha visto entre afición, entrenador y propiedad. «En ese club éramos una familia y me duele que eso ya no sea así».
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