No es esta una pregunta retórica. Ni siquiera un recurso estilístico. Porque resulta sorprendente que uno de los jugadores más talentosos del Real Valladolid llevara, hasta la fecha, 89 minutos jugados en la segunda vuelta. Es un poco incomprensible. Luis César tendría sus razones, pero ... está claro que Sergio no las comparte. En el Tartiere, si no es por los calambres propios de la falta de ritmo de competición, seguro que el murciano acaba el encuentro. Su participación apunta a decisiva en un tramo final de la temporada al que el Pucela se ha enganchado porque el entrenador ha tomado decisiones lógicas y ha colocado a cada jugador en su sitio buscando equilibrio y potenciar sus virtudes.
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Sergio empezó a ser fiel a sí mismo en Oviedo. Y el equipo le respondió cerrando vías a los de Anquela y cuajando un gran partido de ataque. Vamos, que es posible atacar sin descuadernarse atrás. Todo es cuestión de ocupar los espacios con la mayor inteligencia y sentido común propios. Luismi, por ejemplo, no tuvo ayer su mejor día en el pase, pero sus ayudas a los centrales fueron manifiestamente imprescindibles durante la mayor parte del encuentro.
Míchel más cerca del medio centro, los talentos de Plano y Villa fluyendo con libertad y con dos laterales compensados dibujan un Pucela reconocible y sólido. En Oviedo, como aquel año del 3-8, puede haberse visto el nacimiento del Valladolid que desea la afición. Hay que refrendarlo ante el Cádiz el sábado, por supuesto, y en Soria al sábado siguiente. Pero ahora hay algo reconocible sobre el campo.
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