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Sisi posa en un rincón de Valladolid, donde residirá a partir de ahora tras su última experiencia en Japón.

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Sisi posa en un rincón de Valladolid, donde residirá a partir de ahora tras su última experiencia en Japón. H. Sastre

Sisi, el chico 'diez' cuelga las botas

Sisinio González abandona la práctica del fútbol a punto de cumplir 35 años y después de 18 como profesional, y cinco campañas en el Real Valladolid con el que logró dos ascensos

Jueves, 15 de abril 2021, 07:12

No había aterrizado aún en Valladolid y su menuda figura ya caló en el vestuario. Un vestuario por hacer que muy pronto supo quien iba a poner la otra mejilla cuando se la partieran. Aquel verano de 2006, en Feldkirchen (Austria), Sisi se la jugó al intentar corregir a Mendilibar: «Míster, no es Sisiano, mi nombre es Sisinio». Conociendo al de Zaldibar, los que presenciamos la escena nos temimos lo peor. También alguno de los jugadores que interrumpió el ejercicio. «Es que es verdad, suena mejor Sisiano», sonríe Iñaki Bea quince años después al recordar la respuesta del técnico: «Tú te llamarás como me de la gana a mi».

La broma continuó todo el año –figuró incluso con el nombre cambiado en el primer amistoso de aquella pretemporada–, y aún perdura hoy entre sus compañeros, ahora que acaba de anunciar su retirada del fútbol a punto de cumplir 35 años después de dieciocho temporadas como profesional y cinco como jugador modélico en el Real Valladolid. Uno de los once clubes en los que ha militado en dos etapas distintas a lo largo de su carrera, y probablemente en el que más huella ha dejado. Protagonista en dos ascensos (los de 2007 y 2012) y también en un descenso (2010), Sisinio González (Albacete, 1986) nunca regateó esfuerzos y su compromiso siempre estuvo fuera de toda duda.

«Siempre fue competitivo, hasta en los entrenamientos daba el máximo, y nos contagiaba a todos por esa forma que tenía de animar y echar una mano siempre que alguien lo necesitaba», señala Álvaro Rubio, compañero de vestuario en sus dos etapas con el que no tardó en conectar. «Guardo un recuerdo muy especial porque nos entendimos muy bien desde el principio», añade el hoy miembro del cuerpo técnico del primer equipo. Aquel curso 2006-07 se había anunciado de transición después de dos intentos de ascenso fallidos, y la renovación fue casi integral.

«Se apostó por jugadores con menos nombre pero con más hambre y proyección, y se hizo un grupo fuerte y cohesionado en el que Sisi aportó mucho», recuerda Iñaki Bea, enciclopedia del fútbol cuando se toca el capítulo de las anécdotas. «En aquella época las multas en lugar de con dinero se pagaban con jamón, y cuando llegábamos al vestuario de entrenar allí estaba el jamón partido con nuestras coca colas y cervezas. Recuerdo que Capdevila le llamaba 'el jugador más optimista de la liga' por lo de Sisi», bromea Bea sobre un jovencísimo extremo que apenas acababa de romper el cascarón en Segunda B de la mano del Hércules. «Era excesivamente joven y esas ganas nos ayudó al resto a verlo de otra forma. Lógicamente tenía unas condiciones que explotaba al máximo pero sobre todo nos contagió esa energía que tenía», apunta Javi Baraja, que también compartió vestuario en las dos etapas. «Su paso por otros clubes le dio una visión más profesional y volvió con otro registro». Habla el actual preparador del Valladolid Promesas de su segunda etapa (2009-12) y de virtudes que hoy escasean en el mundo del fútbol. «Es verdad que nos quedamos muchas veces con aquel ascenso de 2007 pero el de 2012 también fue muy importante por lo que supuso en un año muy complicado a nivel de club. Y ahí se vio esa raza y esa implicación que tenía, algo muy necesario en un vestuario», explica Baraja.

Sisi, en tres imágenes distintas de su paso por el Valladolid.
Imagen principal - Sisi, en tres imágenes distintas de su paso por el Valladolid.
Imagen secundaria 1 - Sisi, en tres imágenes distintas de su paso por el Valladolid.
Imagen secundaria 2 - Sisi, en tres imágenes distintas de su paso por el Valladolid.

Había intercalado ambas etapas con un descenso en las filas del Recreativo de Huelva, y su regreso coincidió con el fatídico año del descenso en el que ni Mendilibar ni Onésimo ni Javier Clemente pudieron enderezar el rumbo de un equipo a la deriva.

Solo hubo que esperar dos temporadas para disfrutar de un nuevo ascenso. El que acunó Miroslav Djukic desde el banquillo con el propio Sisi como veterano inesperado. Aquel imberbe que aterrizó en Austria en 2006 había madurado a marchas forzadas hasta convertirse en una de las referencias del vestuario. «Un ejemplo tanto en el campo como en el vestuario», define hoy el técnico serbio, «fue un jugador muy importante para nosotros por su implicación pero también por su disposición al trabajo. Un chico 'diez'. El jugador que todo entrenador quiere tener en su equipo», admite Djukic desde su tierra natal, donde espera una oferta para volver a los banquillos.

Por entonces Sisi ya se había ganado el respeto de sus compañeros y el favor de sus técnicos por el derroche físico que empleaba en todos los partidos, da igual si eran amistosos o decisivos en la consecución de un objetivo. «Es ese tipo de jugador que no se guarda nada, de mucha intensidad y que lo da todo. De ahí que tuviera lesiones porque jugaba a mil revoluciones»», explica Djukic cuando se le recuerda la temporada del ascenso que Sisi terminó con múltiples luxaciones de hombro. Tenía un contrato firmado para la siguiente temporada con Osasuna –el Osasuna de Mendilibar– y aún así prefirió acabar la liga sensiblemente tocado en lugar de pasar por el quirófano para subsanar la lesión.

Tres temporadas más militaría en Osasuna antes de abandonar España y probar fortuna en Corea del Sur con el Suwon FC. Una experiencia en Polonia (Lech Poznan) y otra en Grecia (Veria FC) precedieron al salto a Japón, donde ha venido jugando desde 2017 hasta hace unos meses donde una nueva lesión le hizo replantearse su futuro.

Mientras se restañan las últimas heridas, medita continuar ligado al mundo del fútbol a pie de obra. Nada de despachos. En contacto con el balón. Ahí donde se pone la mejilla para que te la partan. Las dos si es necesario.

«Cuando un jugador tiene esa incertidumbre y se hace preguntas de por qué se hace esto o lo otro en un entrenamiento, lo detectas rápido. Y a él siempre lo veías hablando de fútbol», señala Javi Baraja, que se ha comprometido a abrirle la puerta de los Anexos para mostrarle alguna de las sesiones que lleva a cabo con el Promesas.

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