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El Real Valladolid, entrenado por Antonio Barrios, certificó por primera vez en su historia el ascenso a la máxima categoría del fútbol español en la temporada 1947-1948, veinte años después de su fundación en 1928. Lo hizo tras ganar en el Viejo Zorrilla al Real Murcia por 5-3. El Pucela acabó como campeón de la categoría de plata y subió junto al Deportivo de La Coruña. El Norte recogió ampliamente el hito en sus páginas de deportes, con un recuerdo especial para José Cantalapiedra, el presidente y mecenas del Real Valladolid que había fallecido cuatro años antes. El entrenador, Antonio Barrios, subió al Pucela de Tercera a Primera (no había Segunda B) en solo dos temporadas.
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El segundo ascenso del Real Valladolid a la élite llegó a falta de dos jornadas para el final de la campaña 1958-1959. El equipo blanquivioleta vivió una temporada triunfal y volvió de manera exprés a la máxima categoría, tras descender un año antes. El retorno a Primera se certificó en Zorrilla con una goleada al Tarrasa (5-0) que proclamó al Pucela campeón de la división norte y le otorgó el ascenso de manera automática. José Luis Saso fue el artífice como entrenador de aquel nuevo éxito blanquivioleta.
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De nuevo, una fugaz campaña en la división de plata sirvió al Real Valladolid como muelle para impulsarse de nuevo a Primera. En esta ocasión, acabó como segundo clasificado de la División Norte y tuvo que afrontar la promoción de ascenso en una jornada de infarto ante el Español. El equipo perico ganó 1-0 en la ida y, ya en Zorrilla, Juan José García Elorduy había empatado la eliminatoria en el minuto 74. En el 88, a dos del final, José María Sánchez Rodilla marcó el gol del ascenso para el Pucela de Heriberto Herrera. El Real Valladolid estaba de vuelta a la crema del fútbol español.
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Después de una larguísima travesía por el desierto de Segunda (y Tercera) que duró 16 años, el Real Valladolid logró la gesta de retornar a la elite a falta de dos jornadas para el final de la campaña 1979-1980. Con Eusebio Ríos al frente del banquillo, el Pucela acabó como segundo clasificado y subió junto a Murcia y Osasuna. Con la década de los 80 se inició una etapa dorada, en la que logró la Copa de la Liga (1984), su primera participación europea (la UEFA, en la campaña 1984-1985), llegó a la final de Copa del Rey (en 1989) y alcanzó los cuartos de final en la Recopa de Europa (1989-1990) antes de sufrir un nuevo descenso.
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El quinto ascenso del Pucela a Primera División, en la campaña 1992-1993, permitió olvidar el fiasco de la campaña anterior. Un verano antes habían aterrizado los colombianos Pacho Maturana (entrenador), Diego Barragán (preparador físico), así como los futbolistas René Higuita (portero), Carlos Valderrama y Leonel Álvarez. Sin embargo, tan rutilantes fichajes no impidieron que el Real Valladolid diese con sus huesos en Segunda. La siguiente temporada, ya en la categoría de plata, no resultó fácil: por el banquillo pasaron Marco Antonio Boronat, Pepe Moré, José Luis Saso y Felipe Mesones. Fue este último el que celebró el ascenso tras la victoria de la última jornada en Palamós (1-2, con dos penaltis marcados por Iván Rocha en la primera parte). El Pucela alcanzó de nuevo la Primera en una década en la que se salvó del descenso en los despachos (verano de 1995) y en la que jugó de nuevo la UEFA (campaña 1997-1998) .
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El Real Valladolid penó durante dos temporadas en Segunda División (entre los años 2004 y 2006) antes de la llegada al banquillo de José Luis Mendilibar. La temporada con el inolvidable técnico de Zaldibar fue tremenda y el equipo pasó a ser conocido como el 'Pucela de los récords'. Dominó a machamartillo la categoría, desplegó todo el catálogo 'mendilista' (presión asfixiante, colmillo arriba, implicación máxima) para ascender a falta de dos meses para el final y con ocho jornadas por disputarse. Las celebraciones comenzaron en Tenerife, donde el Real Valladolid consumó el sexto ascenso a Primera de su historia (0-2, con goles de Victor y Manchev), y continuaron en Valladolid, con un inolvidable recorrido en barco por el Pisuerga y, posteriormente, en autocar para desembocar en una abarrotadísima Plaza Mayor.
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